El alegato de CFK en la causa Vialidad no hizo más que confirmar su culpabilidad. Se dedicó a mencionar hechos históricos sin ningún rigor intelectual y buscó ponerse en el rol de víctima, careciendo absolutamente de credibilidad.
En su exposición parecía más una mala actriz que una persona ejerciendo su defensa y tratando de desmontar los argumentos de la fiscalía. Esa banalidad la llevó a decir: “Fuimos elegidos por el pueblo, no podemos ser nunca una asociación ilícita”, cuando es claro que no se está juzgando su gobierno, sino el accionar delictivo de un grupo de personas que usaron la estructura del gobierno para llevarse fondos públicos. La apelación al pueblo forma parte de la tradición de los discursos populistas y autoritarios.
El partido Nazi en Alemania sacó el 43% de los votos y ganó las elecciones de 1933 y, a partir de ese momento, Hitler, que hablaba de la comunión del pueblo con su persona, profundizó su raid criminal. El nazismo fue una organización criminal por más que sus cabecillas usaran su primacía electoral para erigirse en líderes del “pueblo”. CFK da siempre malos ejemplos y solamente les habla a los integrantes de su secta.
Cuando un peronista apela de manera insistente al concepto de pueblo es porque está por cometer un delito o está intentando justificar alguno ya cometido.
“Los peronistas nunca reprimimos; nunca un gobierno peronista reprimió al pueblo”, dijo CFK en otro pasaje del desopilante alegato. Desde el primer peronismo en el que se expulsaba de la Cámara de Diputados a los diputados opositores y se encarcelaba al líder de la oposición (Ricardo Balbín) pasando por los crímenes de la Triple A, una organización que operaba desde un gobierno peronista, podría pasar horas enumerando hechos de una fuerza política cuyo basamento fundamental fue y aún es perseguir y descalificar al que piensa distinto.
Pocas horas después de estas manifestaciones de CFK apareció en los medios una noticia escalofriante. El ex secretario de Seguridad de la provincia de Santa Fe, Marcelo Saín, fue grabado mientras cumplía esa función en los tiempos de cuarentena por el Covid. En la grabación se lo oye hablar acerca de la detención de una mujer: “Había una mina paseando el perro. La hicimos detener, la tenemos enjaulada acá con los perros y todo. No van a comer por tres días. La tenemos acá abajo, habilitamos una sala especial. Está llorando y la vamos a dejar llorando 10 ó 12 horas más sin comer y sin agua”. Saín es peronista y en el audio describía un acto de tortura a una ciudadana. Torturaba estando en funciones en un gobierno provincial peronista (el del gobernador peronista, Omar Perotti). A todo esto, hay que soportar a la tilinga de CFK diciendo que los gobiernos peronistas no reprimen.
Por supuesto, ningún kirchnerista se expresó acerca de los dichos del torturador Saín porque las condenas a las violaciones de los derechos humanos no aparecen cuando los que violan esos derechos son peronistas. Es un hecho de una gravedad inusitada y no se pueden naturalizar estos actos de barbarie. En la actualidad Sain es asesor de Aníbal Fernández. Parece una ley universal: en el PJ, cuanto más canalla es la gente más garantizados tienen los sueldos estatales.
Cuando algunos firmamos el documento de infectadura recibimos críticas de sectores que no dimensionaban la vorágine de violaciones a los derechos humanos que acontecieron durante el nefasto manejo de la cuarentena en Argentina. Los casos de muertes de ciudadanos por violencia oficial ejercida durante la cuarentena medieval peronista son hechos de terrible gravedad y coincido con el diputado, Fernando Iglesias, en que es menester tener instancias de investigación sobre esos crímenes. Los relatos de tortura contra una ciudadana que fue encarcelada por pasear sus perros nos hacen presumir lo que siempre sospechamos: debe ser enorme la cantidad de casos de privaciones de libertad y de abuso estatal sobre ciudadanos indefensos.
El triste recuerdo de la infectadura en Argentina trae a la memoria las violaciones a los derechos humanos y un manejo nefasto del tema de las vacunas que hizo que los argentinos no pudieran acceder a las que tenían la mayoría de los países. Ocurrió en la época en que éramos la puerta de entrada a Latinoamérica de Putin, según le expresó Alberto Fernández al tirano ruso, haciendo gala de una notable sumisión que colocó a nuestro país en alianza con lo peor del mundo.
Es el recuerdo, también, del vacunatorio vip donde los infames amigos del poder se vacunaban antes y los argentinos de bien morían por no recibir las vacunas a tiempo. Fue también la época de la voracidad económica de los empresarios farmacéuticos, que buscaban hacer negocios por ser amigos del Gobierno. Ginés González García fue una de las caras visibles de ese momento amargo. La foto de Fernán Quirós charlando y riendo con Ginés (difundida adrede por Ginés) es la clase de errores que la oposición no puede permitirse. Son errores que resultan profundamente desalentadores para los ciudadanos que sufrieron y padecieron tanto durante esos catastróficos momentos.
Los opositores, como Fernán Quirós, deben saber que los hechos son tan graves que lo simbólico juega un rol importantísimo.