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Elecciones en EEUU: un mundo en guerra y la necesidad de liderazgos y certezas
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Elecciones en EEUU: un mundo en guerra y la necesidad de liderazgos y certezas

Por Andrés Repetto

Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos son sin duda uno de los eventos más importantes a nivel mundial ya que se trata de una superpotencia que, por acción u omisión, incide en el resto del planeta. Su peso específico así lo determina. Hacer o dejar de hacer podría representarnos la sensación de valores desiguales a la hora de ver los resultados que generan. Pero, debido a lo que en estos tiempos está en juego en el mundo, cada movimiento del actual y futuro gobierno estadounidense es y será determinante.

Nos encontramos viviendo uno de los tiempos más dramáticos de las últimas décadas. La crisis en la que estamos involucrados es la más peligrosa desde la Segunda Guerra Mundial.

El mundo está inmerso en una nueva guerra mundial, por la cantidad de países que están involucrados en el conflicto en Ucrania. Solo por mencionar algunos de los actores podemos nombrar a Rusia, Ucrania, la OTAN (32 naciones lideradas por Estados Unidos), Bielorrusia, China, Irán y Corea del Norte. Es una guerra en Europa de alcance mundial, y ya no solo por quienes participan, sino también por la proyección de su expansión.

La profundidad de esta guerra cada vez más abierta y directa llevó a que el presidente ruso Vladimir Putin diera la orden de poner en movimiento sus arsenales de misiles y armas atómicas, incluso el traslado de estas armas letales a naciones aliadas como es el caso de Bielorrusia.

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Lo que parecía impensado hace dos años y medio cuando Moscú llevó adelante la segunda invasión de Ucrania, un ataque masivo como no se veía en décadas en el continente, está rompiendo todas las denominadas “líneas rojas” establecidas por el juego entre Washington y Moscú para mantener el equilibrio global.

Si hace solo unos meses se negaba a Ucrania que los aviones F-16 sobrevolaran sus cielos y atacaran a los rusos en su propio territorio, hoy ya es una realidad. Por estos días, la discusión y determinación de acelerar los pasos llevó a que desde Gran Bretaña se diera luz verde para que el ejército ucraniano utilice las armas que le fueron entregadas para atacar suelo ruso. Ya no a los soldados rusos que invadieron suelo ucraniano, sino que con esas armas puedan sobrepasar las fronteras ucranianas e impactar de lleno en Rusia. Esto dio paso a las discusiones sobre la posibilidad de atacar con misiles de largo alcance tanto británicos como estadounidenses. Para ese fin se llevó adelante una reunión pocas semanas atrás entre el presidente estadounidense Joe Biden y el primer ministro británico Keir Starmer en la Casa Blanca, lo que provocó una rotunda respuesta por parte de Vladimir Putin, quien advirtió que, si esto llegara a ocurrir, Rusia entraría en guerra directa con Occidente, más precisamente contra la OTAN, y en particular de acuerdo a las palabras del mandatario, contra Estados Unidos y Gran Bretaña.

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La nueva realidad global nos lleva a naturalizar los momentos que nos están tocando vivir, estamos siendo testigos de un tiempo que podría volverse único. Muchas situaciones podrían considerarse repeticiones de la historia, aunque es verdad que los historiadores niegan esta afirmación ya que la historia, sostienen, nunca es la misma, nunca se repite. Sin embargo, muchas de las situaciones que se están dando en torno a la guerra en Ucrania nos conducen con cada vez mayor velocidad a una época en la historia que parecía haber quedado atrás.

Estamos abriendo una puerta nueva, un tiempo hacia el futuro donde todos los escenarios podrían ser desconocidos.

No es la primera vez que se escucha al Kremlin advertir sobre la posibilidad de la utilización de armas atómicas en el conflicto que se da en el campo de batalla ucraniano; incluso Rusia anunció que había modificado su doctrina de defensa nacional para la utilización de armas y misiles atómicos. Ya no solo los usará ante la eventualidad de un ataque contra su territorio con armas nucleares o si considera que la seguridad nacional del país está en riesgo. Aún no se informó ante qué otra alternativa podría darse ese escenario, pero el ataque con armas cada vez más sofisticas entregadas por Occidente a Ucrania contra su territorio es el nuevo y más profundo punto de quiebre en esta guerra global.

