Por Carlos Fara (*)
Los resultados de las primarias han dejado una larga lista de lecciones, pero por sobre todas las cosas es un indicador sobre la profundidad de la crisis económica y de representatividad por las que atraviesa la Argentina.
Con un resultado tan parejo entre las tres principales fuerzas, la ciudadanía dio el siguiente mensaje: “a ver quién está a la altura de las circunstancias para sacar a la Argentina de la crisis”. Porque en los doce meses previos al comicio, ningún candidato superó el 30 % de intención de voto, y eso se terminó reflejando también el domingo 13 de agosto. Dicho esto, veamos algunas pistas para identificar los escenarios posibles.
En primer lugar, es poco probable que se produzca una polarización ya que a) las dos grandes coaliciones están en su piso electoral, y b) los votantes de Milei tienen un gran estímulo a repetir su sufragio en función del resultado.
En segundo lugar, de mantenerse el nivel de fragmentación que ya se ha visto en las primarias –más allá de con qué porcentaje llegue cada uno- significa que se desembocaría nuevamente en una segunda vuelta, como ya sucedió en 2015. Eso también indica que la sociedad argentina se siente más cómoda con tres actores principales que con dos. Así, el escenario de 2019 sería más un fenómeno atípico. Sólo para tomar como parámetro lo que ocurrió hace 8 años, los dos que pasaron al balotaje obtuvieron 37% y 34 %, con un tercero de 21 %. Eso hoy suena una quimera para cualquier campamento político.
En tercer término, se debe prestar mucha atención al nivel de participación que se produzca el 22 de octubre. Sólo para tomar como referencia a la elección de 2019, la asistencia electoral creció 5 puntos respecto a las PASO. Dicho incremento, como suele ocurrir, favoreció sobre todo a Juntos por el Cambio, dado que quienes se quedan habitualmente en casa en las primarias, tienden a tener un voto menos politizado. Por el contrario, quien menos se ve favorecido por una expansión de la torta electoral es el kirchnerismo, como se observó en todos los comicios desde 2015, cuando se formó Cambiemos. La intriga será sobre lo que puede pasar con Milei, ya que el libertario también recoge un voto despolitizado, y en ese punto podría competir con la principal coalición opositora.
El cuarto punto es que el shock que produjo Milei ha generado confusión sobre la estrategia competitiva que más le conviene a las dos coaliciones grandes. Por un lado, porque a Massa le comió votos el libertario, que hizo su mejor cosecha en los barrios humildes. Por el otro, Bullrich creyendo que pelea por derecha con La Libertad Avanza, cuando el voto del ganador es mayormente no ideológico: ven en él a una esperanza, sin que adscriban a un ideario en especial.
El quinto elemento es que seguramente UP ajustará su logística de movilización de cara a la general. Varios gobernadores peronistas que ya habían resuelto su faena provincial, el domingo 13 estuvieron a media máquina (solo dos ejemplos, Tucumán y Formosa), y ahora seguro ajustarán las clavijas en beneficio propio: el rendimiento de sus respectivas listas legislativas más allá de la suerte que corra el ministro de Economía. Son múltiples las anécdotas donde las estructuras territoriales se mantuvieron neutrales frente al alud Milei porque no tuvieron claro que los podía perjudicar.
La última cuestión es el clima social y económico post PASO. Está claro que la devaluación decidida por exigencia del FMI generará un traslado a precios que pegará especialmente en la base social del oficialismo, quizá dándole un plus al candidato libertario, descalabrando el escenario más de lo imaginado.
Al ser un escenario que viene rompiendo varios patrones de conducta, sin duda volveremos a ver hechos atípicos que hacen muy compleja la predicción sobre quién será el/la próximo/a presidente/a.
(*) Consultor político y titular de Carlos Fara & Asociados