El año empieza con un gobierno que no tiene ningún interés en mejorar la vida de la gente. El último año del peronismo en el poder será de destrucción masiva con especial énfasis en las instituciones.
Tener a una mafia en el Gobierno es un problema. Cuando la mafia está integrada por gente sin ninguna preparación intelectual, el problema es enorme. Sólo les queda destruir para defender cargos y negocios.
El peronismo abandonó definitivamente a la gente y solamente dedicará el año que les queda en el Gobierno a destrozar las instituciones. Esto no quiere decir que antes no lo hicieran (el peronismo nunca fue respetuoso de las instituciones), pero ahora la destrucción institucional es lo único que les queda como acción política. Están más cerca de Maduro o de Pedro Castillo que de cualquier gobernante democrático, y la máquina destructora de las instituciones está encabezada por Alberto Fernández.
El paso de este señor por la presidencia fue un permanente acto de autohumillación para intentar agradar a CFK. Muchos pensamos desde el primer día que este señor era una calamidad, pero su accionar fue y es infinitamente peor que el que imaginábamos. Que este hombre haya sido la apuesta del establishment argentino marca el nivel de decadencia en la que han caído muchos formadores de opinión y muchos sectores empresarios. En esta caída al infierno político, a la que Fernández se lanzó decidido por intentar agradar a CFK, le faltaba la prueba definitiva: llevarse por delante el funcionamiento institucional.
Son gobernadores ricos de provincias pobrísimas cuyos ciudadanos viven sometidos por la brutalidad política y la ignorancia de esos señores feudales, que no tienen ningún interés en que sus ciudadanos evolucionen económicamente, porque de ese modo dejarían de votarlos.
La esclavitud moderna es la de los señores feudales del peronismo que han encontrado excusas para justificar su ambición de poder y su infinita ignorancia. Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, dijo: “No voy a hacer caso a un fallo de la Corte ni acatar un fallo de ellos”. En cualquier lugar del mundo eso es una manifestación golpista. Únicamente en la Argentina, en su permanente indulgencia con el peronismo, pueden decir esas cosas y que no les caiga el mote de golpistas, que es, en definitiva, lo que son.
El próximo gobierno debería recordar que la intervención federal a las provincias es una herramienta constitucional. No se puede seguir condenando a ciudadanos a la voracidad política y a la vulgaridad intelectual de un grupo de truhanes, que no hacen nada para sacarlos de la pobreza y hacen todo para que vivan permanente en ella.
Cuando la Corte ordenó que se reintegren fondos a la Ciudad de Buenos Aires, quedó claro que eran fondos nacionales, no provinciales. Sin embargo, mariscales de la pobreza, como el gobernador Zamora, de Santiago del Estero, salieron a acompañar al inenarrable Alberto Fernández en un mentiroso y bobalicón discurso en contra de la Ciudad y a favor de las provincias. La que le sacaba fondos a las provincias era CFK cuando era Presidente. En ese momento los sátrapas hacían silencio porque le temían. Ahí no defendían a sus provincias.
Ese discurso es falso y busca solamente complacer a CFK. Todos son esclavos de ella. Ante la inevitable decadencia política y electoral, el único camino que ven es el de destrozar la República y ahí se encolumnan. Mientras, siguen inventando cargos en el Estado para amigos. Robarán hasta el ultimo día en el Gobierno.
Ahora harán un circo en el Congreso a partir del pedido de juicio político a la Corte. A eso se dedican el Gobierno y los gobernadores que no hacen una sola cosa destinada a mejorar la vida de los argentinos. Sólo defienden su poder y sus negocios.
Es deseable que la oposición actúe de manera enérgica y no les deje pasar ninguna de las barrabasadas que dirán y harán. Darle batalla al peronismo destructor es una manera de mostrar que se gobernará de manera firme en 2024.
El tiempo del “buenismo” político está agotado.