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La huella ambiental oculta de la inteligencia artificial
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La huella ambiental oculta de la inteligencia artificial

Por Lalo Zanoni

El boom actual de la inteligencia artificial (IA) ya está pasando su primera gran factura: el costo ambiental. Se estima que un contenido de texto, imagen o video generado con IA generativa puede consumir hasta 30 veces más energía que una búsqueda simple en Google. Reducir esa huella ambiental es tal vez el desafío más grande y urgente que tiene la industria de la IA.

Hace apenas unos años, Sasha Luccioni estudiaba cómo la IA podría ser parte de la solución al cambio climático. Pero una pregunta la frenó en seco. Científica informática nacida en 1990 en lo que hoy es Ucrania, se especializó en la intersección de la IA y el medio ambiente. Se nacionalizó canadiense y hoy es líder en Clima e IA en Hugging Face, una plataforma global de código abierto en IA responsable.

Su pregunta fue: ¿y si la IA también es parte del problema? La industria tecnológica -siempre como símbolo del progreso- había guardado silencio sobre un tema clave: su huella de carbono.

Entonces la visión de Luccioni cambió. En 2020 ayudó a crear una herramienta que permite a los desarrolladores medir la huella de carbono generada al ejecutar un código. Más de un millón de descargas después, su idea puso en evidencia algo incómodo: el costo energético detrás de esta tecnología es enorme. Dos años después coescribió uno de los primeros estudios que analizaron el impacto ambiental de un modelo de lenguaje a gran escala. El resultado fue tan contundente como revelador: entrenar y ejecutar un modelo como BLOOM (por BigScience Large Open-science Open-access Multilingual Language Model), el mayor modelo multilingüe de código abierto en ese momento creado por el Centro Nacional de Francia, podría significar la emisión de más de 50 toneladas métricas de CO2 a lo largo de su ciclo de vida.

Inteligencia Artificial: ¿héroe o villano frente al cambio climático?

El problema de fondo no es solo la cantidad de datos procesados, sino además la falta de transparencia. La mayoría de las grandes empresas tech no informan cuánto carbono genera entrenar y usar sus sistemas de IA (como ChatGPT o Gemini, de Google), una opacidad que por lo menos limita entender el verdadero impacto ambiental de la actual revolución tecnológica.

Hace dos meses, Luccioni fue elegida una de las 100 personas más influyentes de 2024 en el mundo de la IA por la revista estadounidense Time. Compartió tapa con, entre otros: el CEO de Nvidia, Jensen Huang; y Sundar Pichai, el de Google. Desde Hugging Face, Luccioni lidera los esfuerzos en Clima e IA con un objetivo concreto: que los desarrolladores y empresas puedan tomar decisiones informadas. ¿Cómo lograrlo? Con transparencia.

Propone hacerlo con una herramienta similar a las etiquetas Energy Star de los electrodomésticos. Este sistema, que verá la luz en los próximos meses, permitirá comparar el impacto climático de distintos modelos de IA, un avance necesario en estos tiempos de conciencia ambiental global.

Lo interesante del enfoque de Luccioni es que no es binario ni apocalíptico. No se trata de demonizar la IA, sino de usarla con criterio: “La idea es ayudar a elegir la herramienta adecuada para cada tarea”, repite en cada reportaje. Porque en la disrupción tecnológica de la IA, el verdadero desafío será equilibrar innovación con responsabilidad ambiental. ¿Podrán?

 

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