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La crueldad al poder: la columna política de Gustavo Sylvestre en Newsweek Argentina
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La crueldad al poder: la columna política de Gustavo Sylvestre en Newsweek Argentina

Por Gustavo Sylvestre

“Cruel”. Según la definición de la Real Academia Española, significa “que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos”. Este término bien podría aplicarse para definir este momento de la Argentina y, sobre todo, al Gobierno del presidente Javier Milei, que no se cansa de provocar a cuanto sector social desee castigar, ya sea con su motosierra de recortes o con su palabra virulenta y agresiva.

“Cruel” es un Gobierno que les niega alimentos a los más necesitados, mientras los tiene acumulados en un depósito. “Cruel” es un Gobierno que les niega remedios para tratamientos carísimos a personas que no pueden acceder a ellos. “Cruel” es un Gobierno que dice que viene a terminar con el Estado, cuando este debe atender cuestiones básicas de salud, educación, seguridad o justicia para sus ciudadanos. “Cruel” es un presidente que se jacta de no terminar viviendas sociales, bajo el argumento de que sólo sirven para el hacinamiento.

¿Sabrá el Presidente lo que es la falta de un techo para miles y miles de argentinos que lo buscan desesperados? ¿No es cruel dejar sin concluir 16.000 viviendas dignas solo en la Provincia de Buenos Aires? Si eso no es la crueldad, la crueldad dónde está…

Pareciera que el Gobierno se complaciera con los padecimientos que a diario reflejan las crónicas periodísticas; sectores de la sociedad que no pueden pagar un boleto de tren o colectivo por culpa del “boletazo” que se ha aplicado; o servicios impagables, frente a salarios cada vez más deprimidos y que no le ganan a la inflación.

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Y también “cruel” es un Gobierno que “celebra” vetar un mínimo aumento a jubilados, la clase social que más se ha emprobrecido con el Gobierno de Milei. Según las estadísticas, un 35,7% de jubilados son más pobres en estos nueve meses de su administración en comparación con el año pasado.

Y la celebración de la crueldad tuvo como máxima expresión el asado que en la Quinta de Olivos el presidente Milei ofreció a sus funcionarios y a los 87 diputados “héroes” (según el Presidente) que ayudaron a ratificar el veto presidencial a ese aumento, es decir, para celebrar que los jubilados se quedaron sin una nueva fórmula jubilatoria más favorable.

Nunca antes se había visto que la dirigencia política, “la casta”, festeje que se le niegue un mísero aumento a uno de los sectores sociales más postergados de la sociedad.

El asado de Olivos conjugó esa celebración de la crueldad y el odio que sectores de la política han inoculado en estos años en la sociedad -sobre todo desde la derecha argentina- hacia todo lo que provenga de lo “nacional y popular”. Según sus postulados, todo eso tiene que ser “destruido” en el inconsciente colectivo. Y me refiero a todo aquello que signifique un ascenso en la escala social de aquellos sectores que deberían poder mejorar su calidad de vida a partir de políticas de inclusión y de redistribución. Pero no. En su lugar, aplican el término “degenerados fiscales” a todos aquellos que promuevan mejoras.

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Una amplia mayoría de la sociedad rechaza el veto impulsado por el presidente al aumento de los jubilados y también el veto que se viene sobre el financiamiento universitario. La última encuesta de la consultora Zuban-Códoba advierte (y el gobierno debería tomarlo en serio) que la palabra presidencial comienza a deteriorarse ante la opinión pública.

El Gobierno y sus sectores aliados del PRO y del radicalismo deberían percibir que el humor social comienza a girar lentamente, pasando de aquel conformismo que se notaba en los primeros meses del Gobierno a expresiones crecientes de bronca, de rebeldías populares por necesidad (saltar los molinetes de las estaciones o caminar por las vías del tren por no poder pagar el boleto), y de una calle que se pone cada vez más caliente.

El Gobierno debería, en este sentido, agradecer a intendentes, gobernadores y a los dignos dirigentes sociales (que los hay y son muchos) que día a día contribuyen a que la paz social no se altere, y no asfixiarlos económicamente o atacarlos con falsas denuncias mediáticas.

El Gobierno tiene que entender que no puede estar todo el tiempo tirando de la cuerda, atacando a diestra y siniestra a dirigentes que no piensan como ellos. Y debería comenzar a escuchar las advertencias que comienzan a llegarle desde distintos sectores sociales asfixiados por el ajuste. Más allá de atender las deudas externas, debería mirar las crecientes deudas internas.

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