Por Myriam Bregman (*)
Si bien las dinámicas son distintas por país y por región, la matriz común que explica el fenómeno del crecimiento de la ultraderecha en el mundo tiene que ver con la crisis del esquema político que dominó con el neoliberalismo, basada en dos coaliciones o partidos (una conservadora y otra “progresista”) que compartían lo esencial de las políticas neoliberales. Este esquema, que en América Latina entró en crisis con el cambio de siglo, fue puesto en cuestión con la crisis capitalista internacional de 2008, dando lugar a nuevos fenómenos políticos a izquierda y derecha. En este último caso se ha venido dando una suerte de “derechización de la derecha”.
Trump copando el Partido Republicano; el paso de los tories británicos al campo del Brexit; el crecimiento del lepenismo en Francia; Vox en el Estado Español; los Demócratas en Suecia; ahora Giorgia Meloni en Italia; antes Orban en Hungría; entre otros. Con sus diferencias estos movimientos comparten un discurso anti inmigrante y demagogia “soberanista”.
En América Latina, el proceso se agudizó con la pandemia, aunque la llegada al gobierno de Bolsonaro fue anterior. Kast en Chile, Hernández en Colombia, Milei, Espert y los “halcones” del PRO en nuestro país. Es una extrema derecha que combina un discurso híper liberal en lo económico con distintos grados de autoritarismo político y conservadurismo social, con lazos entre sí, en una suerte de coordinación que fue inicialmente alentada bajo el gobierno de Trump por Steve Bannon. Aunque la derrota de Bolsonaro en Brasil (en el marco de la consolidación del bolsonarismo como fuerza política) y de muchos de los candidatos bendecidos por Trump en la elección de medio término en Estados Unidos ha puesto límites por el momento a este fenómeno, es relevante tratar de comprender sus características.
Igualmente, creo que es un error ver que la crisis del “extremo centro” ha tenido y tiene expresiones solo por derecha. En Europa, el agotamiento de varios partido socialistas debido a que desde el gobierno aplicaron planes neoliberales al igual que los conservadores llevó al surgimiento de fenómenos que podríamos llamar “neo reformistas”, como Syriza en Grecia, Podemos en España o los distintos frentes encabezados por Mélenchon en Francia. En todos los casos se trata de movimientos que a lo sumo buscan la gestión del capitalismo, con programas que no van más allá de lo que planteaba tradicionalmente la socialdemocracia antes del giro “social liberal”.
En América Latina, estamos viendo una segunda ola o ciclo de gobiernos moderadamente progresistas, que una vez que llegan al gobierno rápidamente decepcionan a sus bases debido a que no buscan ningún tipo de confrontación con las clases dominantes de la región.
O sea, no creo que haya solo derechización sino más bien un proceso de “polarización asimétrica”. En nuestro país tampoco hay solo derechización. En la última elección la tercera fuerza nacional fue el Frente de Izquierda Unidad, con un 25% de los votos con Alejandro Vilca en Jujuy, resultados de entre el 8 y 10% en los municipios del segundo cordón bonaerense con Nicolás del Caño, y yo misma fui elegida diputada por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con casi un 8% de los votos. En 2021, los descontentos con el Frente de Todos se abstuvieron o vinieron hacia la izquierda: en PBA no votaron a Espert sino a Del Caño.
Es verdad que desde entonces la intención de voto de Milei, con muchísimo impulso mediático y promoción, ha crecido y se ha nacionalizado, pero hay que ver como se termina de alinear el mapa político.
Creo que hay cierta contradicción entre la derechización del sistema político, algo que también se expresa en el oficialismo poniendo a Massa como salvador, con las aspiraciones de la clase trabajadora y los sectores populares, que es recuperar los salarios, que llevan seis años de caída, y mejorar las condiciones de trabajo y de la vida más en general.
Como señalaba, efectivamente hay lazos y “afinidades electivas” entre las distintas expresiones de la ultraderecha en el mundo, lo que no significa que todos tengan la misma política en distintos temas, como expresan por ejemplo las distintas posiciones respecto de la guerra entre Rusia y Ucrania entre los gobiernos de la derecha polaca, el más firme aliado de Ucrania en la guerra, y Hungría, con las simpatías de Orban por Putin.
Milei es parte del desarrollo de estas fuerzas de “derecha dura” junto con Espert y los llamados “halcones” del PRO y Juntos por el Cambio, como Patricia Bullrich, Pichetto o el propio Macri.
Milei en particular es producto de una combinación de factores: una monumental instalación mediática que ya lleva varios años y que no se puede subestimar, una derechización general de la derecha, impulsada continentalmente por Trump y Bolsonaro, y un descontento con la dirigencia política más general debido al deterioro generalizado de las condiciones de vida que vienen soportando amplios sectores de la población.
