Por Víctor Valle (*)
Hace poco más de 20 años, concretamente en 2001, investigadores de Google comenzaron a usar una tecnología poco conocida en esos tiempos, llamada aprendizaje automático -o machine learning-, por la cual si alguien ponía en Google, por ejemplo, “froles de primavera”, el buscador entendía automáticamente que lo que estaba buscando en realidad eran “flores de primavera” y arrojaba los resultados correspondientes.
Eran los primeros pasos que dábamos con la inteligencia artificial, una tecnología a la que, en 2016, nuestro director ejecutivo, Sundar Pichai, colocó definitivamente en el centro de todas nuestras estrategias. Esta es la razón por la que hoy, casi no existe producto de Google que no utilice IA, y muchos de los grandes avances que estamos viendo públicamente en estos días, tienen su base en desarrollos que Google creó hace ya varios años y puso a disposición de la comunidad.
En estos días, en la 15a. edición del evento anual Google I/O, Sundar destacó que hacer que la inteligencia artificial sea útil para todas las personas es la forma más profunda de avanzar en nuestra misión: organizar la información del mundo y hacerla universalmente accesible. Y con este objetivo en los próximos meses estaremos reimaginando todos nuestros principales productos, incluido el Buscador.
En este contexto, conscientes como somos de que una tecnología con tanto impacto viene de la mano de una gran responsabilidad, reforzamos el compromiso con nuestros 7 principios éticos elaborados en 2018, y que creo personalmente pueden servir como una valiosa base para la importante y necesaria discusión que se está dando hoy sobre cómo, con quiénes y para qué desarrollar la inteligencia artificial.
DETECTAR, PREDECIR Y CREAR
Hace pocos días, en una reunión con clientes y agencias que hicimos en nuestras oficinas de Buenos Aires, decíamos que la inteligencia artificial tiene tres grandes maneras de ayudar a las personas, las comunidades y los negocios.
En primer lugar, la IA es increíblemente efectiva para analizar grandes volúmenes de información y detectar en ellos patrones y tendencias. Por ejemplo, en un museo en EE.UU., se usó esta tecnología para analizar más de 2,8 millones de imágenes y tratar de entender mejor los aportes que las mujeres hicieron a la ciencia. Gracias a un exhaustivo análisis de fotos y documentos, que hubiera sido casi imposible de hacer manualmente, se descubrió que muchos hallazgos científicos habían sido atribuidos a los esposos de las investigadoras, aunque en realidad ellas eran las responsables.
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En la medicina, esta misma capacidad de la IA de detectar patrones ayuda a mejorar la precisión de la detección del cáncer de pulmón y de mama, así como a detectar factores de riesgo cardiovascular o prevenir la ceguera.
Naturalmente, esta capacidad se aplica también al mundo de los negocios, donde la inteligencia artificial ya está ayudando a empresas minoristas a monitorear el stock, identificar cuándo los productos están cerca de su fecha de vencimiento para ser retirados de la góndola, detectar faltantes y conciliar inventarios, entre muchas otras cosas.
La segunda gran capacidad de la Inteligencia artificial es la de hacer predicciones. En 2021, el proyecto Flood Hub tuvo un impacto significativo al ayudar a millones de personas a mantenerse a salvo de inundaciones mediante el envío de más de 115 millones de notificaciones de alerta temprana. También la predicción es la base del mecanismo por el cual Gmail nos ayuda a terminar palabras u oraciones que estábamos por escribir.
Sin embargo, más allá de los muchos y fascinantes ejemplos que existen sobre estos usos de la inteligencia artificial (detectar patrones y hacer predicciones), creo que lo que ha introducido a esta tecnología en el centro del debate más reciente es su tercera capacidad: la de crear contenido con instrucciones conversacionales.
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Un buen ejemplo de esto es Bard, el servicio de IA conversacional de Google -que aún está en fase experimental-, que es capaz de combinar el conocimiento del mundo con el poder, la inteligencia y la creatividad de nuestros modelos de lenguaje a gran escala para convertirse en un colaborador creativo y útil, que ofrece desde recetas veganas hasta ideas para empezar una novela.
Bard ya está disponible en más de 180 países en inglés, incluida Argentina, y estamos trabajando para que hacia fin de año este servicio esté disponible en los 40 idiomas más hablados, entre ellos el español, con la finalidad de que el 98% de las personas en el mundo pueda utilizarlo en su lengua materna.
En los últimos días, anunciamos también la integración de nuestra IA generativa con Workspace, lo que permitirá potenciar de manera inédita la productividad individual y grupal.
UNA CONVERSACIÓN ABIERTA Y A FONDO
Seguramente, y a pesar del largo camino que ya hemos recorrido, llegará un día en el que recordaremos estas épocas como la de los inicios de la inteligencia artificial.
Creo personalmente que estamos ante una oportunidad única, de esas que sólo se ven una vez en una generación. Muchos de los grandes problemas y desafíos que enfrenta hoy la humanidad pueden ser resueltos con esta tecnología, pero su desarrollo reclama audacia y responsabilidad por partes iguales.
En Google tenemos claro esto desde hace más de 20 años, y estamos participando y promoviendo un diálogo serio, abierto y a fondo sobre cómo hacer una Inteligencia artificial responsable, segura y verdaderamente útil para todas las personas, todas las comunidades y todos los negocios.
(*) Director general de Google Argentina