El presidente Biden utilizó la palabra “Armagedón”, refiriéndose a la eventualidad de un enfrentamiento nuclear. Si bien este rápido recorrido de los acontecimientos de uno de los hechos más complejos para la humanidad parecen imposibles, debemos ser conscientes de que estamos al borde de un choque entre dos superpotencias. Ya no parecen quedar muchas líneas rojas que amortigüen el impacto, sumado a que las percepciones de lo que sucede en el terreno de batalla claramente no son las mismas para Washington que para Moscú. Los kilómetros de unos y otros sobre el lugar donde se desarrollan los acontecimientos bélicos son muy diferentes, así como las visiones del mundo que tienen Putin y por el momento el actual presidente estadounidense.

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Rusia incluso en estos días anunció el aumento de su capacidad militar y su alianza con China llevando adelante entrenamientos navales en todos los mares, como así también la creación por parte de Putin del segundo ejército más grande del planeta, con un millón y medio de soldados.

Este es solo uno de los escenarios que espera al futuro presidente de los Estados Unidos, sin mencionar el espejo que la guerra en Europa representa para una eventual salida militar a la crisis entre China y Taiwán.

Vivimos en un mundo que dejó de ser liderado exclusivamente por los Estados Unidos, si bien algunos expertos militares afirmaron recientemente que la fuerza militar estadounidense es todavía mayor a la de Rusia y China juntas.

La realidad global, los desafíos y movimientos a realizar en el tablero de ajedrez no pueden esperar. El nuevo comandante en jefe de las fuerzas armadas norteamericanas deberá mover sus piezas y cada uno de esos movimientos tendrán una repercusión, que será amplificada por los tiempos que se viven en la geopolítica mundial.

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Mientras tanto en el interior de los Estados Unidos se libra otra batalla, un enfrentamiento que lleva mucho más tiempo que lo que requiere una contienda electoral. Más profunda y peligrosa que cualquier otro momento en la vida democrática de esta nación.

En las coberturas a nivel periodístico se suele mencionar a cada elección estadounidense como única e histórica, claro está puede ser parte de lo que requiere el negocio de la comunicación, pero no todas las campañas tuvieron el mismo valor. Hace años la elección entre los candidatos George Bush por los republicanos y Al Gore por parte de los demócratas generó un verdadero cimbronazo al sistema electoral. Fue la justicia la que finalmente determinó el destino de la votación al decidir dónde debía hacerse el recuento; finalmente fue en el estado de la Florida, lo que terminó favoreciendo al candidato republicano. Por ese entonces fue muy polémico y no estuvo ni cerca de lo que la autodenominada “mayor democracia del mundo” viviría años después con la llegada de Donald Trump a la política (y durante su presidencia).

Nunca antes un presidente candidato había denigrado tanto al sistema electoral del país, sembrando dudas sobre el proceso electoral o incluso el propio final de la votación. Desde lo más alto del poder se minaron valores básicos de una democracia: por un lado el proceso de la construcción del sistema a través del voto; y luego no reconociendo, hasta el día de hoy, el resultado que llevó a Joe Biden a la presidencia de los Estados Unidos.

El ataque al Capitolio les costó la vida a cinco personas y dejó un peligroso antecedente. Incluso muchos votantes consideran hasta estos días que no fue Biden quien ganó las elecciones. La maquinaria de desgaste y desinformación quedó clavada en lo más profundo de la democracia estadounidense.

Lo que sucedió el 6 de enero de 2021 mientras los legisladores se encontraban reunidos para la certificación de lo que había votado el pueblo en las urnas parece haber quedado en el inconsciente colectivo de los votantes y no está claro qué condena habrá por parte de la justicia.

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Todos estos hechos, si bien son del pasado reciente, se hacen presentes y cobran mayor impulso desde el mismo momento que la convención republicana ratificó al expresidente Donald Trump como su nuevo candidato y las encuestas lo dan muy cerca de lograr el objetivo de llegar otra vez a la Casa Blanca.

Lo que durante tanto tiempo se sostuvo, lo que se creyó como algo cierto, y se repite como un mantra, que el sistema democrático de los Estados Unidos es inimpugnable y sólido, ya no es así.

La actual campaña electoral es atípica, no sólo porque el presidente Biden tuvo que bajarse de la candidatura y cederle la posta a la actual vicepresidenta Kamala Harris, sino por la violencia que la rodea. Intentos de asesinato contra el candidato republicano y acusaciones por parte de Trump hacia el presidente Biden y su contrincante Kamala Harris por estos hechos no hacen más que promover un círculo de tensión política y social que viene tomando impulso desde hace años.

