Del presidente sabíamos que puede caer muy bajo, no cuán abiertamente mafioso podía llegar a mostrarse.
Ya que él mismo se ha encargado de pisotear la investidura presidencial y vaciar el cargo para el que ha sido elegido, ahora la bajeza que supo conseguir lo lleva a exponer, no sólo perversas falsedades, sino también a violar delante de todos los argentinos el mandato de la Constitución por el cual no puede meterse en causas judiciales ni expresar conocimiento de ellas. En este caso es definitivamente todo lo contrario.
Indigno y mentiroso.
Como bien lo dice el grave comunicado de la Asociación de Fiscales: la muerte de Alberto Nisman se investiga con carátula de asesinato y, al “trazar paralelismos” entre Nisman y Luciani, por un eventual suicidio, los dichos del presidente son desagradables y temerarios contra un funcionario que sólo está cumpliendo con su deber constitucional.
El Presidente y la Vicepresidente son los únicos responsables de lo que pueda pasarle al fiscal Luciani luego de esta pública y explícita instigación y amenaza. Ya mismo debería actuar un fiscal para analizar si el presidente incurrió en delitos varios con sus dichos.
No use el sillón presidencial para hacer trabajo sucio, señor presidente. Aunque quizás es la única razón para que le permitieron sentarse allí: ser el abogado defensor encubierto de una ex presidenta imputada por corrupta y capaz de todo para consagrar su impunidad.
Con su conducta infame deja claro lo que ya sabemos. Están dispuestos a todo: a la amenaza, a la extorsión, a la violencia institucional como usted mismo ha demostrado, con tal de impedir la acción de la ley. Y porque lo que los desespera es que no pudieron frenar a un fiscal que más allá de los aprietes y difamaciones que ejecutaron, hizo y concluyó su trabajo.
A Alberto Nisman no lo dejaron. Y fue el mayor abismo en el que se hundió la República Argentina desde el regreso de la democracia. Atacar a un fiscal es atacar el derecho de los ciudadanos a que se persiga justicia. Atacar a un fiscal es atacar el Estado de derecho que custodia. Atacar a un fiscal es atacar la Constitución. El fiscal representa a los ciudadanos y el presidente debería ser el primero en respetar ese rol.
La verdad, si uno hace sólo un poco de historia, nada llama la atención. Luego de la muerte de Nisman también chapucearon en las cloacas. Aníbal Fernández acusaba entonces al fiscal muerto de “turro y sinvergüenza”. Al tiempo que el estado y una fiscal impresentable intentaban apurar la conclusión de un suicidio, se esforzaban sin pausa en mancillar el nombre de un muerto. A tanto llegaron que su propia hija desde el estrado del homenaje a las víctimas de la AMIA debió salir a defender a su padre, que ya no podía hacerlo por sí mismo.
Si algo le faltaba a un día en el que el kirchnerismo arrancó promoviendo el indulto, que es totalmente inconstitucional para casos de corrupción, era un presidente actuando como matón. Nadie le pide tanto, presidente. Hasta su socia, o mejor dicho su jefa, debe estar pidiéndole por favor que deje de defenderla si va a hacerlo de esta manera. Pero, al fin y al cabo, las personas se muestran como son y usted además de autoritario y cínico, se ha mostrado como un miserable. ¿O no se acuerda de lo que decía usted mismo de la muerte de Alberto Nisman?
Usted mismo decía que él nunca hubiera sido un hombre tan alterado como para suicidarse.
Es una vergüenza que usted sea Presidente. Desde la primera magistratura de la Nación y abusando del poder del Estado, están exhibiendo el más extraordinario apriete público contra la justicia del que se tenga memoria. Y sobre todo lo hacen porque no pueden creer que, a pesar de sus embates, la justicia está de pie.
No volvieron por el pueblo. En la calle la gente sufre e intenta salir adelante en medio de una pobreza inmoral a pesar del desastre que hicieron y que hacen con la economía. Volvieron por la impunidad y no entienden que un fiscal les diga “no pasarán”. “Es ahora, es corrupción o justicia”.