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El peligro de fingir demencia en un año electoral
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El peligro de fingir demencia en un año electoral

El término “fingir demencia” era ya corriente entre los más jóvenes cuando se viralizó en Tik Tok el comentario de una chica que compartió su teoría: “Para mí somos la generación de fingir demencia”, decía y luego desarrollaba que como la plata no alcanza para nada y una casa no se va a poder comprar, “ya fue, me la deliro en el disfrute y listo”.

En su momento el analista Guillermo Olivetto tomó el ejemplo para analizar el comportamiento de los consumidores que, imposibilitados del ahorro, de comprar una vivienda, un auto o irse de viaje, ante los altos niveles de inflación corrían a gastar lo que podían. Se refería a un sector medio/alto y a los primeros tiempos luego de la pandemia.

Camila Ramírez, la joven que esbozó en TikTok la teoría de que su generación tiene como característica el «fingir demencia» para consumir sin preocuparse por un futuro sin grandes expectativas. Una versión argentina del fenómeno YOLO (Foto: captura del video original de TikTok)

En una nota publicada hoy en La Nación, la periodista Jazmin Bazán notó que en estos días de corrida cambiaria volvió la frase del momento “fingir demencia” esta vez ante la suba del dólar, y muy atinadamente le trasladó la inquietud a expertos en salud mental, ya que aunque parezca una expresión jocosa y escapista se refiere en los hechos a la demencia, a un trastorno o enfermedad cognitiva.

En la nota, el presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras Ricardo Corral recordó que, además, hay un ángulo legal para analizar el término y tiene que ver con el artículo 34 del Código Penal que habla sobre la inimputabilidad de las personas cuando no pueden comprender ni dirigir sus acciones. El demente puede ser inimputable o no culpable penalmente.

El análisis me llevó a pensar qué aplicación podía tener el concepto, no ya en el consumo, sino en el comportamiento ante un año electoral y también desde el poder.

Recientemente la por ahora precandidata presidencial de PRO, María Eugenia Vidal, hizo un posteo para criticar al dirigente de La Cámpora Andrés Larroque que había afirmado, “el pueblo necesita un gobierno peronista y kirchnerista”, y ella le retrucaba: “¿La idea es fingir demencia y vender que el gobierno que militaron no es peronista ni kirchnerista?”. Una de las estrategias más notorias de Cristina Kirchner, para despegarse del fracaso del gobierno, ha sido claramente actuar como si ella no tuviera nada que ver.

Si el fingir demencia es fingir para no ser culpable o no hacerse cargo, podemos hablar de una táctica para pasar por inimputable de su propio gobierno. 

Pero, ¿puede también esta actitud de escape a la responsabilidad ser parte de la reacción de una sociedad desencantada? En dos de los comicios más recientes llamó la atención y generó preocupación el ausentismo de los votantes que ya había dejado alarmas encendidas en los comicios legislativos de 2021.

En la mesa electoral de 2023, algo huele a oficialismos desgastados y a baja participación

En Río Negro, que eligió gobernador, el 34% del padrón no fue a votar, alcanzando el porcentaje más alto desde el regreso de la democracia. Es decir que 1 de cada 3 rionegrinos prefirió no ir a votar, siendo la convocatoria más baja entre las 11 elecciones provinciales realizadas en estos 40 años de democracia.
Más cerca en el tiempo, el domingo pasado, en las PASO municipales de algunos departamentos de Mendoza, según el escrutinio provisorio de la junta electoral, en los dos distritos con más votantes de esa jornada, San Rafael y Maipú, la participación ciudadana no había llegado al 60%. En comparación con las PASO municipales de 2019 marcaban en general un fuerte descenso de asistencia al punto que 1 de cada 3 electores no había ido a votar. ¿Apatía, enojo, o puede ser el fingir demencia de los ciudadanos que castigan con la ausencia?

Si así fuera no es un buen augurio ya que un elemento constitutivo de la democracia es que el ciudadano mediante su elección libre elija a sus representantes. Es la base del sistema. ¿Cómo juegan las desilusiones permanentes o el enojo con la política y hasta qué punto el escape puede ser una reacción? Es una pregunta que no podemos rehuir en momentos de descreimiento y sobre todo con un escenario electoral más atomizado.

Hay algo que también está anticipando el ánimo social y tiene que ver con el portazo a los encuestadores. Muchos consultores señalan la dificultad que encuentran en quienes no desean responder encuestas y así el universo de análisis se reduce en muchos trabajos, afectando su consistencia. La falta de credibilidad en este ámbito viene sazonada por las escandalosas equivocaciones de los encuestadores y la sospecha de que en algunos casos se trata más de trabajos para manipular la opinión pública antes del comicio, que para dar una bitácora real. No es casualidad que el prestigio de las encuestadoras suele cimentarse cuando aciertan.

El alcance de este problema no es sólo local: en Brasil Lula Da Silva venció a Bolsonaro por menos de 2 puntos cuando las encuestas le daban diferencias de hasta 20. Y en 2019, el gobierno de Mauricio Macri no esperaba en ningún escenario una derrota como la que ocurrió en la PASO por más de 15 puntos de diferencia.

¿Qué pasará en un año donde la crisis económica hace estragos, pero también donde se plasma el desencanto con la clase política en una vertiente anticasta como Javier Milei? Un candidato que también de tanto en tanto parece fingir demencia, empatizando con el hartazgo.

¿Se sumará a eso una porción que no asiste a votar? En las últimas elecciones legislativas de 2021, impactadas fuertemente por la pandemia, se registró la más baja asistencia a las urnas desde el 83, con un 67% del padrón.

Vaya desafío cuando celebramos 40 años de democracia. Es urgente que la política se reconcilie con la sociedad. El gobierno tiene la mayor responsabilidad pero también la oposición. No sólo se trata de promesas incumplidas, sino de la urgencia de gestión eficiente, de decir la verdad, de bajar la corrupción y que la búsqueda del poder sea sólo por el poder. El desastre de la gestión del Gobierno, más su negación de las responsabilidades o las recientes peleas en la oposición no son ejemplos que inspiren confianza.

De la “tristeza” al “hartazgo”

Sin política no hay democracia, pero tampoco la hay sin ciudadanos. En la última gran crisis de 2001, votaban a Clemente. Tiene pocos meses la dirigencia para dejar de fingir demencia frente a ciudadanos muy tentados a hacerlo. Y para estos últimos, antes de dejarse llevar por el delirio, mejor pensar en las consecuencias de no decidir, si luego, pase lo que pase, es demasiado tarde y sólo se debilita nuestra democracia por su calidad de representación.

Como suele decir la periodista Norma Morandini, por ahí, sobre todo los chicos más jóvenes pero no sólo ellos, no tienen tan presente, el privilegio que significa vivir en democracia y no entienden que sin democracia, agrego, tampoco hay garantías para la libertad.

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