Por Jorge Altamira (*)
El conflicto que acaba de concluir en la industria del neumático ha quebrado un largo y orquestado sabotaje patronal al derecho al convenio colectivo de trabajo. Constituye al cabo de cinco meses un avance político para el conjunto del movimiento obrero. Al mismo que tiempo que desnudó el rol antiobrero del conjunto de los partidos del sistema presente, incluida la burocracia sindical, esta lucha puso de manifiesto la perspectiva hacia la que se encamina la clase obrera frente una crisis política que es imparable.
Una revista a la ola antiobrera desatada por los protagonistas de turno de la política oficial, contra la lucha de los obreros del neumático, resulta muy instructiva. Carolina Losada, una senadora de la UCR y de JxC, reclamó la aplicación del Código Penal al sindicato. En la misma línea se manifestó la ministra de Educación de la Ciudad con referencia a la ocupación de los colegios y a la responsabilidad de los padres de los alumnos. El afán de imponer un estado de sitio se ha convertido en “tendencia”. La aplicación del Código Penal contra el ejercicio del derecho constitucional de huelga y contra el derecho a la protesta, implica, precisamente, el establecimiento de un régimen de estado de sitio. Ninguna figura de la coalición a la que pertenece Losada rechazó o refutó sus planteos; la insignia republicana de JxC se identifica con la instauración de un estado de excepción.
El Gobierno, por su lado, convocó a la Federal contra cortes de ruta y bloqueos de empresas. Nadie pidió el Código Penal para el lock out de la patronal del neumático, el cual no constituye un derecho constitucional, sino un acto de manifiesta ilegalidad. El conflicto de clase en la industria del neumático ha obligado a numerosos representantes políticos de los partidos de la burguesía a desenmascarar un tendencia irrevocablemente autoritaria, incluso fascista.
Es lo que lo que reivindicó José Luis Espert cuando exigió “bala” contra el sindicalismo combativo -una redundancia porque el sindicalismo que no es combativo es una agencia de intereses contrarios al movimiento obrero-. El planteo fascista de Espert constituye, desde el punto de vista jurídico vigente, una incitación al crimen político. Ningún fiscal pidió sin embargo su prisión. A un mes del atentado contra la Vicepresidenta, no estamos ante una incontinencia verbal. Históricamente, el fascismo ha sido una respuesta a la combatividad de la clase obrera y de las clases subordinadas en general, pero por sobre todo un intento de salida a la descomposición del capitalismo.
La respuesta del ministro Massa, encargado de juntar dólares a un costo financiero descomunal –una emisión sin respaldo de $500.000 millones con el “dólar soja”- fue en la misma dirección. Ofreció un dumping de neumáticos importados, en beneficio de las mismas empresas que recurrieron al lock out, con la finalidad de quebrar la lucha y al sindicato. El super-ministro se ofreció a quemar reservas que Argentina no tiene para ejercitar mejor el oficio de rompehuelgas. Hizo el anuncio en una reunión con la clase empresaria, incluida la del neumático, y con los sindicalistas que han presidido, en la última década, la mayor desvalorización del salario en la historia.
Estos señalamientos ponen al conflicto en el neumático en un contexto adecuado. Ocurre que Moroni, el ministro de Trabajo, que milita en la camarilla del Presidente de la Nación, ha venido desarrollando una conciliación obligatoria funcional a las patronales durante cinco meses. La oferta salarial de los CEO del Neumático se desviaba, en forma escandalosa, de las que se han estado negociando en otras ramas (un 38% de aumento, en cuotas, desde julio a diciembre, contra una inflación potencial del 50% para este período). El objetivo era desgastar al sindicato y a los trabajadores. La oferta salarial de la patronal contrastaba con un dato fulminante: el precio del neumático subió un 150% en los ocho meses de 2022. Madanes Quintanilla, el dueño de Fate, hizo explícito el propósito de destruir la organización sindical en numerosas declaraciones, en las que expresaba, por sobre todo, su intolerancia con el ejercicio de las funciones sindicales en Fate. Encubría este objetivo, denunciando como un abuso el reclamo sindical para que el trabajo del fin de semana se remunere al 200% del salario regular.
Pero mientras Madanes dedica los findes a jugar al tenis, los obreros se ven obligados a descuidar a sus familias. La larretista Soledad Acuña exige que los padres, que no pueden tener vida de familia ni el fin de semana, asuman la responsabilidad penal por las movilizaciones de sus hijos. Desde un ‘court’ de tenis, contó Ámbito Financiero, Madanes se trenzó en una diatriba violenta con Moroni, para quien el tiempo iba demostrando que la política de desgaste sindical no rendía frutos.
