Por Silvio Santamarina
Envalentonado por su triunfo aplastante en Misiones, el gobernador electo Hugo Passalacqua agitó el viejo fantasma de Artigas para sumarse al bombardeo contra la hegemonía porteña. “Buenos Aires solo da amarguras”, resumió.
Con modales más elegantes que los que mostró Gildo Insfrán cuando calificó a los porteños como “reverendos hijos de su madre”, Passalacqua marcó la tónica de la elección provincial, no solo la misionera, sino la de las otras dos provincias que fueron a las urnas esta semana, La Rioja y Jujuy. El triunfador misionero dejó claro que, tal como están las cosas en el mapa político nacional, él y sus pares están en condiciones de pedir que nadie “llame desde la Capital Federal para decir lo que se tiene que hacer”.
Tras la victoria en Misiones, Passalacqua apuntó contra Buenos Aires
Aunque no hubo novedades en las elecciones de este domingo, sí quedó en evidencia que los festejos federalistas en cada uno de los distritos consolidan un clima feudal propio de los tiempos en que la Casa Rosada no tiene a nadie aferrando el timón, y se teme que tampoco lo tendrá en el mediano plazo, gane quien gane.
Federalismo o feudalismo: suenan parecido, y aunque significan conceptos distintos, en la Argentina suelen confundirse, especialmente en épocas de turbulencia extrema. La mismísima Cristina Kirchner viene advirtiendo sobre esta confusión, en sus “clases magistrales”, aunque utilizando otras palabras: ella habla de “atomización” del sistema político-institucional.
Claro que se refiere a su obsesión con la división de poderes mal entendida, y con la preeminencia de los “poderes fácticos” sobre los elegidos por las mayorías electorales. Pero también piensa en los caudillismos, que se hinchan, dentro y fuera del peronismo, cuando el poder central se muestra errático e impotente ante los desafíos económicos y sociales.
Además de la coincidencia en las tres provincias del triunfo amplio e incontestable de los oficialismos locales, hubo otra, que ilustra esta mutación de federal a feudal: en dos de tres distritos, también se votó para reformar la constitución provincial. En La Rioja, el gobernador Ricardo Quintela sembró su proyecto de reforma de la carta magna con cambios populares y/o políticamente correctos (derecho al agua, paridad de género, ingreso básico universal), aunque la oposición denuncia que todo es una cortina de humo para filtrar una habilitación muy laxa para la reelección de gobernadores. Después de todo, era riojano el inventor de la “re-re”.
Amplia victoria de los oficialismos en Jujuy, Misiones y La Rioja
En el caso de Jujuy, donde el mandamás Gerardo Morales encabezó la lista de candidatos a la constituyente local, se trató de otro tipo de control: endurecimiento de la normativa de castigo a los funcionarios corruptos, profundización de los límites a los cortes de ruta y a las usurpaciones de tierras públicas o privadas.
El paquete de cambios propuestos desde el oficialismo jujeño va en línea con el mantra “paz y orden” que pregona Morales, en sintonía con su imagen de duro pero sobrio, con vistas a una oferta presidencial que compita con la mano dura de Bullrich pero con matices menos payasescos, para tomar distancia del efecto Milei.
El triunfo contundente de Morales no solo inquieta hacia adentro de la coalición de Juntos por el Cambio: también irrita al peronismo, que recela del freno eficaz que Morales le ha puesto a la protesta social, una prerrogativa que el PJ siempre quiere reservarse, como moneda de cambio para negociar apoyos de la temerosa y esquiva clase media “gorila”.
Tanto en el caso de Jujuy como en el de La Rioja, los triunfos oficiales locales atrajeron a los referentes nacionales, que corrieron a solidarizarse con el vencedor. Tanto el presidente Alberto Fernández, que sacó boleto hacia suelo riojano, como el presidenciable Horacio Rodríguez Larreta, que no se perdió la foto del festejo jujeño, buscaron contagiarse del poder garantizado que gozan sus respectivos aliados provinciales. Feudal o federal, cualquier poder que haga pie en pleno revival del “que se vayan todos” es bienvenido.
Tampoco fue sorpresa, aunque llama la atención de los analistas, el tercer puesto cómodo con el que tuvo que conformarse el candidato de Milei en La Rioja. La elección del sobrino de Carlos Menem como representante de La Libertad Avanza en esa provincia fue una excepción en el espacio del libertario, que acaba de tomar distancia drástica y preventiva de infinidad de oportunistas y prestidigitadores electorales de todo el país, que tratan de colgarse al barrilete cómico de Milei para arañar votos y fondos a nivel local.
Así como el relato porteño de “la grieta” quedó superado por las estrategias de armado de los caudillos federales/feudales, el nuevo relato porteño que aspira a ordenar el tablero del poder nacional, “la casta”, también viene siendo derrotado en las urnas por los viejos oficialismos de siempre.
¿Y ahora qué? Por lo pronto, el domingo 14 se votará, muy lejos de la incierta contienda nacional, en otras cinco provincias: Tucumán, San Juan, La Pampa, Salta y Tierra del Fuego. Allí tampoco se esperan grandes sorpresas, por lo que el peronismo espera respirar aliviado al menos por un fin de semana, en medio de tantas malas noticias. Allí también los oficialismos pintan ganadores del statu quo. Tanto, que incluso podría salir de estas listas ganadoras algún serio aspirante a encabezar, o al menos a acompañar, la boleta presidencial que finalmente presente el peronismo cuando se ordene, por las buenas o por las malas, su interna preelectoral.
Pero no se trata tanto del factor “oficialismo” para entender el devenir de este mayo recontra electoral. Más bien hay que enfocarse en el factor “territorio” local, ese que, a falta de un modelo federal verdadero para reencauzar el país entero, al menos permite ejercer cierto control de votantes y de caja, que le sirva de refugio temporario a una dirigencia floja de liderazgo y representatividad.