Por Darío Lopérfido
Si algo ha caracterizado a Estados Unidos a lo largo de la historia ha sido su fortaleza política y su papel como faro de la libertad en el mundo. Por supuesto, este pensamiento no implica dejar de reconocer errores o malos momentos, pero la importancia de este país como líder del mundo libre y garante de la seguridad de Occidente es un hecho incontrovertible.
¿Cómo ha podido llegar la política estadounidense a caer tan bajo? Esta es la pregunta que muchos de nosotros, que siempre hemos seguido con interés la política de ese país, nos hacemos. Dos grandes partidos, que siempre han mostrado estructuras políticas sólidas, iniciaron la campaña electoral mostrando inquietantes señales de decadencia.
Joe Biden no está en condiciones físicas ni intelectuales para ocupar su puesto actual. El debate en CNN fue lapidario para él y verlo despertaba un sentimiento de piedad. Tratar de entender por qué estaban sometiendo a ese hombre a ese sacrificio inútil resulta desconcertante.
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¿Por qué el Partido Demócrata ha entrado en esta espiral de locura colectiva para mantener en la carrera a un anciano con dificultades evidentes para expresarse, derrotado de antemano por la biología? Que haya renunciado a la candidatura es lo lógico. Lo inentendible es que lo hayan postulado
Por otro lado, Donald Trump, también de avanzada edad, llegó a la línea de largada después de innumerables procesos judiciales y con recuerdos amargos, como el inenarrable ataque al Capitolio realizado por sus seguidores, que fue la última imagen de su presidencia y una de las peores que ha dejado la política estadounidense en su historia. En el debate, Trump dijo que dejaría de ayudar a Ucrania y calificó a Zelenski de «vendedor».
La ventaja inicial de Trump se puede analizar desde una perspectiva: un hombre que habla de corrido frente a otro que no lo hace. “Strong and wrong beats weak and right”, dijo una vez Clinton para explicar que en política lo único que no se perdona es la debilidad.
Pero luego del debate llegó lo inesperado: un atentado que pudo costarle la vida a Trump. El expresidente demostró una vez más su comprensión de los símbolos e imágenes. En medio de la emergencia y escondido por los servicios de seguridad, se paró, sangrando, y produjo una foto épica que quedará en la historia. Con ese gesto, Trump logró que mucha gente se admirara de su acto. Se mostró fuerte frente al débil Biden.
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Después de esto, eligió como vicepresidente al senador J.D. Vance y acertó con el mensaje. Vance, que nació en una zona deprimida y en una familia pobre, es un ejemplo de superación personal. Tiene 39 años y una fuerte agenda anti-woke. Siempre es bueno recordar en Estados Unidos el mito inoxidable del sueño americano, y Vance lo encarna a la perfección.
Hoy Trump lidera las encuestas, con el Partido Republicano unido, mientras en el Partido Demócrata deberán encontrar candidato de urgencia en la convención.
La democracia en el mundo está en problemas. Se consolidan liderazgos autoritarios y nacionalistas. Rusia es la definición misma de ese tipo de liderazgos. El mundo necesita a Estados Unidos del lado de la libertad y del liderazgo democrático. El ataque permanente a Israel por fuerzas terroristas también requiere de un liderazgo estadounidense fuerte.
Parece difícil, pero no hay alternativa. Buena parte del futuro mundial está en juego.