La realidad es que el trabajo en el neumático es insalubre, y obliga a una atención médica recurrente, debido al manejo de cargas muy pesadas, que afectan la columna vertebral de los obreros, así como la manipulación de productos químicos. En el neumático sería necesario establecer la jornada de seis horas, por insalubridad, sin afectar el salario, y anticipar la edad de la jubilación. Como ocurre en el Subte desde 2002/3.
Más allá de los propósitos antisindicales, la patronal del neumático es una decidida partidaria, como la mayoría de las grandes patronales, de llevar el dólar oficial al nivel del paralelo, en función de obtener mayor rentabilidad por sus exportaciones. El desgaste de las negociaciones paritarias y el subiguiente lock out han formado parte de un esquema de presión por un “dólar neumático”, como el “dólar soja”, o como un proximo “dólar minería” o el “dólar malbec”. Massa ha evitado cuidadosamente denunciar esta maniobra de desestabilización contra su propia política económica desestabilizadora. El conflicto del neumático ha dejado expuesta la completa vulnerabilidad del Gobierno “nacional y popular” a las presiones e intereses de los grandes capitales. Es manipulado como un títere a fuerza de corridas cambiarias.
La burocracia de la CGT se alineó con la Cámara del Neumático, no con el Sutna. En una cena en la residencia de Olivos, comprobó su coincidencia con el Presidente. La función de la burocracia de los sindicatos en la presente crisis terminal del Gobierno, es evitar que se desarrolle una alternativa política de los trabajadores, y por supuesto defender su propia caja, como lo demuestra el abandono a los reclamos de atención de las personas discapacitadas.
Apelando a un recurso ya desgastado del macartismo recurrió a denunciar al sindicato “de la izquierda”. El objetivo de este macartismo es ocultar u opacar un fenómeno histórico de primera magnitud, como lo es la evolución política de la clase obrera. El ‘sindicato de izquierda’ es un concepto o categoría de aparato, en tanto que la tarea de los socialistas es emancipar las fuerzas elementales de los trabajadores de la tutela de los aparatos para poder alcanzar un conciencia de la realidad como ella realmente es, o sea una conciencia de clase.
Visto desde este ángulo, la lucha librada por los trabajadores del Sutna anticipa una tendencia en desarrollo en el conjunto de la clase obrera y los trabajadores, ante la evolución catastrófica de la crisis social. El Estado no ha logrado un mando unificado para obtener el objetivo de quebrar esta lucha; la burguesía está fundamentalmente dividida, como lo están las dos coaliciones políticas principales en su propio seno.
El desenlace de este conflicto y de esta lucha ha sido, entonces, un fortalecimiento de los trabajadores del neumático. El sindicalismo K ha sufrido una derrota severa, pues la Corriente Federal y la CTA se mantuvieron rigurosamente ajenas a esta lucha, para defender, con el mismo rigor, a ‘su’ Gobierno. Lo mismo ha ocurrido con la ‘nueva’ Unión Obrera Metalúrgica de Abel Furlán, quien se sentó a la mesa de Massa y los empresarios para acordar como demoler la lucha del Sutna. Cristina Kirchner mantuvo su línea de principios de enfrentar cualquier acción independiente de los trabajadores.
La lucha del Sutna dictó también un veredicto acerca de los métodos de lucha. Al final, la patronal se vio obligada a firmar un convenio que había rechazado, cuando la lucha se convirtió en una huelga indefinida y el lock out fue respondido con el bloqueo a las empresas. Los paros parciales o rotativos siembran el desgaste entre los trabajadores en situaciones económicas y sociales de crisis extremas. Son el método del que se valen las burocracias cuando no pueden evitar el conflicto con las patronales, pero rechazan la movilización a fondo de los trabajadores. Los paros erráticos no abrevian el tiempo para imponer las reivindicaciones, lo extienden.
La conquista de la autonomía política de los trabajadores, frente al Estado y los partidos patronales, ha venido lamentablemente muy retrasada. Pero la excepcionalidad histórica del momento presente, nacional e internacional, puede acelerarla, a condición de comprender este momento como él realmente es: un momento revolucionario.
La lucha de clases ha mostrado una vigencia histórica incomparable.
(*) Jorge Altamira es dirigente de Política Obrera