Por Darío Lopérfido
Javier Milei llegó al poder hablando en contra de la casta. Ese discurso fue muy efectivo y contó con la adhesión de muchas personas cansadas de que sus esfuerzos fueran en vano. Argentinos que debían trabajar cada vez más para que su vida no mejorara y para que sus privaciones fueran cada vez mayores.
Al momento de la votación había muchísima gente sumida en esa situación que deseaba que ganara quien destrozara más rápidamente un sistema plagado de corrupción y lleno de privilegios para los que se acercaban, especialmente, al poder kirchnerista. Milei prometía eso.
El otro porcentaje que votó a Milei lo hizo con un solo fin: evitar que Massa fuera presidente, bloquear al peronismo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que habían llevado a cabo el peor gobierno de la historia, coronado con la campaña electoral de Massa, a raíz de la cual aumentó la pobreza y subió el déficit, usando la economía del país en beneficio propio. Lo de Massa fue absolutamente criminal y por esa razón hubo gente que hubiese votado a cualquier persona en el balotaje con tal de que perdiera el peronismo.
Milei se encuentra en una encrucijada. Su principal objetivo es bajar la inflación y el déficit fiscal, tal cual prometió en campaña (paso lógico y necesario si se quiere evitar la hiperinflación). Él y su equipo están haciendo un ajuste enorme, algo que, sin dudas, requiere coraje.
Las encuestas arrojan que Milei cuenta con el apoyo popular, lo cual marca lo importante que fue la batalla cultural contra el kirchnerismo durante los últimos años. De igual forma, mucha gente apoya al gobierno, pese a estar atravesando una mala situación económica porque apuesta a un futuro de mejora.
El kirchnerismo fue un cáncer y este gobierno está aplicando un tratamiento duro que trae aparejado un presente malo, pero una posibilidad de curarse.
Sin tratamiento duro no hay solución y una gran cantidad de argentinos entiende eso. La prioridad es curar la economía del país que está enferma.
Mientras Milei se concentra en eso, “las castas”, que tanto abundan en Argentina, empiezan a movilizarse y a instalar maniobras desestabilizadoras. Cuando las mafias intuyen que pueden perder poder, comienzan a aplicar maniobras desestabilizadoras.
Existe un recurrente error en pensar que “la casta” son solo políticos. Las castas peligrosas son las sindicales, las empresarias que viven de regulaciones a su favor, las de la justicia que trabajan en conjunto con los sindicatos, los empresarios prebendarios y los políticos corruptos.
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En algunos casos, intentarán desestabilizar y, en otros, seducir al Gobierno para ofrecerse como “colaboradores” cuando, en realidad, son lo más concentrado de los poderes permanentes más corruptos, además de los responsables de la decadencia argentina.
La proposición de Ariel Lijo como miembro de la Corte es un ejemplo de “la casta” haciendo entrismo. Nadie sabe quién lo propuso para el gobierno.
No olvidemos que Ariel Lijo tuvo una causa judicial junto a su hermano Alfredo “Freddy” Lijo, operador judicial, y que el abogado defensor de ambos fue el actual ministro de Justicia, Mariano Cuneo Libarona. Hete aquí una clara operación de “la casta judicial”.
Es muy llamativa la gran oposición a la candidatura de Lijo desde sectores del derecho. Menos enfática es la crítica en sectores de la política, aunque algunos pocos como Juan Manuel López y María Eugenia Talerico se han manifestado en contra.
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Ariel Lijo es especialista en tener relaciones y cruce de favores con muchos políticos y también se especializa en extorsionar con causas judiciales. De ahí el silencio.
Parada la inflación, estabilizada la economía y abierto el cepo será momento para las inversiones que traigan trabajo a los argentinos. Vale recordar que la seguridad jurídica es lo primero que evalúan los inversores antes de poner un peso. El gobierno debería pensar en eso antes de tomar ciertas decisiones. A ningún inversor le gustan los gobiernos aliados de jueces corruptos.
Es muy difícil el momento. Hay que defender la reforma económica del gobierno y, al mismo tiempo, advertir al gobierno acerca de los riesgos de cambiar una casta por otra. La Argentina necesita que al gobierno le vaya bien y las mafias necesitan que fracase. Si ganan las mafias el futuro es Venezuela.