Por Aldo Abram (*)
No soy partidario de los blanqueos porque, en definitiva, terminan favoreciendo a aquellos que en su momento evadieron en contra de aquellos que cumplieron con sus obligaciones impositivas. Sin embargo, la realidad es que la Argentina durante muchísimos años se convirtió en un coto de caza para los funcionarios y políticos que buscaban apropiarse del patrimonio de aquellos que invierten, trabajan y producen en el país.
Sumado a lo anterior, pretendieron decirles a todos cómo hacer mejor su trabajo o manejar el negocio. Por lo que es lógico que muchos hayan preferido salirse de nuestro país y eso haya llevado a evadir impuestos y a ocultar ahorros. Algunas estimaciones internacionales hablan de que los argentinos somos los segundos mayores fugadores de capitales por habitante del mundo.
De todas formas, esto va a tener un beneficio. Por un lado, aumentará la recaudación de impuestos, lo cual va a hacer más sustentable la solvencia fiscal que está logrando el Gobierno, haciendo más fácil mantener el equilibrio en las cuentas públicas. Por otro lado, es esperable que estos recursos que van a entrar a la economía local financien la demanda interna y, por lo tanto, permitan más consumo y más inversión, acelerando la recuperación económica.
Quizás por eso hoy que se promete un cambio de rumbo y que los atropellos contra la propiedad privada de nuestros gobiernos no volverán a ocurrir, sea conveniente abrir coyunturalmente una puerta para que aquellos que evadieron, que se llevaron sus ahorros y los pasaron de “blancos” a “negros” tengan nuevamente la posibilidad de invertirlos y ahorrarlos en nuestro país. Con esto se puede hacer que la economía muestre mayor crecimiento en beneficio del conjunto de la sociedad.
Quizás hay dos cosas que no van a jugar a favor de este blanqueo y de su éxito. Una es sostener el cepo. Tratar de convencer a la gente de que vuelva a la Argentina con sus ahorros habiendo cepo va a ser difícil. Otra dificultad es el hecho de haberlo hecho tan pronto, cuando este proceso de cambio recién se está iniciando y la sociedad no tiene aún todas las garantías de que vaya a ser exitoso.
Desde mi punto de vista, quizás se hubiera logrado un mayor blanqueo haciéndolo cuando hubiese una percepción de que el cambio de rumbo esté consolidado. Sin embargo, es cierto que lo ideal puede ser enemigo de lo bueno y que los recursos que se blanqueen son importantes hoy para hacer más fácil el camino a ser un país normal.
(*) Economista y director ejecutivo en la Fundación Libertad y Progreso
