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Europa se endurece para superar su crisis interna y el fracaso de la agenda globalista
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Europa se endurece para superar su crisis interna y el fracaso de la agenda globalista

Por Darío Lopérfido

Las políticas laxas, las fallas en la seguridad y el discurso fracasado de la integración en Europa está produciendo un cambio fuertísimo de tendencia en muchos países.

El cambio político en Europa se avecina y será muy fuerte. Durante años, este bloque estuvo bajo una línea que podríamos definir como progre, bien intencionada y muy inocente (bordeando la idiotez). Existía (y aún existe) en Europa un sentido de remordimiento que parecía querer expiar sus culpas mediante un espíritu globalista que hoy muestra ser un fracaso.

La Unión Europea fue una muy buena idea que llevó paz y bienestar a un continente que tenía una historia de guerra. El gran problema es que, paulatinamente, fue convirtiéndose en una burocracia seguidora de líneas de pensamiento que hoy muestran su agotamiento.

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Huelga decir que está muy bien cuidar el medio ambiente. Se han tomado buenas medidas en ese sentido y las diferentes industrias han elaborado productos (los autos eléctricos, por ejemplo) que han contribuido fuertemente a cuidar el clima. Lo que debería ser un éxito de cooperación entre Estados y privados se convirtió en un ejercicio de auto flagelación, que llevó a varios países a subirse a discursos falsos para seguir a progresistas ignorantes que enarbolan teorías estrambóticas en contra de la energía nuclear.

A raíz de esas campañas sin fundamento científico, varios países (Alemania, entre otros) levantaron sus centrales nucleares que producían energía segura, no contaminante y barata. El resultado que provocaron las puestas en escena colmadas de discursos buenistas fue el encarecimiento de la energía para empresas y ciudadanos, y dependencia de socios poco confiables como Putin.

Por otra parte, la inmigración sin control acompañaba esa tendencia buenista y cualquier persona que quisiera poner un matiz sobre eso o que cuestionara ciertas cuestiones corría el riesgo de que le cayera el mote de “racista” o “antiinmigración”. La falta de cavilación, razonamiento y análisis respecto del choque cultural que implica que gente con modos radicalmente distintos de vida tengan que convivir en un mismo sitio provocó que hoy vastas zonas de Europa (Bélgica, Suecia, Francia, Alemania, entre otros países) estén mayoritariamente ocupadas por musulmanes que nunca se han integrado y viven en una suerte de gueto donde rigen sus reglas.

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Para tener medida de la crisis, basta mencionar que un barrio en Bruselas llamado Molenbeek es considerado el semillero del yihadismo en Europa. De allí salieron, entre muchos casos, los terroristas que atentaron en el club Bataclan en París y en varios lugares de la capital francesa. Un atentado que en el que murieron 130 personas y hubo más de 400 heridos.

Las políticas laxas, las fallas en la seguridad y el discurso fracasado de la integración en Europa está produciendo un cambio fuertísimo de tendencia en muchos países.

Las últimas elecciones en Países Bajos las ganó con comodidad el partido de Geert Wilders, que sostenía un discurso muy fuerte contra los excesos inmigratorios. Logró, además, un acuerdo de gobierno con otros partidos, que tienen entre sus postulados la política de inmigración más restrictiva de la historia de ese país. Alemania está gobernada por una coalición encabezada por el social demócrata Olaf Scholz y el Parlamento acaba de sancionar una ley que endurece su política migratoria. Por su parte, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, declaró que “hay un problema entre la cultura islámica y los derechos y valores de nuestra civilización. La sharía significa lapidación por adulterio, pena de muerte por apostasía, pena de muerte por homosexualidad”. Meloni tiene cada vez más popularidad.

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La izquierda en Europa va en picada y está fracasando por gobernar solo con su ideología. A su vez, las anteojeras le privaron de entender lo que realmente estaba pasando en sus países. Se quedaron solos pidiendo bloqueos y “cordones sanitarios a la ultraderecha” mientras los ciudadanos los abandonaban.

Desatender las preocupaciones de los votantes por la propia ideología de los políticos suele ser una catástrofe para quienes lo hacen. Europa está demostrando, una vez más, la validez de está afirmación.

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