Así, estos sectores tratan de convencer que el problema son los que están más abajo (como los inmigrantes en Europa o los que cobran planes sociales en nuestro país) o los que están al lado y no las clases dominantes. Hacen demagogia de que ellos van a poner “orden” ante el “caos”, y este discurso puede expandirse en una realidad que para amplios sectores de la población se muestra como cada vez más invivible.
A esto hay que sumar que ya hace unos años se viene dando una fusión entre dos “familias” de la derecha, la que expresa el híper liberalismo económico -pero que podía defender libertades individuales en lo que hace al derecho al aborto o las elecciones de la orientación sexual- con la conservadora social. Los primeros asumieron como propios los valores conservadores y con esto pusieron bajo su ala a los sectores evangélicos y del conservadurismo católico, así como la “familia militar” y la “familia policial” favorable a cualquier tipo de autoritarismo, en gran parte nostálgica de la dictadura genocida. Entre quienes votaron y quienes piensan votar a Milei hay un núcleo duro que comparte lo central de sus ideas muy reaccionarias y otro sector más “blando”, que se identifica en su enojo hacia la dirigencia política de las dos coaliciones predominantes, que vienen de dos fracasos políticos con los gobiernos de Macri y Alberto Fernández, pero que no comparte sus valores ideológicos. Tal es así que sus asesores le han recomendado a Milei que hable solo de economía porque si dice lo que piensa en otros temas pierde votos, como le pasó cuando defendió el tráfico de órganos o reclamó ampliar la libertad de portación de armas a los niveles estadounidenses. Ahora dice que va a voltear la Educación Sexual Integral, cuando esta es defendida por la gran mayoría de los jóvenes.
Los valores que expresan estos grupos son completamente anti obreros y retrógrados, favorables a los intereses de los grandes empresarios, que por eso los ven con simpatía.
Por el momento son la extrema derecha de los regímenes neoliberales. Donde gobernaron o gobiernan hasta el momento no produjeron el salto hacia regímenes de tipo fascista. Eso no quiere decir que no traten de ir más allá o que avancen en instalar legislaciones más represivas en los distintos planos de la vida social.
En el caso de Milei por el momento no parece contar con una base militante organizada más o menos importante, más allá de las redes sociales. La Ucedé de Álvaro Alsogaray, por ejemplo, sacó en 1989 más de un 7% de los votos, llenó la cancha de River en un acto y dirigía en la UBA los centros de estudiantes de Ingeniería, Ciencias Económicas, Medicina, Derecho y Arquitectura. Milei prácticamente no ha presentado listas en ningún centro de estudiantes. Es decir, la Ucedé tenía una base de militantes y cuadros que no se le ven a Milei, aunque es cierto que este parece estar logrando captar una base de electorado popular al que no llegaba Alsogaray y al que no llega tampoco Espert.
Lo que no tengo dudas es que, si la lucha de la clase trabajadora crece, estos sectores son los primeros en plantear que tienen que intervenir las Fuerzas Armadas, algo que están tratando de legitimar planteando que hay que cambiar la Ley de Defensa y la Ley de Seguridad Interior.
Además, con sus discursos contra los “zurdos”, los “planeros”, los inmigrantes, los “populistas”, crean un caldo de cultivo para que algunos decidan pasar a la acción, como ocurrió con el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner.
Creo que la idea de que la rebeldía se volvió de derecha que se ha venido repitiendo es poco feliz y que ha favorecido la legitimación de Milei en sectores que no eran afines a sus ideas. No son rebeldes sino defensores de privilegios, como los del patriarcado o los de los grandes empresarios. Son la avanzada en generar una ideología que oculta al aumento de la desigualdad social como causa de los padecimientos de las amplias masas. Consideran cualquier conquista obrera como un “privilegio” mientras que la ganancia capitalista siempre es algo legítimo, fomentando una versión extrema de la “teoría del derrame”.
Creo que un elemento positivo que han tenido las tomas de colegios en CABA ha sido mostrar que los jóvenes que realmente son rebeldes no se han hecho de derecha y que defienden valores muy distintos a los que pregonan Milei y otros referentes de la extrema derecha.
Por último, más allá de resultados electorales episódicos, ninguna de las fuerzas del régimen, que gobiernan para los grandes capitalistas ajustando al pueblo trabajador, puede dar salida a la crisis y el descontento sobre el que se apoya el crecimiento de la extrema derecha. Se trata de fortalecer a una izquierda socialista y anticapitalista que luche consecuentemente por una sociedad sin explotación ni opresión, como la que estamos construyendo desde el Frente de Izquierda.
(*) Myriam Bregman es abogada y diputada nacional por el PTS – Frente de Izquierda