Luciano Jesús González, alias “Lucianito”, es el nombre del joven que disparó y mató al empresario Andrés Blaquier. Tiene 18 años y en sus redes sociales solía publicar fotos de sí mismo cargando armas y jactándose de ser ladrón.
Más allá de la pobreza, hay una condición de marginal, resultado de la imposición de las ideas del kirchnerismo en la sociedad. La romantización de la violencia y la marginalidad es un discurso sostenido por parte de algunos medios y el poder kirchnerista. Hay niños que delinquen y un poder político y judicial incapaz de salir de la trampa en la que se metieron por un discurso frívolo de exaltación de la marginalidad.
Desde algunos de los centros difusores del kirchnerismo se buscó instalar cierta justificación del crimen basada en el apellido del muerto. El kirchnerismo está lleno de millonarios que tienen un discurso cargado de resentimiento con aroma a los ‘70 y que están en un estado absoluto de indigencia moral. “Lucianito” es un producto del kirchnerismo cultural.
El docente Cristian Quillotay, a cargo de la materia Físico Química, se le ocurrió adaptar la tabla periódica a un álbum de figuritas del mundial luego de que a los alumnos les fuera mal en un examen. La idea creativa del profesor motivó a los chicos e hizo que los estudiantes obtuvieran buenos resultados. La actitud del docente fue noticia e iban a distinguirlo por su ejemplo en el Concejo Deliberante de Lomas de Zamora, hasta que los concejales del kirchnerismo vieron unos posteos que el docente había hecho en sus redes sociales donde era crítico de la gestión. Inmediatamente congelaron la distinción que ya estaba anunciada. En la concepción del kirchnerismo no se puede destacar a alguien por su trabajo a menos que pertenezca a su secta. Para ellos es más importante la pertenencia a la secta K que los méritos intelectuales de un profesor que favorece a sus alumnos con ideas y esfuerzo.
El comportamiento de la secta K explica la debacle cultural. Es un movimiento cuyo discurso está más cerca de los “Lucianitos” que de fomentar y apoyar a los que usan su conocimiento para mejorar la calidad de la educación. Cuando hablan en contra de la meritocracia explican claramente qué modelo de país tienen. Se trata de un modelo del resentimiento y la marginalidad.
Los pasados días se votó el presupuesto. Es notable cómo la densidad de la crisis hace que, durante largas horas, se discutan cuestiones que no van al fondo del problema. No es lógico que en una situación como la de Argentina no se haya hecho un ajuste brutal sobre muchos de los ministerios y empresas públicas que solo son negocios políticos. Los ciudadanos pagan impuestos para que el gobierno tenga cajas políticas parapetadas en empresas estatales que no dan ningún servicio ni satisfacción a aquellos que las mantienen.
También hay ministerios, como el de la Mujer, que solamente se usan para postureo ideológico y que no benefician a ninguna mujer salvo a aquellas que trabajan ahí. La secta gubernamental sólo beneficia a la secta política.
Lo único importante de la discusión era prevenir que no se votaran nuevos impuestos o nuevas tasas. La clave nefasta de los populismos es no tocar el gasto (ahí está el dinero para “hacer política”) y martirizar cada vez más a los ciudadanos que están exhaustos de pagar impuestos.
Que se haya aprobado una nueva tasa (a los pasajes aéreos) porque algunos diputados no votaron en contra o porque algunos se habían ido a dormir marca el nivel escalofriante de tilinguería reinante. Cualquier explicación que se brinde después es doblemente idiota: cobran un sueldo para defender a los ciudadanos y para estar sentados en una banca todo el tiempo que sea menester.
La tilinguería no distingue ideologías ni partido. Hubo ausentes de todos lados: del progresismo bobo de Stolbizer; de los que hablan en contra de la casta, como Milei; hubo ausentes, por supuesto, del bloque de la izquierda; y algunos radicales tampoco estaban. Lo único que hay que evitar es que esta gente siga inventando impuestos. Cualquier cosa que no vaya en ese sentido es burlarse de una ciudadanía que no da más. La votación la ganó el oficialismo por un voto. Había 11 ausentes de la oposición a la hora de votar. Las explicaciones de algunos rebosan patetismo. Deberían limitarse a pedir disculpas.
La profundidad de la crisis es enorme. Hay que cambiar de gobierno y hay que cambiar el paradigma del país de la decadencia, del país de los “Lucianitos” a los que les explicaron que estaba bien ser marginal y que esforzarse no sirve para nada.