Por Javier Pianta, Santiago Giorgetta, Manuel Zunino, Candela Giuffre, Agustin Wenger, Joaquín Elce, Ana Monsell y Hernán Canal Vences (*)
En una escena cargada de simbolismo y retórica, Milei cerró el año con un balance que, más allá de sus implicancias políticas, refuerza su construcción mítica de un presente refundacional. Bajo una narrativa que combina épica, datos técnicos (no exentos de polémica) y polarización moral, consolida un estilo disruptivo que intenta delinear un nuevo comienzo.
El eje estructural del discurso fue una línea temporal que divide el “caos” del pasado, el “sacrificio” del presente y la “esperanza” de un futuro cercano.
A través de repeticiones como “hace exactamente un año”, Milei trazó un contraste drástico y la polarización “pueblo vs. casta” recorrió todo el mensaje, reforzando la idea de que la sociedad, al enfrentar el “ajuste más grande de la historia de la humanidad”, es también el protagonista de un “milagro argentino”.
El simbolismo en el discurso es abundante y estratégico. La “motosierra” no solo representa un ajuste fiscal drástico, sino también una limpieza moral del aparato estatal. Frases como “el desierto que dejamos atrás” o “¡el sol de la esperanza asoma!” refuerzan una narrativa de redención. Las referencias religiosas y la cita de Jefferson (“el precio de la libertad es su eterna vigilancia”) apelan a valores universales, conectando su programa con una superioridad moral autoasignada.
Milei en Cadena Nacional a un año de su asunción: los principales puntos de su discurso
Milei enfatizó en resultados macroeconómicos como la reducción de la inflación, la brecha cambiaria y la eliminación del déficit fiscal. Sin embargo, el impacto directo en la vida cotidiana de los ciudadanos fue más ambiguo, un punto crítico en la narrativa.
El contraste entre el pasado “nefasto” y un presente de “orden” plantea interrogantes sobre cómo ese cambio se refleja en términos concretos y, sobre todo, en qué medida la descripción coincide con la percepción social.
La «casta» se mantuvo como el villano del relato. Sin nombres concretos, el término opera como un comodín simbólico, significante vacío que le da sentido en su polaridad a un nosotros. Frente a esto, Milei se posiciona como el reformador heroico, capaz de encarar cambios que otros evitaron. La polarización sirve no solo para consolidar su base de apoyo, sino también para movilizar emocionalmente a un electorado que busca certezas y cuya intensidad no es la misma que hace un año.
Aunque el discurso celebra logros en la “macro”, temas clave como educación y salud fueron marginales o directamente ausentes. Las referencias a una «reducción del Estado» y a la «competencia fiscal» plantean inquietudes sobre el impacto en sectores vulnerables, más allá de las menciones generales a la protección social. Esta ambigüedad parece calculada: suficiente para convencer a sus seguidores, pero con espacio para reinterpretaciones futuras.
El discurso de Milei no fue un balance de su primer año de gestión, sino también un anticipo de su estrategia para el año electoral. Con un estilo solemne y épico, apelando nuevamente a la ética del sacrificio, consolida un relato que busca posicionarlo como el único capaz de guiar a la Argentina hacia un futuro prometedor.
Sin embargo, el éxito de este relato dependerá de cómo las promesas de prosperidad y el marcado optimismo que mostró, se materialicen en la vida cotidiana, un terreno donde los datos macroeconómicos no suelen ser suficientes.
A medida que se acerca el inicio del ciclo electoral, la “Nueva Argentina” de Milei seguirá generando debate: ¿es un milagro en construcción o mera construcción narrativa?
(*) Los equipos de las consultoras PDM y Proyección se juntaron para analizar el minuto a minuto del discurso del presidente Javier Milei sobre su primer año de gobierno