Por Gustavo Sylvestre
En columnas anteriores he insistido en la necesidad imperiosa de que nuestra dirigencia política retome el diálogo y la búsqueda de consensos, casi como una obligación para atender las demandas de una sociedad que observa, peligrosamente, como sus dirigentes se alejan de sus preocupaciones cotidianas, para enfrascarse en disputas estériles, que nada interesan.
En su última aparición pública en La Plata, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner centró su discurso en la necesidad de recrear el acuerdo democrático, implícito en la sociedad desde el 30 de octubre de 1983, que rechazó la violencia política y supo mantener la convivencia democrática, al margen de las obvias disputas políticas.
Ese Acuerdo Democrático quedó roto el 1° de septiembre de este año, cuando intentaron asesinar a la vicepresidenta de la Nación, en la puerta de su casa, constituyendo además un hecho de extrema gravedad institucional. Sin embargo, la respuesta fue mirar para otro lado, descalificar ese intento de magnicidio y, de alguna forma -por parte de notorios dirigentes de la oposición- aprobar el mismo con su silencio.
En mi reciente visita a Brasil, para cubrir las elecciones presidenciales en las que fue electo Lula como Presidente de ese país, el expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, me comentó que había quedado tan conmocionado por el intento de asesinato contra la Dra. Kirchner, que se “argentinizó” y no dejaba de ver una sola noche mi programa de C5N, “M1”, para estar informado de las novedades en torno a la investigación y que se sorprendía por la escasa reacción ante tan conmovedor hecho.
La vicepresidenta también propuso como temas de debate: la seguridad, la inflación, la economía bimonetaria, temas en los que los dirigentes que aspiran a llegar a la presidencia deberían involucrarse.
Lamentablemente, las respuestas fueron penosas. La Unión Cívica Radical debería recuperar de inmediato la capacidad de partido de poder que alguna vez tuvo y generar este tipo de debates. Pero carece de liderazgos y racionalidad para aceptarlos y ampliarlos. Es más, trató de censurar opiniones diferentes que una figura en ascenso dentro de sus filas, el diputado Facundo Manes, dio como respuesta al espionaje institucional que Macri puso en marcha durante su gobierno.
Que mal estará la actual dirigencia para no saber distinguir las cuestiones personales de los debates que la sociedad espera. El propio Frente de Todos se ha visto cruzado en estos últimos meses por mensajes virulentos dirigidos contra Alberto Fernández, que no han hecho otra cosa que esmerilar la autoridad presidencial.
La ausencia de debate, esta idea tan “Gran Hermano” de cancelar al otro por pensar diferente, sumado a los mensajes de odio, ha enfermado a parte de la sociedad y ha diseminado la semilla de la violencia política en grupos que luego quieren salir a “matar a todos”.
Desde hace algunas semanas, representantes de la sociedad civil, junto a notorios dirigentes políticos de nuestro país, se vienen reuniendo por separado para tratar de encontrar puntos comunes que permitan avanzar en un acuerdo y proponer políticas de Estado que sirvan a la fuerza democrática que acceda al poder en 2023 y llevar adelante un esquema de gobierno previamente consensuado entre los distintos actores políticos.
Llamativamente, uno de los puntos en que coinciden es en la necesidad de introducir cambios en la Justicia de nuestro país. “Hay que terminar con la judicialización de la política”, expresan. “Se nos fue de las manos. Si ustedes creen que responden a nosotros, están equivocados, se nos fue de las manos”, ha llegado a expresar en estas reuniones un encumbrado dirigente del PRO, aunque es difícil creerle. Sea como sea, hay coincidencias en que se necesitan cambios urgentes. Que lo que hoy podría beneficiar a un sector político, mañana se le puede volver en contra.