Por Gustavo Sylvestre
Los primeros 100 días del Gobierno de Javier Milei dejan datos más que preocupantes. Por primera vez, la imagen negativa del presidente supera la positiva, y en distritos claves del Gran Buenos Aires, su imagen se desploma, frente a la creciente crisis económica y social.
La economía que le interesa a la producción y a la gente, no al “Dios Mercado”, que este Gobierno tiene en el altar de sus prioridades, no para de dar datos negativos.
“Vamos mal, pero vamos bien”: ¿la recesión es el primer paso para una Argentina sin inflación?
La inflación se disparó y marcó un récord a nivel mundial, con el 71,3% para el primer trimestre, frente al 37% que había marcado el Gobierno anterior para el trimestre septiembre/noviembre.
La producción industrial del país cayó a niveles históricos, 19,4% superando los números de la pandemia y la utilización de la capacidad instalada en la industria, que a noviembre del 2023 era altísima: del 70% cayó al 54%.
La venta minorista en pymes se desplomó un 23%, y el especialista en pymes, el empresario Adrián Mercado, advirtió que dueños de pymes ya empiezan a vender sus maquinarias para afrontar los aumentos constantes en servicios, y muchas de ellas pueden desaparecer. Como en el macrismo.
El consumo en supermercados se desploma mes a mes. Este es el dato más preocupante. La recesión económica golpea fuerte en el bolsillo de los argentinos, y amenaza con elevar el índice de desempleo a dos dígitos, cuando el del último trimestre del año anterior fue el más bajo para los últimos treinta años, el 5,4%.
Y qué hablar del salario real de los trabajadores. Junto a los jubilados han sido los que más sufrieron los efectos de la “licuadora” mileista: un derrumbe del 27,1%.
Según las últimas estadísticas del propio Gobierno, que llamativamente celebra “estos logros”, el 60% del brutal ajuste que impuso sobre la sociedad argentina es producto de la licuadora, mientras que un 25%, de la “motosierra”. Hoy está muy claro para 9 de cada 10 argentinos, que el ajuste lo está haciendo la inmensa mayoría de los argentinos, no la casta, como te vendió Milei.
En materia institucional, el balance es aun mucho más negativo. Un presidente que ataca, degrada, insulta, y avala las persecuciones contra todo aquel que osa criticarlo, o pensar diferente, es algo inédito, y peligroso, para estos 40 años de democracia. Y que dedica varias horas del día a pasar en la red social X (ex Twitter) y que en forma compulsiva da RT y like a cualquier tipo de insulto o amenazas contra los que se expresan libremente.
Recientemente FOPEA ha dado a conocer un informe sobre los primeros cien días de este Gobierno, donde concluye que el 40% de los ataques al periodismo provienen del Gobierno.
Una forma de Gobierno inédita y los límites de la democracia
Y es altamente preocupante que el presidente y su gobierno promuevan la violencia política, como cuando “marcan” a los senadores que votaron en contra del DNU Inconstitucional, atacan a su propia vicepresidenta, o promueven una “rebelión fiscal” en la Provincia de Buenos Aires, defendiendo a un sector muy rico de la población, que representa el 0,70% de los que pagan impuestos, para mantener un estado que se deberá hacer cargo de las cuestiones de las que NO SE HACE CARGO el Gobierno Nacional.
El Gobierno y el presidente, peligrosamente, están mostrando signos de autoritarismo, no respetando la división de poderes.
Están pulverizando el Estado en la Argentina. Se está abandonando a su suerte a sectores vulnerables de la población. Se avanza demencialmente contra la educación pública, a la que se la deja sin presupuesto, y se ataca a la cultura, que nos ha distinguido a nivel mundial.
El presidente, aunque le disguste, debe aceptar los límites que establece la Constitución nacional. Y lo que significa ser presidente de una república.
Otra vez sobre la Argentina comienzan a sobrevolar los fantasmas más temidos de un pasado reciente. El Gobierno está a tiempo de escuchar, de dialogar, de consensuar, atributos necesarios de toda democracia.