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En la mesa electoral de 2023, algo huele a oficialismos desgastados y a baja participación
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En la mesa electoral de 2023, algo huele a oficialismos desgastados y a baja participación

Por Carlos Fara (*)

La intensidad electoral está sobre la mesa, aunque todavía faltan dos meses para conocer quiénes son los comensales. Al menos ya sabemos que Macri y Alberto se autoexcluyeron del ágape. Por lo pronto, los que siguen interesados están todos en la picada previa, oteando qué hay servido, acercándose a los contertulios que más le interesa a cada uno, de modo de elegir la silla adecuada. Pero claro, no hay sillas para todos. Más de uno se quedará como espectador, debiendo contentarse solo con el vermú.

Jugado y sin fichas

A partir de lo que hay sobre la mesa, se va especulando sobre cómo será la entrada, el plato principal y el postre. Por eso la mirada con lupa de las primeras rondas, como Neuquén, Río Negro y algunos municipios sueltos. Sin embargo, son solo espejismos.

Nada de lo que está sucediendo permite avizorar el futuro. Dio la coincidencia que ambas provincias mencionadas además estaban administradas –y lo seguirán estando- por fuerzas provinciales, y el resto de la oferta estuvo bastante mezclada, de modo que ni siquiera se pudo ver el mismo esquema que probablemente suceda en las presidenciales.

De todos modos, algo huele a oficialismos desgastados. Más allá de si el ganador en Neuquén es o no un MPN bis, lo cierto es que la escudería oficial venía con dificultades hace un tiempo (dependía cada vez más del aporte de colectoras) y terminó con desplazamiento de coalición. Por su parte, Weretilneck en Río Negro se impuso, pero relegando 10 puntos respecto a las últimas dos elecciones ejecutivas. El peronismo que comandaba en la ciudad de Trelew también perdió el control. Contradicen la tendencia los triunfos oficialistas en los municipios cordobeses este año (todos de Juntos por el Cambio).

También flaquea la participación electoral, algo que a nivel nacional ya se había visto en la elección legislativa de 2021. Este dato no solo complica los cálculos electorales de las encuestas, sino que además indica un progresivo desapego con lo que sucede en el sistema político, abriendo las puertas para una experiencia desconocida para la Argentina. Más allá del voto obligatorio histórico, al ser casi inexistente la sanción por la abstención, se hablaba de un compromiso cívico fuerte de la gran mayoría.

La experiencia indica que los resultados de las elecciones provinciales previas a la instancia presidencial no actúan como “efecto catarata”. Siendo la mayor parte de las provincias gobernadas por mandatarios filo-peronistas con alta estabilidad del mismo signo político, sus respectivos triunfos no impidieron que finalmente se imponga un candidato no justicialista. Ya sucedió en 1999 y en 2015. Nada hace pensar que tampoco hubiese una incidencia este año. La gran mayoría tiene claro que son cuestiones distintas.

Tampoco sirve este adelanto para fallar sobre las posibilidades de Milei a nivel presidencial, aplicando el mismo criterio que se mencionaba recién. En ambas provincias estuvieron dentro de los cálculos previos, a sabiendas de que la intención de voto para el libertario duplica esos sufragios obtenidos. También se puede decir que la simple asociación con la figura y el logo tampoco obran milagros. Es lo previsible en estos casos.

De modo que se deberá esperar al “súper mayo”, en donde habrá elecciones generales en nada menos que ocho provincias repartidas en dos domingos seguidos, para tener más pistas respecto a los vientos que corren. A priori, en todas podría haber continuidad política. Sin embargo, se debe poner un poco el microscopio en tres: La Pampa, San Juan y Tucumán. En la primera triunfó Juntos por el Cambio en 2021, y en las otras dos la victoria del Frente fue muy ajustada. Al menos hay aroma a cambio en las tres, aunque las oposiciones no llegasen a ganar.

Javier Milei y Patricia Bullrich. Fotos: NA

Mientras los probables comensales se entretienen con el vermú, vamos seguramente hacia la etapa de mayor conflictividad dentro de las precampañas, ya que se harán las primeras grandes apuestas: frentes y candidaturas. En este sentido, casi ningún actor descarta nada. Desde los halcones cambiemitas que especulan con Milei, hasta las palomas oficialistas que se preguntan si no se producirá una ruptura en la principal oposición que derive en un escenario de tres… pero distintos, con lo cual sería un barajar y dar de vuelta. ¿Habría una avenida del medio con moderados de Juntos por el Cambio con pares del Frente de Todos, más peronistas no kirchneristas?

Cuando se hacen ese tipo de especulaciones, se mira solo a la fotografía actual. Pero el punto es que las rupturas tienen al menos dos consecuencias: 1) alguien paga un costo, más probablemente el que quiebra algo existente (a los ojos de su propio electorado), y 2) requiere un reacomodamiento de las preferencias ciudadanas que no es rápido ni sencillo.

Foto: NA

¿Qué pensaría el votante promedio de Milei si de la noche a la mañana se sube al barco Macri, a quien muchos culpan por la situación actual, económica y política? ¿Los probables votantes de Patricia Bullrich se van automáticamente a un nuevo frente solo porque ella no coincide con el estilo y el programa de Rodríguez Larreta? ¿Dónde queda entonces la principal motivación de todo el conglomerado de votantes cambiemitas, que es expulsar del poder al kirchnerismo? Frente a ese terremoto, ¿el radicalismo se rompe o se dobla?

Son todos interrogantes que angustian y pueden generar indigestión en los aspirantes a la cena central. Se comprende que la guerra de nervios irá en ascenso, generando titulares conmocionantes en las próximas semanas.

(*) Consultor político y titular de Carlos Fara & Asociados

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