Que el Presidente en sus negociaciones con la CGT se dedique a operar para que el acto del 17 de octubre sea en Tucumán y no en territorio bonaerense para quitarle protagonismo a Cristina Fernández explica que los problemas en serio escalen. ¡Con el país a punto de quedarse sin neumáticos estaba negociando esto! Pero no es sólo desidia. También es complicidad. Bloqueos, tomas, cortes y episodios de violencia sindical se suceden día a día sin que al Gobierno se le mueva un pelo. Fíjense: a pesar de que faltaba que saluden a la cámara, aún no hay detenidos de la patota de Camioneros que irrumpió en una empresa y golpeó al dueño y a los empleados.
No se trata sólo de un ministerio de trabajo que estuvo pintado cuando debió haber evitado que un conflicto que puede frenar al país trepe a un nivel salvaje. Se trata de todo un gobierno en el que nadie parece hacer las cosas para las que se encuentra en ese puesto. Un gobierno loteado en el que no se gobierna. Y a ese gobierno que no gobierna le estalla una crisis que se empecina en ningunear: la de la inflación.
¿Será que como acuerdan con sindicalistas ricos se olvidan que los trabajadores están en la lona?
Este es un gobierno peronista con trabajadores pobres, es decir que no les alcanza trabajar para dejar de serlo, y los aumentos de precio que no paran los empobrecen cada vez más. No sólo no hay atisbo de solución de ese problema, que además es parte del ajuste, sino que encima no gestionan la crisis.
La advertencia del ministro de economía Sergio Massa de abrir la importación de neumáticos si no se soluciona el conflicto, hizo reaccionar a los delegados, pero en los hechos no implica una solución sencilla de aplicar, porque la producción de Brasil no tiene el excedente necesario. Por otro lado, en una economía sensata, sería normal y no requeriría que el gobierno te autorice, el hecho de decidir importar lo que no se consigue localmente. El país debe soportar una economía intervenida. Ya no es un cepo, es una jaula encadenada lo que encierra a la economía.
La CGT nunca estuvo tan callada. ¿Si hubiera un gobierno no peronista cuántos paros hubieran hecho a esta altura? Lo último que se supo de ellos antes de las últimas reuniones en las sombras, es que andaban queriendo rapiñar lo que les corresponde a las coberturas de discapacitados, y en silencio empezaron a retrasarlas y recortarlas sin que el gobierno se pusiera firme en hacer cumplir lo que corresponde. Todos cómplices en hacerse los giles, aunque obliguen a marchar por las calles a padres con chicos en sillas de ruedas.
“Está todo incontrolable”, admite un sindicalista. La interna de la CGT es un espejo de la interna del gobierno. Y los sindicatos duros de la izquierda terminan exponiéndola. Los gremios kirchneristas quieren que Camioneros rompa con los gordos y se una a la CTA, bancarios, Smata, y tienen la fantasía de poder no hacerse cargo del actual gobierno. Casi igualito que Cristina, que casi no contabiliza a este gobierno como propio. Aunque sea “sugo”, su gobierno. Si suman Camioneros su capacidad de simular que critican el ajuste mientras lo propician será aún mayor. Y de paso, suman al control de la calle que los obsesiona haber perdido.
Hoy, la calle es de la izquierda porque sale a ocuparla. Y la vergüenza de un gobierno peronista con el salario desbarrancándose, aunque no la digan, es un factor que está, y rompe el pacto con su base histórica. Este es un gobierno peronista que dejó a su suerte a los trabajadores. En los últimos cuatro años, la inflación les comió siete sueldos a los privados, nueve sueldos a los estatales, y casi un año de sueldos a los informales que encima tienen un número récord. Lo único que se multiplica sin pausa es la pobreza, y la inflación acelera ese proceso de manera insoportable.
El conflicto de los neumáticos es el mismo drama, pero entrando a un nivel más grave. El de paritarias que registrarán lo que el gobierno no quiere registrar: que están destrozando el salario con la inflación. No se puede vivir con una inflación del 100% anual. Pero los que deberían contener o encauzar el conflicto están en otra cosa.
“En un contexto de 50% de pobreza en jóvenes y 90% de inflación anual discuten si movilizan a la Corte Suprema para defender a CFK”, se lamenta un dirigente sindical que no suscribe a la corriente k. “Está todo estallado”, confiesa y “este es el peor gobierno peronista de la historia”, admite.
Lo que demuestran estos días aciagos, es que además de la catástrofe económica y social, el actual gobierno de signo peronista, también ha perdido la capacidad de asegurar gobernabilidad. La gestión parece reducirse al voluntarismo de un ministro de economía que se juega su propio destino y busca que la bomba no estalle, pero no la desarma.
En medio de este desastre hubo una escena delirante que tal vez explica mucho de lo que pasa. El gobernador Kicillof, el sindicalista Baradel y varios cumpas bonaerenses, hicieron un acto para festejar por anticipado el triunfo de Lula en Brasil. Hasta se sacaron fotos con una gigantografía de carton del líder del PT. Ellos tienen la fantasía de que como Lula, también pueda volver Cristina. Es claro que no miran alrededor. Cristina ya volvió muchachos. Volvió con Alberto. E hicieron todo este desastre.