Por Silvia Ons (*)
Una mirada sobre lo femenino asociado a la política, a partir de la conformación del nuevo gobierno. Del feminismo progresista a uno de signo opuesto. Karina Milei y los vínculos fraternales a lo largo de la historia universal.
La investigadora académica Cecilia Perczyk nos dice que, durante el siglo V a. C., la locura adquiere en Atenas el estatuto de enfermedad asociada a lo femenino. La construcción que se hizo de Cristina Fernández tiene relación con el mundo clásico, con la forma en la que se representaba lo femenino. Uno de sus apodos fue: “la yegua”.
Nos dice Perczyk, que la metáfora equina para hablar de las mujeres es un recurso literario que se emplea ya desde el género trágico y en los tratados hipocráticos para expresar el descontrol que provoca el acontecimiento de la locura. Cristina es visible, carismática, pasional, popular y también fue diagnosticada de padecer hibris, término griego que indica desmesura. Sea como sea, es representando como mujer pasional.
Menos visible pero no por eso menos poderosa es la figura de Karina Milei, llamada por su hermano “El jefe”, y para referirme a ella también me sirvo de la tragedia griega. Y de las palabras que usa Antígona para referirse al hermano como ser único: marido puede haber otro, e hijos también, pero el hermano es único cuando ya no hay otros, tiene unicidad, realidad ontológica. También como Karina, no ha tenido ni esposo ni hijos y sus padres ya no existen, como los Milei, porque no cuenta con ellos.
De todas las criaturas reales o fingidas, Antígona es la que más posee para Goethe el “alma de hermana” y encarna esa condición como Karina.
El romanticismo del siglo XIX se fascinó con esta obra de Sófocles por el lugar relevante que le dio a lo fraterno; William Wordsworth decía de su hermana que «me daba ojos, me daba oídos» y describía una intimidad tan profunda cercana a la fusión. En la poesía de Wordsworth, las innovaciones de la conciencia fenoménica que organiza son el resultado inmediato de esa dualidad simbiótica, en la que aparecen las intuiciones de Dorothy Wordsworth.
También podemos referirnos a las relaciones de Charles Lamb con su hermana, ejemplos donde esa relación es de una vehemencia, de una necesidad trágica que reduce todas las relaciones de parentesco, familiares o conyugales, a una dimensión menor.
Byron insinúa el carácter central de este tema, la correspondencia psíquica entre hermano y hermana y ni hablar del estatuto que tiene Antígona en la obra de Hegel. La novela y el melodrama góticos hacen un clisé del incesto de hermano y hermana. Y también lo hace la gran literatura y el gran arte, lo mismo que los modos intermedios, los versos y cuentos de Poe. Esa entrega absoluta que se juega en la relación de Milei con Karina nos lleva también a la invocación de Baudelaire: “mon enfant, ma soeur” (mi hija, mi hermana). Por esa relevancia que tuvo el lugar de hermana en el romanticismo del siglo XIX, Antígona adquirió un protagonismo notable.
La figura de Karina no es la de esta heroína, pero tiene esos caracteres de entrega a lo fraterno. No debe haber hijos ni nada que se interponga, el amor de Milei por sus perros evoca una necesidad de fidelidad absoluta, que también aparece en su lazo con Karina.
Pero ¿no hay acaso aquí un rechazo a lo diferente, a lo exogámico que es tan necesario para la vida y para la política? Más que matriarcado noto un amor al Uno. Si Milei no parece existir sin ella es por ser ella la que encarna la figura misma de su superyó, él mismo la equipara con la figura de Aarón para Moisés. Se sabe que Jehová lo nombró para ayudar a Moisés a sacar de Egipto a los hijos de Israel y para ser el portavoz de su hermano. Claro que Moisés no llega… a la tierra prometida.
(*) Psicoanalista, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis