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Ley Bases: cien años de industria nacional en riesgo
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Ley Bases: cien años de industria nacional en riesgo

Por Raúl Hutin (*)

A los empresarios pymes de capital interno no nos queda ninguna duda de que, por el camino que eligió este Gobierno (tanto en lo político, económico y social), nuestro destino es la desaparición, en el mejor de los casos, parcial.

La aprobación de la llamada “Ley Bases” por parte de la Honorable Cámara de Diputados, con sus 232 artículos en tan solo un día y medio de sesión, muestra a las claras la intervención espuria de otros mecanismos que no son precisamente la discusión transparente y democrática entre las distintas representaciones de la sociedad para lograr una síntesis mejor de cara al pueblo.

Nada fue discutido en profundidad como las circunstancias exigen; era imposible hacerlo, ya que la “Ley” se presentó apenas con antelación a su tratamiento. No fueron llamados los sectores involucrados directamente en cada tema y que tienen que ver con cambios profundos en su futuro. Por ejemplo, se introducen cambios en la legislación laboral sin intervención de los trabajadores.

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Y se incorpora el régimen de incentivo a las grandes inversiones (RIGI) sin la participación o consulta al sector industrial nacional, a las pymes o al menos a los productores de maquinaria involucrados. No fue tenida en cuenta la diferenciación y consideración de las micro y pequeñas empresas a la hora de discutir las medidas para “promover el empleo registrado”.

La caída del consumo es feroz y no podría ser de otra manera al registrar, solo hasta el mes de marzo, una disminución del salario mínimo del 34,1%. El efecto es inmediato: de las 16 cadenas de valor que mide el INDEC, 14 dan fuertemente negativas a tal punto que dejamos de hablar técnicamente de recesión para hablar de hiper-recesión, ya que superamos los dos dígitos de caída.

De aquí a la depresión hay pocos pasos; como lo demuestra la experiencia mundial, es muy difícil salir y menos sin contar con créditos externos.

El Presidente de la Nación, con el fin de mantener la moral elevada, quiere convencer a la sociedad de que la economía se recuperara según el dibujo que marca una V. Imposible que tengamos reactivación: para ello se deberían reunir una serie de factores, como ser: mayor consumo, mayor inversión privada, mayor inversión pública.

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Para reactivar el consumo es imprescindible que la sociedad en su conjunto cuente con capacidad de ahorro, cosa que hasta el momento está totalmente vedada. Por el contrario, la suba de productos de la alimentación, los farmacéuticos y los que tienen que ver con los servicios hicieron estragos en el bolsillo de prácticamente todo el pueblo.

La inversión privada está en franco retroceso. En el mes de marzo retrocedió un 22,3% y en lo que va del primer trimestre, un 16,6%, solo mantenida en parte por aquellas cadenas privilegiadas por el modelo, como minería y la explotación gasífera o petrolífera. A la inversión pública la estrangularon parando las obras públicas, no mandando dinero básico a las provincias (en abril disminuyó el 21%) y ni siquiera atendieron a las universidades.

La revalorización del peso en estos últimos cuatro meses fue del 68%, mientras que nuestro principal socio comercial, Brasil, devaluó el real un 10%. Estas dramáticas combinaciones nos expulsaron de los mercados de exportación que con tanto sacrificio y continuidad conquistamos los industriales pymes argentinos.

Algunos sectores de la economía plantean salvarse con la importación de productos en un mundo ávido por conquistar nuevos mercados.

También debemos reflexionar al respecto. Indiscutiblemente lo que entrara de afuera no se fabricaría en el país, con lo cual una cantidad importante de empresas no tendrían trabajo; cerrarían; suspenderían o echarían a su personal; y afectarían más profundamente a el ya deteriorado mercado interno.

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Por otra parte, la pregunta que los importadores deberían hacerse es: ¿quién compraría esos productos cuando no hay un peso para ningún producto manufacturado? Ni siquiera con el cambio en el código aduanero que genera un marco legal más propicio para los desvíos que genera un nuevo condimento para la competencia desleal para con la industria local.

Desregularon los intereses que cobran las tarjetas de crédito, por lo cual la posibilidad que tiene el ciudadano de a pie de financiarse es prácticamente imposible. Sacaron la Ley de Defensa de la Competencia en un mercado que esta monopolizado o en el mejor de los casos oligopolizado con tendencia a cartelizarse, lo que implica que las pymes tengamos que pagar las materias primas entre el 70% y el 120% más de lo que cuesta en el exterior, con las implicancias que trae para el consumidor final. No hay mas Ley de Góndolas ni compre argentino y por lo tanto las herramientas para nuestra defensa son cada día más escasas.

¿Qué va a pasar cuando la recaudación siga bajando estrepitosamente? El consumo interno representa el 75% y la exportación y servicios solo el 25%.

¿Seguirán ajustando indefinidamente hasta que los ajustados pongan límite con su resistencia? ¿No sería mucho más saludable encontrar en conjunto un modelo de país donde los 47 millones de habitantes podamos vivir y disfrutar de esta hermosa tierra que lo tiene todo para que así sea?

(*) Industrial y dirigente pyme (secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales)

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