Lo que generó inestabilidad y sentó las bases para lo que ocurrió en el Capitolio fue el constante debilitamiento en la creencia colectiva sobre el resguardo del voto. Si a nivel mundial la democracia dejó de ser un valor, Estados Unidos no es la excepción. Más aún si se sigue regando la semilla de la desconfianza en el único sistema que por el momento está establecido para dirimir las diferencias políticas y de visiones en una democracia: la votación.

Estar en el juego pero no avalarlo si el resultado no es el esperado es otra vez parte de la campaña de Donald Trump, y los estadounidenses se ven envueltos por segunda vez consecutiva en la misma pesadilla.

ENTONCES, ¿KAMALA O TRUMP?

En realidad, hay mucho más en juego que un nombre, un candidato o una visión de nación. Así quedó demostrado hace pocos años cuando por momentos Estados Unidos temía enfrentamientos entre civiles.

“Ser dictador por un día”, poner tras las rejas a los funcionarios electorales si vence en las elecciones, son solo algunas de las declaraciones en campaña del expresidente y nuevamente candidato; además, claro, de los ataques constantes a nivel personal contra su contrincante, quien busca la manera de despegarse del legado de Biden y dejar al descubierto lo que la candidata demócrata considera peligroso si Trump llegara a la presidencia.

La historia no se repite, es verdad. Pero sí lo es que, como dice el refrán, “el único animal que comente más de una vez el mismo error es el hombre” y que las instituciones de los Estados Unidos no parecen haber superado el terremoto y las réplicas del 6 de enero de 2021.

Falta muy poco para el martes 5 de noviembre, cuando la mayoría de los estadounidenses irán a votar, mientras que millones también lo harán por correo. Muchas cosas aún pueden acontecer.

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Donald Trump sintió, por primera vez en su carrera por la reelección, el primer golpe, y no como consecuencia de los juicios en su contra, sino por cómo la campaña demócrata está buscando entrar en la cabeza de quienes lograron salir del foso de la gigantesca grieta que divide y enfrenta a los estadounidenses.

Kamala Harris utilizó en el debate una expresión que molestó mucho a Trump, habló de “pasar la página de Trump”, dejar esa historia atrás (además de utilizar las mismas armas que Donald Trump disparó contra Biden).

Harris golpeó durante el debate el ego de su contrincante al mencionar que la gente se retiraba antes de sus discursos porque se aburría. Donald Trump decidió por el momento seguir con su intuición como su mayor asesor, pero esto lo está llevando a repetirse en las declaraciones en sus actos y dejar propuestas de lado como lo hizo durante la convención republicana. Los demócratas, sin mencionarlo, dejaron sobre la mesa el tema de la edad de Trump y los errores que comente al no ceñirse a los discursos que le marcan sus asesores de campaña.

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Pero esta estrategia aún no tiene un resultado claro. Es verdad que los demócratas lograron salir del borde del precipicio, pero esto está lejos de darles una victoria.

Por estos días, la campaña demócrata busca remarcar al candidato republicano como “no apto” y así lograron el apoyo de republicanos, excolaboradores de Donald Trump y renombrados republicanos quienes en una carta afirmaron que votarán por Harris, además de sostener de manera contundente que Trump no estaba “apto” para una nueva presidencia. Entre estas personalidades, el más destacado fue el exvicepresidente del republicano George Bush, Dick Cheney.

Pero, ¿es esto suficiente? No.

Quizás lo que más cale en la opinión pública no sea la retirada de apoyo de algunos republicanos, sino los discursos de Trump basados en fake news, como cuando sostuvo que los haitianos se comen a las mascotas de los estadounidenses en Springfield, Ohio. Falta correr mucha agua debajo del puente, y ante escenarios tan ajustados de acuerdo a lo que marcan las encuestas, el final podría ser moldeo más los errores de los candidatos que sus victorias.

Mientras Estados Unidos se concentra día a día en una campaña cada vez más compleja, en el mundo se siguen alimentando los conflictos.

En un mundo en guerra, se necesita liderazgo y certezas. Lo impredecible es un lujo que la crisis mundial actual no puede darse. El papel de Estados Unidos es y será crucial. No hay manera de no quedar involucrado, por acción u omisión. Las consecuencias del desafío en el que nos encontramos son de la misma magnitud. Construir alianzas y liderazgo colectivo es lo que nos requiere la realidad global.

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