Por Diego Quindimil (*)
La “fiebre” de consumismo extremo en medio de la crisis económica que se da actualmente en Argentina es un fenómeno complejo que puede entenderse desde diferentes perspectivas psicológicas. Una posible explicación es el concepto mundial de YOLO (You Only Live Once, o traducido “solo vives una vez»), que se refiere a la idea de que la vida es corta y hay que disfrutarla al máximo, incluso si eso implica endeudarse o gastar más allá de las posibilidades económicas.
En esto hay factores sociales: el sociólogo Zygmunt Baumann sostenía que en el pasado (modernidad solida) la postergación del placer de consumir estaba sostenida por la ética del trabajo y este “sacrificio” era un valor fundamental para la época.
“El ahorro es la base de la fortuna” se decía. Sin embargo, en la actualidad (modernidad liquida) que nos atraviesa, pasamos de la ética del trabajo que abolía el placer y lo postergaba, a la estética del consumo que enaltece el placer inmediato, sin dilación.
Desde la perspectiva psicológica, el consumo puede ser una forma de satisfacer necesidades psíquicas, como la autoestima, la identidad y la pertenencia social. En una sociedad que cada vez mas valora el éxito material y el estatus social, el consumo se convierte en un medio para demostrar poder adquisitivo y obtener reconocimiento social: “Soy lo que tengo y lo que puedo comprar”.
Al mismo tiempo, la pandemia generó un fuerte impacto en nuestras vidas. En este sentido, el consumismo extremo puede ser una respuesta a la ansiedad y la incertidumbre que genera el mundo post Covid y la crisis económica, al proporcionar mediante el consumo una sensación de control y de bienestar temporal.
Pero a esa combinación de factores que se da en todo el mundo, hay que sumarle el condimento local: el “YOLO argentino”. Ese fenómeno en el que el disfrutar el aquí y ahora, la inmediatez, se traduce en una lógica consumista que también corre contra la inflación. Una especie de “hay que quemar la plata, antes de que la queme la inflación”, sumado a la imposibilidad de la mayoría de la gente de tener acceso a comprar grandes bienes (autos, viviendas, etcétera). Y así aparece el fenómeno de un consumismo intempestivo que en muchos casos se vuelca al esparcimiento (recitales, fútbol, teatro) y al turismo.
También desde la perspectiva psicológica el comportamiento de consumo puede ser influenciado por el entorno y las normas sociales. En una sociedad donde el consumismo se ha convertido en un valor cultural, la presión social puede llevar a las personas a comprar productos y servicios que no necesitan realmente, pero que les permiten encajar en el grupo social. Además, el bombardeo constante de publicidad, el marketing, los influencers, etc, crean una necesidad artificial de consumir productos innecesarios. A la vez aquel que no puede acceder a esos bienes de consumo vive en una frustración continua.
En resumen, el fenómeno de consumismo extremo en tiempos de crisis económica puede explicarse por una combinación de factores psicológicos y sociales, como mecanismos de defensa psicológicos, cultura del consumo, necesidad de pertenencia social e ilusión una mejora en la calidad de vida, sumado a la necesidad de que el dinero no pierda su valor frente a la inflación.
La idea detrás de YOLO es que la vida es corta y hay que disfrutarla al máximo, lo que puede llevar a algunas personas a gastar en exceso en experiencias, viajes, bienes materiales, para sentir que están aprovechando al máximo su tiempo y viviendo la vida al máximo. El consumismo extremo y la adopción del concepto YOLO no son necesariamente comportamientos patológicos, pero pueden ser preocupantes si se convierten en un patrón constante y perjudicial para la salud financiera y emocional de las personas. Es recomendable buscar un equilibrio entre el disfrute de la vida y la responsabilidad financiera para al mismo tiempo lograr equilibrio en nuestra salud mental.
(*) Psicólogo, speaker y profesor de la UBA, la UTDT y la UMAI.