Leyendo:
La Scaloneta y la cápsula del tiempo
Artículo Completo 9 minutos de lectura

La Scaloneta y la cápsula del tiempo

Esto que estás escuchando lo escribí a las 6 y pico de la mañana. Era como escribir una cápsula del tiempo para dentro de 4 horas. Vos dirás ¡qué estupidez! Pero todo depende de un partido de fútbol. A menos que vayas contra la corriente y la corriente sea fueeeerteeee.

Si a esta hora, Argentina ganó, probablemente no me estés ni leyendo porque te acostaste a dormir agotado por el triunfo y la euforia; o que, caso contrario, estés en ese 10,4% al que no le importa nada, nada, nada de nada el mundial de fútbol Qatar 2022, como dice el informe de Proyección Consultores que salió calentito como las medialunas. Y si ganó Argentina vas a tener aún esa embriaguez en la cabeza que te hace reír de cualquier cosa y creer que no pasa nada.

Pero agarrate si Argentina no ganó, agarrate de la depresión porque te caes. Te caes por ese tobogán interminable de estar probablemente en el increíblemente manijeado 66,3% de compatriotas que creen que la selección Argentina va a llegar a la final. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por quéeeee se entregaron al optimismo? Un poco de precaución al menos por prevención cardíaca.

Si a esta hora me estás escuchando y Argentina no ganó, ni de casualidad te estás acordando de Messi, más bien te acordás de Santamaría, el sindicalista de los porteros que se fue con toda la familia al mundial y no entendés cómo hizo. O del senador kirchnerista de Salta Sergio Leavy, que a pesar de las recomendaciones hizo como Tomi Massa y se mandó a Qatar, como si en una sociedad tan herida a nadie le importara que los políticos y su familia no tengan la mínima empatía y como si su gobierno no demonizara a cualquier gil que se tome un avión al extranjero. O te acordás de Macri, que metió que Argentina ganaba el mundial y era todo lo que no tenía que hacer. Te diría que, aunque haya ganado Argentina te sigas acordando de algunas cosas. Y especialmente de chusmear qué pasa en el boletín oficial o en los tribunales.

Ahora volvamos a eso de que nosotros, los argentinos, que en casi los mismos porcentajes que no creemos que nada estará mejor el año que viene, creemos que Argentina va a llegar a la final. Te gastaste toda la esperanza en el mundial.

Por lo pronto es un mundial que hace sólo dos años ni aún con la plata que se estaban gastando, sabíamos si se iba a realizar por la pandemia que lo había parado todo. Desde ese lado, el mundial es un milagro. Milagro es que yo ya haya escrito dos páginas de este mensaje al futuro con puro humo. Lo peor de todo es que quise auscultar el ánimo del futuro prendiendo la televisión y se me había desconfigurado. Cuando logré prenderla ya había pasado hasta el reconocimiento del campo de juego. Si me sentía a contramano contame ahora, que la señal de la tele no llega. ¿No era que hoy por ser un día capicúa 22-11-22 íbamos a tener suerte?

Y más allá del resultado del partido. ¿Qué dice de tantos de nosotros ese optimismo cercano a la fe no ya de que Argentina gane el primer partido o pase la primera ronda, sino que llegue a la final? ¿En base a qué? Son los 7 partidos más difíciles de pasar del mundo y no los ganamos todos desde el ‘86. Entiendo que la última Copa América te de esperanzas. Pero…, cuidadoooo. Bueno. Después de todo, toda esa esperanza infundada, quizás es simplemente la otra cara de tanto bajón: tener a qué aferrarse a una tablita en el naufragio, un placebo para tanta malaria. O creer que Lionel Messi es Harry Potter. O suspender un poquito tanta tristeza y tanta incredulidad.

Pensaba en lo que dijo el DT argentino, Lionel Scaloni. “No tenemos ninguna obligación de ganar el Mundial”, mandó en la última conferencia antes de arrancar el torneo. Iluso. Quiso descargar la mochila de expectativas proponiendo disfrutar. Dale, Lionel, ni vos te la crees. Cuando una sociedad pierde tanto, tanto tiempo, se agarra como nene al juguete de cualquier cosa que pueda ganar. Ni te digo un mundial. Hablame de tristeza.

Pero tengo que confesarles. Paré de garabatear este mamotreto, este paquete de letras que no dice nada más que describir una sensación y me puse a ver el partido. Ya llevamos tres goles anulados y un gol de penal a favor. No sé qué es peor tortura que los goles que no pudieron ser. Parece la historia de nuestro “ispa”. Todavía no sé cómo voy a llegar a la radio, si alguien está laburando o si termino saliendo por teléfono.

