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La Argentina de las dos películas
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La Argentina de las dos películas

“En la Argentina hay dos películas corriendo en paralelo”, dice el economista Eduardo Levi Yeyati. Una película es más visible y muestra la crisis crónica; y la otra película es subyacente, va por debajo y tiene que ver con un mundo que cambia delante de nuestros ojos. “Pero cuanto más inmediata es la primera película, menos somos conscientes de la segunda”, agrega.

Decidí tomar el modelo de las dos películas para analizar también las subdivisiones de la crisis que es económica, política y social, como él dice. Si uno analiza las encuestas, pero también la desconexión política respecto de la realidad más palpable de la gente, también hay dos películas.

La película de la crisis económica, y su impacto personal en la vida del ciudadano común, y la película de la crisis política, aunque estén ligadas una con otra, aparecen por momentos en pantallas separadas. Por varios motivos.

Es imposible que la gente no viva su propia película en primerísimo primer plano: la de sus padecimientos personales, su desazón sobre el futuro y su inquietud por el presente que se deteriora. ¿Cómo hago para que me alcance la plata? ¿Cómo sobrevivo sin caerme? ¿Cómo vuelvo a mi casa a salvo sin que me asalten?

Es curioso, pero esta película debería estar inmediatamente conectada con la película política porque debería ser la razón de ser de esa película, sin embargo cuando uno mira la película del poder, la cosa se complica.

Por momentos ve una película desconectada de la otra, de manera peligrosa. Un gobierno ensimismado continúa el rodaje de una película selfie en la que sólo se miran a sí mismos. El ombliguismo, con culto a la personalidad incluida, peleas internas descarnadas y mala praxis en la gestión, no sólo empeora la otra película, sino que parece ignorarla o peor, negarla.

Ahora, en el guión buscan conjugar peligrosamente el embate a la Justicia por las causas contra Cristina Fernández con el ataque sufrido por la vicepresidenta. La utilización del hecho mina incluso la empatía frente a una situación gravísima que encima enrarece el clima general, porque inocula la sombra de la violencia. De hecho anoche hubo una nueva amenaza y decidieron incrementar la custodia.

Pero se plantea una tercera película que el Gobierno busca que no se proyecte ni se mire, mientras intenta concentrar la atención, y es la película del ajuste. Es difícil encontrar voces oficiales que se congratulen con algún avance de Sergio Massa, o con la frágil estabilidad económica de estos días. Como si el ministro de economía fuera ese familiar no aceptado con el que no se quiere tener pertenencia. Al mismo tiempo, y aquí es donde se nota que se trata de mero disimulo, nadie sale a criticarlo por cosas que a su predecesor Martín Guzmán le habrían valido asomarse a las puertas del abismo.

Las fotos de Massa con las titulares del Fondo y del Tesoro son tan singulares que por momentos parece ser él el que les va a prestar plata por su actitud. Pero, además, exudan un contenido gestual casi de amor explícito, de novelón, de galantería. Nadie dijo nada. El ajuste es la película que el kirchnerismo quiere ver como apócrifa. Es la película prohibida. Pero las cosas llegaron a tal punto que no les quedó otra que encararlo.

Esta película política que va en segundo plano de la crisis inmediata de la gente, no deja afuera a la oposición. Las divisiones latentes derivan en acuerdos inadmisibles como el de dirigentes de la UCR de Chubut con el kirchnerismo para eliminar las PASO.

Los líderes del PRO salieron a denunciar la movida pero esto no oculta una preocupación. ¿Es sólo el Gobierno para dividir a la oposición el que está detrás de esta movida que tiene replicas a nivel nacional? ¿Hay un germen de cortarse solos en ciertos opositores para no perder en la competencia interna, aunque cueste unión de la oposición? Si bien a nivel nacional hoy el oficialismo no tiene los votos, es claro que buscarán apoyos en el interior. Sin PASO, la oposición podría dinamitarse en fracciones.

La eliminación de las PASO, como la ley de lemas en San Juan, son un retroceso democrático porque le quitan poder de elección al ciudadano sobre quiénes serán sus representantes. La ley de lemas es un sistema amañado para conservar el poder mediante subdivisiones que alteran el resultado. Viejas enfermedades que vuelven. Manotazos de una política desesperada.

Si bien esto no se anota en la cuenta de la oposición, sí los anuncios del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales. ¿Es el momento adecuado de proponer una reforma en la Constitución de su provincia? ¿O pondrá en pie de guerra a propios y extraños en un momento donde la tensión está a tope e in crescendo?

Y volviendo al centro del escenario opositor, ¿lograrán encauzar en paz la interna ya descarnada entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich? Ambos juran y perjuran que no se bajan aunque Macri decida jugar en las elecciones presidenciales. ¿Macri va a jugar? ¿Son tanto ellos como los radicales conscientes de que la gente los observa para descular si son capaces de tomar la posta en una Argentina que naufraga buscando llegar al menos a la costa? A veces la fragmentación interna es inocultable cuando deberían recordar todos los días al levantarse que sin unidad no hay vuelta al poder. El triunfo en Marcos Juárez reavivó cierta mística, pero abundan los unipersonales. Y la gente lo percibe. La oposición tiene la obligación de ser una reserva de certeza.

Es imposible no comprender lo que marcan las encuestas: la falta de credibilidad en el Gobierno es consecuencia de una realidad paupérrima y de la desconexión de sus figuras con esa realidad. A veces parecen estar de verdad en otro planeta. Y la falta de esperanza sobre el futuro es algo de lo que la oposición debería tomar nota si están más cerca del poder en ese futuro, inmediato al menos. Es todo muy frágil. Demasiado frágil.

Algunos plantean la urgencia de cerrar la grieta o lograr algún puente de diálogo entre gobierno y oposición. Pero también hay un problema de liderazgo, es decir de ofrecer un destino, y decir por dónde caminar hacia él que está vacante.

En cuanto a la grieta, la discusión puede ser interminable. Pero si no hay acuerdo sobre el respeto a la Constitución que es el contrato de cómo vivir entre nosotros, cualquier tregua será temporaria. El kirchnerismo plantea en sus propuestas una ruptura del sistema. Cuando va contra la división de poderes, el derecho a la propiedad o contra la libertad de prensa aleja al país de la república. Y así es difícil porque esa es su vocación permanente. Son eso.

Se equivocan los que ven aquí un River-Boca. No es un Boca-River. En el Boca-River o en el River-Boca, aceptan las reglas del juego del fútbol. Aunque de tanto en tanto haya árbitros polémicos o controversias sobre el VAR.

Todo lo que pase en esta película no es tan importante para el ciudadano común como las peripecias en las que se siente arrojado, abandonado, sufriente, por la crisis económica. Pero cuidado, ese padecimiento hondo de la sociedad, hace que todo lo que pasa en el poder se observe con una sensibilidad especial. En esa sensibilidad se tejen las desconfianzas y las impaciencias. La sociedad argentina no es apática aunque a veces parezca. En estos años de estancamiento y decadencia ha mostrado que sólo espera mansa para ir a votar. Está en la suya, pero no es que no ve. Cuando llega a las urnas, edita los dos largometrajes. Los directores de cine de la política vernácula, deberían tenerlo presente.

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