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En la vida hay que elegir
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En la vida hay que elegir

Por Carlos Fara (*)

¿Por qué hay tanto conflicto dentro del Frente de Todos, teniendo en cuenta que Cristina Fernández de Kirchner es la gran figura de la coalición y Alberto Fernández es un presidente con poco poder y desdibujado? Porque existe una cuestión de proporciones y de complejidad de intereses.

Respecto al problema de proporciones, Cristina es quien posee el paquete mayoritario de la coalición gobernante, pero su capacidad de veto tiene dos limitantes importantes.

No puede vetar todo lo que no le gusta porque existen impedimentos formales (por ejemplo, constitucionales). Si ella quisiese que se eliminen las PASO, cambiar el número de integrantes de la Corte o transformar el Consejo de la Magistratura debería poder tener los suficientes votos en ambas cámaras, cosa que hoy no tiene. No puede sacar DNU, porque eso solo lo puede hacer el Presidente. En todo caso, puede ordenar que no se ejecuten ciertas decisiones de Alberto, pero no mucho más que eso. Por lo tanto, todo su gran poder, a la hora de la administración cotidiana en el Poder Ejecutivo Nacional no es tan grande.

El segundo limitante es de realpolitik. Desde ya que podría hacer renunciar de forma efectiva a todos los funcionarios que le responden, pero ¿qué ganaría, además de producir una crisis política e institucional en la cual ella también pagaría los platos rotos? Es como el poder nuclear de Estados Unidos: lo puede ejercer para destruir un país, pero eso podría tener consecuencias terribles para el planeta entero; ergo, en muchas crisis solo puede operar de modo quirúrgico.

En definitiva, Cristina Kirchner tiene más poder de veto que poder real. El primero es evitar que se produzcan ciertas situaciones (por ejemplo, impedir que avance en el Congreso el proyecto de reforma judicial del Presidente, el cual le parece que sirve para poco). El segundo es el poder para hacer lo que quiera, y ahí es donde las limitantes son más profundas de lo que se supone.

Otro factor es la complejidad de intereses. En una situación crítica -como está el Frente hoy, tanto desde lo político como desde su relación con la mayoría de la sociedad- los actores tienden a defender sus propios objetivos, pujando por recursos presupuestarios o legislativos, en la lógica del “sálvese quien pueda”. Por eso es que el problema no es solo entre Alberto y Cristina, sino que están La Cámpora –en cierta tensión interna y externa-, los gobernadores, las ramas sindicales, los movimientos sociales, los intendentes bonaerenses y un sinfín de grupos pequeños muy ideologizados que tensionan en la agenda pública. Todo ese conglomerado es muy difícil de administrar en general, mucho más cuando la conducción estratégica tiene una capacidad limitada de poder de veto y de construcción.

Dados los dos factores desarrollados, se producen muchas situaciones de difícil resolución, sin que algún actor empiece a jugar de la peor manera: traicionando.

Primer ejemplo: la conveniencia o no de mantener las PASO. Al cabo del proceso nunca quedó claro que la conducción tuviera una posición unívoca al respecto. Se las quería eliminar para complicar a Juntos por el Cambio, pero al mismo tiempo dificultaba el ordenamiento de un conjunto variopinto en el principal distrito del país. Resultado: se mantuvo el statu quo legal.

Segundo ejemplo: ¿es conveniente que Cristina sea candidata a algo en 2023? Algunos dicen que sí porque obviamente es la figura más fuerte. Pero otros dicen no porque en muchos distritos es “piantavotos”. Ergo, dada la disimilitud de conveniencias, el Frente está en veremos sin poder definir un tema político central: ¿qué rol debería tener la jefa en este damero electoral? ¿Es verdad que si ella no está se caen votos? ¿A dónde irían? Pero si ella es activa en la campaña pidiendo el voto para sus candidatos, ¿eso no sería como si estuviese en la ristra de papeletas? Da toda la impresión que falta claridad conceptual y analítica en aspectos claves.

Por consiguiente, con todos estos factores sobre la mesa, es muy difícil resolver el intríngulis en el que está metido el Frente de Todos. Nadie tiene la llave para resolverlo, al menos de manera sencilla. Cuando una situación está tan “quilombificada” –diría Perón- lo mejor es dejar que las disputas fluyan y se consagre un mecanismo de resolución inapelable, que sería el voto de la gente. “¡Pero eso le quita poder de definición a Cristina!”. Sí. En la vida hay que elegir… (slogan del Frente para la Victoria hace exactamente 10 años atrás).

(*) Analista político y titular de Carlos Fara & Asociados

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