Por José Luis Espert (*)
Por primera vez desde la vuelta de la democracia en 1983, Argentina ha votado un presidente liberal, Javier Milei.
En los últimos 60 años mi país ha tenido seis crisis de características homéricas. Una en promedio cada 10 años. A mediados de los ‘70 sufrió el “Rodrigazo”, luego la crisis del plan del exministro José Alfredo Martínez de Hoz llamado “La Tablita”, después la de la hiperinflación, más tarde la crisis 2001-2002, para seguir con la del plan de los Kirchner en 2008-2009 y finalmente sobrevino la del plan de Mauricio Macri en 2018-2019.
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Seis veces estuvimos al borde del precipicio y seis veces nos tiramos de cabeza por el acantilado generando crisis, inflación, devaluación descontrolada de la moneda, cierre de comercios, de empresas, pérdida de puestos de trabajo, pobreza, indigencia, marginalidad, fuga de capitales, perdida de capital humano, entre muchos otros problemas.
Y nuevamente estamos frente a las puertas de un estallido inflacionario o peor, como el propio presidente Milei lo ha dicho, al borde de una hiperinflación.
¿Qué es lo que nos pasa a los Argentinos? ¿Por qué nos repetimos tanto en el dolor de alejarnos cada vez mas de aquel país rico y próspero que supimos ser hasta mediados del siglo pasado?
La raíz está en el capitalismo de rapiña, corporativo, prebendario y corrupto que aplicamos. Los empresarios más poderosos no son Bill Gates o Steve Jobs que revolucionan para bien la vida humana sino verdaderos traficantes de influencias. Nuestros políticos, no abrazan la actividad política como una de servicio a los argentinos sino para servirse de ello y los sindicalistas se niegan a cambiar las leyes laborales a pesar que la mitad de la clase trabajadora lo hace en el circuito informal, con salarios miserables, sin medicina, sin seguro previsional, sin vacaciones.
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Todo esto es lo que ha venido a cambiar el presidente Milei. Ese es su mandato porque ese fue su mensaje a la sociedad en campaña. Ha venido a abrir la economía al comercio internacional y terminar con el proteccionismo industrial que ya lleva un siglo y que ha provocado que los bienes en Argentina sean carísimos y de mala calidad.
Otro mandato es el de terminar con el Estado como botín de unos pocos vivos sino una verdadera fábrica que produzca bienes públicos como seguridad, defensa, diplomacia, justicia y educación y salud básicas, sin déficit fiscal para terminar con la inflación. Además se ha propuesto terminar con un sindicalismo mafioso y corrupto que tolera trabajadores miserables pero dirigentes sindicales que se pavonean en autos de lujo.
Foto: NA/ Juan Vargas.
El desafío para el presidente Milei es enorme. Evitar una crisis inflacionaria al mismo tiempo que hace ajustes por la herencia recibida del gobierno kirchnerista (liberación de precios, fin de los subsidios a la energía y al transporte, etcétera) y generar la esperanza de una nueva Argentina, que ya fue digna y rica pero que hace casi un siglo perdió el rumbo, a través de una desregulación de la economía muy profunda que afecta mucho intereses corporativos y poderosos.
Como los países en general no desaparecen, pueden ser muy prósperos o infinitamente miserables. Cuba y Venezuela están disponibles al final del camino de pobreza que encararon hace mucho tiempo.
El desafío del presidente Milei es comenzar a enderezar un barco cada vez más desviado en su dirección y en peor estado.
Por el bien del liberalismo y el bienestar de todos los argentinos, ojalá que tenga suerte y que se cumpla aquel dicho tan porteño de que “Dios es argentino”. Lo necesitamos.
(*) Doctor en Economía (UCEMA); profesor de Macro Economía; Diputado Nacional Avanza Libertad (PBA); y Autor de “La Argentina Deseada” (Sudamericana)
