Por Gustavo Sylvestre
La sociedad argentina vive en un profundo estado de contradicciones internas, según se desprende de las últimas encuestas de opinión pública realizadas por varias consultoras de nuestro país.
Por un lado, los estudios indican que es difícil sostener “un día más” el severo ajuste y licuación que lleva adelante el Gobierno de Javier Milei (en un 45%, según Roberto Bacman), pero por el otro lado, mantiene la esperanza (45%, de acuerdo al mismo consultor), y con respecto a la economía del país, son positivas en un 50,9 %. En tanto, las expectativas a la baja de la inflación reúne el 52,3% favorable.
Cuando se le consulta a la sociedad por el famoso slogan del presidente Javier Milei acerca de que esta vez el ajuste lo iba a pagar la “casta”, una amplia mayoría, el 73,8%, dice que eso es mentira, y que hoy el ajuste cae sobre la clase media y los más vulnerables de la sociedad.
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Y a la consulta sobre cómo llegan a fin de mes, una amplia mayoría, el 52%, sostiene que tiene dificultades; un 29,5% dice que no le alcanza para llegar a fin de mes y una minoría, el 14,9%, afirma que llega cómodo.
Por su lado, la encuesta mensual de satisfacción Pública y Política que realiza la
Universidad de San Andrés, señala que sólo el 33% de los argentinos está satisfecho con la marcha general de las cosas, mientras que el 63% está insatisfecho. Y se nota que la famosa “grieta” sigue muy presente entre los argentinos: un 48% aprueba la gestión de Milei, mientras que un 49% la rechaza.
¿Qué es entonces lo que sostiene en la opinión pública un sentimiento hacia el gobierno de Milei, que marcan las encuestas de Roberto Bacman y de la Universidad de San Andrés? La Esperanza. Y las expectativas que las cosas van a mejorar.
En la segmentación psicográfica de la Consultora CEOP, la “esperanza” reúne el 45,1% de los sentimientos positivos; seguida de la “incertidumbre”, con el 21,2%; “bronca y odio”, con el 17%; y aparece el “miedo”, con el 15,9%. La Encuesta de la Universidad de San Andrés también refleja a la esperanza como el principal capital que reúne el presidente Milei, cuando se consulta sobre expectativas que puede ofrecer hacia el futuro.
Mientras tanto, se desploma el grado de simpatías o acercamiento de los argentinos hacia un espacio político o partido tradicional de nuestro país. Según el estudio de Federico Aurelio, que mide en forma permanente la cercanía política a un espacio, se da lo siguiente: La Libertad Avanza/Partidos Libertarios 25,6%; Peronismo No Kirchnerista 19,4%; Kirchnerismo 14,8% (la adhesión más baja de los últimos años); Macrismo 7,9%; Radicalismo 5,9%; Frentes de Izquierda 4.0%; Otros 2.2% y Ninguno 19,2%.
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Aquí radica el problema fundamental en la vida de los argentinos. No hay, frente al avance de Milei, ninguna fuerza política que hoy lo enfrente con un Plan Alternativo y con un liderazgo sólido. El sistema Político argentino está roto, como nunca antes había sucedido en 40 años de democracia, y la dispersión aumenta.
La Libertad avanza prácticamente se “ha chupado” al PRO, y el macrismo tendrá que hacer grandes esfuerzos para no quedar licuado por el Gobierno de Milei. El radicalismo, prácticamente, ha “desaparecido” como partido de poder y oposición, arrastrado primero durante la administración de Mauricio Macri, y ahora frente a la mayoría de sus dirigentes que acuerdan con Milei.
Los gobernadores opositores, salvo Axel Kicillof, tienen miedo de “asomar” sus cabezas por temor al látigo y las consecuencias para las economías de sus provincias que podría tener una discrepancia con el Gobierno Central. Y el Partido Justicialista, que hoy debería ser el principal partido de oposición, está inmerso en una dispersión interna. Que Axel Kicillof y Leandro Santoro sean hoy dos de los dirigentes más valorados en la oposición por parte de la población habla también de la necesidad de renovar en forma urgente la representación en ese espacio.
La dirigencia argentina deberá comprender, de una vez por todas, que se necesita de partidos políticos modernos, y reorganizados de acuerdo a una vida interna más participativa, donde el famoso “dedo” o la “lapicera” DESAPAREZCAN PARA SIEMPRE, dando lugar al voto directo de sus afiliados.