En el cuento «El Rey Desnudo» (o El Traje Nuevo del Emperador), escrito en 1837 por Hans Christian Andersen, se narra la historia de dos estafadores que hacen creer a sus vecinos que fabrican una tela, tan fina y tan suave, que tenía la capacidad de hacerlo invisible para cualquier persona que conformara parte de un sector especial de la población. O de un séquito de «iluminados» que solo ellos podían percibir las bondades de la tela.
Es así que llegó a oídos del Rey, que fascinado mandó a dos de sus criados a que constataran las virtudes de tal creación. Obviamente, los criados nada vieron, pero por miedo a quedar desubicados de lo que se decía, al regreso a Palacio, informaron al Rey de las bondades de dicha tela.
Fue así que el Rey encargó a esos charlatanes la tela para lucirla en un desfile que debía encabezar. Llegado el momento, el mismo Rey, que no veía tal tela, creyó en el cuento armado y repetido por todos: que la tela era invisible. Y así salió arriba de su carroza, a presidir el desfile.
Todos veían que no llevaba ningún traje, que estaba desnudo, pero nadie atinaba a sacar los pies del plato. Hasta que un niño atinó a gritar: «El Rey está Desnudo». La gente empezó a cuchichear la frase, hasta que toda la multitud gritó que el Rey iba desnudo. El Rey lo oyó y supo que tenían razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile.
En la Argentina, está ocurriendo algo similar con lo que vengo denominando: “El esquema Lago Escondido”. Esto es la connivencia y convivencia durante años de un sector importante del poder mediático, político y judicial que manejaron a su antojo, a buena parte del Poder Judicial. Y que como el Rey (acá no hubo niño sino chats revelados) han quedado al desnudo, a la intemperie, al descubierto.
Era un secreto a voces cómo funcionaban las lealtades construidas entre directivos de medios, jueces y políticos. Todos eran tentados con los mismos “favores». Algún viajecito, invitaciones a partidos de tenis, o un retiro «espiritual» por el finde.
Hay que recordar que están imputados por una serie de supuestos delitos (que producto de este viaje al sur habrían cometido), directivos del Grupo Clarín, jueces y camaristas federales y fiscales del fuero de CABA.
Según una reciente encuesta, cerca del 70% de la población consultada está al tanto de lo que significó el viaje a Lago Escondido. Y más del 50% pide que sean investigados.
Es decir que, aunque el Rey no quiera ver lo que todos ven, también ellos saben que están desnudos y que sus acciones ya quedaron al descubierto. Y ya empiezan a sentir la condena de la gente. Así será hasta que llegue el momento que otro sector de la Justicia se digne a actuar con la ley en la mano, y ponga orden en el desorden.
El Presidente de la República, en su reciente discurso ante la Asamblea Legislativa, dejó en claro la necesidad de investigar y, en medio del griterío de los que buscaban defender al esquema Lago Escondido, dijo que «no se podía ser presa de disputas palaciegas por el control de determinados fondos…». Fuerte y al medio.
También debería salir a la luz el tema de la Obra Social de los Judiciales, que debería ser investigada por el juez Federal Ariel Lijo.
También debería salir a la luz si hubo presiones de ciertos sectores sobre fallos recientes y no tan recientes de la Corte Suprema.
También debería salir a la luz qué pasó y porque se archivó en tiempo récord, la causa que debe investigar ciertas comunicaciones “non sanctas” entre un asesor del presidente de la Corte y el ministro de Seguridad y Justicia Porteña.
Y ahí hay que aclarar cómo es que algunas causas se cierran en 24 horas y el intento de asesinato a la vicepresidenta de la República tiene tantas postergaciones y ni siquiera se sabe todavía quiénes fueron los autores intelectuales y financieros del mismo.
En la Argentina de hoy, hay sectores que están al desnudo. Tal vez no se dieron cuenta. Tal vez piensan que todo el mundo lo sabe, pero que pueden seguir con sus tropelías.
Pero lentamente, la sociedad empieza a darse cuenta que el Rey está desnudo.