Casi todo el primer tiempo se pasó como un suspiro, como un ensayo, porque encima no te dejan gritar el gol que ya te lo anulan. Y no sé si fue tan bueno el penal a favor de entrada porque lo que vimos después del equipo es un puro desorden. Si con una selección en teoría no tan complicada no nos acomodamos, qué nos queda para un rival más pesuti. Y si el arco se abrió en vano tres veces, ¿se abrirá más así por así y de la nada? ¿Qué hacemos con los tres goles fantasmas? Son como un oasis en el desierto. O como el muñequito de Qatar matándose de risa de nosotros.

Empiecen con los goles en serio que esto da gusto a poco. En el entretiempo intentaré salir a la calle y espero que en estos dos minutos los árabes no metan uno porque la tristeza no tendrá fin. Así de finito es el ánimo. Pero tampoco tan así. Porque en un ratito esto no cambia nada de la realidad. Y la resaca no se pasará ni con café. Y tendremos todo el día por delante y apenas es martes.

Si en un texto ya pasé por un cóctel de emociones, mejor aprovechar el entretiempo para volver a la realidad. Me pregunto, ¿en qué se gastaron ya casi el 30% del dólar soja? ¿Cómo hizo la guita Berni? ¿Qué otra maldad le hará Cristina a la Justicia? ¿A quién en el poder le importa realmente lo que te pasa a vos? Hago F5 en el Boletín Oficial. Posta lo hago. Lo bueno es que conseguí en qué ir a trabajar. Lo último publicado sigue siendo del viernes pasado. Una buena. Porque cuando gobiernan te joden.

Pero ya arrancó el segundo tiempo y Arabia Saudita metió un gol. ¿Y ahora de qué nos disfrazamos? Te dije que esto no era fácil. Te dije que no te subieras. Acaban de meter el segundo los árabes y vos no lo podes creer. Encima me puse la camiseta. Pero tan boba no soy: me puse la del ‘86 que está exorcisada de tanto fracaso. Yo te vi perder con Arabia Saudita. No quiero imaginar esa remera. Si a esta hora nada cambió y vos te habías comprado la ilusión, no te quiero cruzar. Si como yo venías tranqui, ponete lentes oscuros y hacete el gil. Peor está Scaloni. Peor están en el poder que soñaban con anestesiarnos.

Van a meter tres cambios, tres, y yo sigo camino a la radio. Hoy el dólar termina por las nubes si esto no cambia. La cápsula del tiempo se autodestruirá en una media hora, y qué bueno era cuando no sabíamos de este desastre. A vos que se te atragantó la medialuna, a vos que se te revolvió el café en las tripas, a vos que encima dormiste mal, tenés tres días para recuperarte hasta el próximo partido y no olvides que esto no cambiará tu vida. Como siempre, dependemos de nosotros. Y de nadie más. Las muletas triunfalistas del fútbol son el opio de los pueblos. Salí de ahí maravilla. Argentina juega en las tribunas, porque en la cancha no se entiende.

En el desierto llovió criptonita. “Qué desastre”, escribo en un mensaje de WhatsApp. No hace falta explicar de qué hablo. “Fin”, dirá Adorni si esto sigue así. Chau Chau Chau. Queda soñar con heroicos goles de último minuto. Pero necesitamos dos goles para ganar y que ellos no metan ninguno. Ya no sé qué es mejor.

Si me estás leyendo, que esto sirva de catarsis. Ahora los relatores le tienen respeto a los muchachos de Arabia. “Un horror”, me contestan por WhatsApp, y agregan que es un resultado injusto. Maradona diría que no hay que perdonar. Y Argentina perdonó. Se la creyó. Nos la creemos, y así nos va. Cambiate y salí a laburar. Ese es el partido real de tu vida. El resto es saraza y ya tuvimos demasiada, ¿no te parece?

¿Tragedia? No me digas. La tragedia ya había ocurrido. El futuro sigue siendo un pesado paquete de angustias. Y los goles fantasmas no existen. “Guiensó”, mandan los árabes. Y la fábrica de humo intenta encender las máquinas. Es tarde muchachos. Cuando abran la puerta seguirán ahí la inflación y tantas otras cosas. La única buena es que tendrán que guardar todas las maldades que iban a hacer mientras estuviéramos embobados con los partidos. Algo es algo. Apagá la tele que acá estamos. Fue la cápsula del tiempo más corta de la historia y el futuro ya llegó. No sabés lo parecido que es al pasado…

Ingresa las palabras claves y pulsa enter.