Mandarse la parte suele ser cosa de inseguros o de ególatras. Pero cuando encima, el autobombo no tiene fundamentos, cae de lo más orondo en la ridiculez.
El mismo día en que Alberto Fernández se llamó a sí mismo el presidente de las tres copas, en referencia a las obtenidas por el fútbol en su gestión, su gobierno no fue capaz ni de mantener en pie una sesión en el congreso y la Corte Suprema de Justicia volvió a sacarle tarjeta roja por uno de tantos devaneos inconstitucionales.
La medida a favor de la Ciudad de Buenos Aires para que se le devuelva lo quitado arbitrariamente, sacándole fondos a la policía porteña para direccionarlos a la bonaerense, fortalece la autonomía porteña aún antes de la resolución de la cuestión de fondo. Ya había pasado lo mismo con el fallo por las escuelas cerradas cuando en medio de la pandemia, el Gobierno nacional llegó a ir a los tribunales para mantener las aulas sin chicos con tal de imponerse sobre las autoridades porteñas.
La política de hostigamiento a la ciudad de Buenos Aires tiene un sello y una firma inconfundible, la de la señora Kirchner. El presidente sólo ha sido el delegado de la vecina de Recoleta que critica los agapantos de la urbe opulenta, mientras vive en ella, y que en el fondo lo que detesta con todas sus fuerzas es que no la vote. El intento de desmantelar cualquier tipo de fortaleza de la capital federal, ha sido junto con la guerra a la Justicia para la impunidad de Cristina uno de los ejes principales de este Gobierno. Aunque eso haya implicado intentar desacatar a la propia Constitución, una y otra vez.
A pesar de que el Máximo Tribunal fue claro, y especificó que no salen de la masa cooparticipable a repartir, esos 2,95 puntos de los fondos que deberán volver a la Ciudad, Alberto Fernández, concluyó con toda pompa en que se trataba de un día aciago para el federalismo. Es curioso: el presidente restaura la lucha de unitarios y federales cuando su propio manotazo al presupuesto de la seguridad de los porteños fue un acto centrista y arbitrario que no respetó la negociación bilateral que merece la ciudad autónoma.
El gobernador ultra cristinista de Chaco, Jorge Capitanich, no tardó en reclamarle que incumpla el fallo y que le haga juicio político a los jueces. No sería extraño que exprese simplemente una orden de la vicepresidenta y que el Gobierno intente ir por esa vía a pesar de que no podrían ni empezar a pensar en un juicio político a los cortesanos en un congreso donde son fuerza menguante y donde han malogrado todos los acuerdos.
Pero ya se sabe que el kirchnerismo encara cruzadas sólo para la tribuna, como en el caso Milagros Sala. Saben de antemano que el presidente, como él mismo admitió, no puede indultarla porque choca con la Constitución, pero lo mismo se lo piden, en pos de mantener el conflicto y no de una resolución. Nunca buscan la resolución, sólo tensar la política y presionar para obtener lo que buscan pateando puertas.
Este fallo, es uno de tantos que vuelve a delimitar simplemente las fronteras de la legalidad. Como en su momento de máximo poder el kirchnerismo no logró voltear la Constitución, no cesó en intentar esmerilarla con legislaciones y movidas que una y otra vez chocaron contra el muro de la Corte. Por eso también quieren voltear la Corte. Todo tiene que ver con todo. Y en esa fase maestra del plan de la señora, uno de los objetivos clave es el conglomerado urbano que le es reticente. Digámoslo así: si Cristina Kirchner pudiera intervenir el Obelisco, lo haría. Y nada la representa mejor que los vándalos que rompieron la puerta a mazazos limpios.
Es en este contexto decadente, que el presidente no tiene mejor idea que contar que se autopercibe como un campeón, aunque tenga que rapiñar tres copas logradas por el fútbol. Se inventa un legado que no le corresponde en medio de una gestión desastrosa donde lo primero que se recuerda de él es el fraude moral en plena pandemia y luego los desastres que ya conocemos todos en esta crisis sin fin.
Aún irritado porque los verdaderos campeones habían elegido no ir a la Casa Rosada, buscó consuelo en la bombástica alusión a sí mismo, sólo para agrandar su intrascendencia. Buscaron tanto forzar a la selección hacia la foto política que sólo dejaron en evidencia que ni en nombre del protocolo o la formalidad los deportistas quisieron quedar pegados. El pueblo está con la selección, y el Gobierno no puede usar a la selección, para decir que está con el pueblo.
Mientras tanto, siguen ocurriendo cosas asombrosas después del mundial. Es como si se hubiera abierto un portal cósmico de otra clase de energía. En este país del que aún en medio de las crisis crónicas, brotan gambetas y jueguitos virtuosos de las baldosas. Esta tierra que da soja y cracks con pareja fertilidad, se conmueve con los logros de estos pibes campeones. Porque son pibes. La desprotegida caravana que navegó entre una multitud con las estrellas del fútbol más terrenales que se recuerde, continuó por pueblos del interior y barrios profundos como Fuerte Apache.
Julián Álvarez les dijo a los chicos de su pueblo que luchen por sus sueños pero con esfuerzo y trabajo. Messi llegó a su ciudad, donde sí saludó al gobernador Perotti que lo envolvió sin problemas con un abrazo, y sus vecinos lo describen como uno más que va a incluso a quiosco o la panadería. Thiago Almada se subió al autobomba de los bomberos de Tres de Febrero y se metió al corazón del mismo barrio que vio surgir a Carlitos Tevez. Lionel Scaloni llegó a Pujato como un héroe nacional y se subió al escenario en la plaza del pueblo con su maestra Chichita, que aunque de pelea al cáncer encontró fuerzas para hacerle de madre en medio de una emoción interminable. Allí el DT se reservó la ocasión para su primera conferencia de prensa, donde dijo palabras revolucionarias para los negacionistas del mérito al ser consultado por los valores que expresa la selección: “Son valores que el argentino tiene, somos una nación en la que nos gusta competir, con tremendo potencial y trabajo”.
Esta Selección recuerda, de pronto, las cosas buenas que también tiene Argentina, que se puede triunfar, aunque tantas veces aquí dentro se sienta que hacer las cosas bien es, por el contrario, castigado. Quizás ahí radica una de las claves de su capacidad para generar tanta esperanza.
“Me hubiera gustado ir con el colectivo por todo el país”, dijo el técnico con su conmovedora simpleza. El fútbol es otra de esas ventanas por las que se logra abrir paso el talento nacional para deslumbrar al mundo, y derramar luego esa recompensa de gloria en estos castigados corazones.
“Debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo”, proponía Borges que detestaba el fútbol, pero que a esta altura bien podría haberlo incluido en la mitología heroica nacional. Y si de esos héroes baja un ejemplo al corazón del potrero, luego de 36 años, el relevo de Maradona lo hace Messi. Ayuda a criar un hijo su ejemplo sano desde el deporte, mientras destella genialidad. Y el fenómeno devuelve un realismo inapelable en medio de la magia como lo expresa cada jugador o el técnico de regreso en su terruño. Qué desclasados raros son estos muchachos agradecidos.
“No traten de entenderlo”, posteó Messi al lado de la foto de la caravana mezclada con la multitud en la Autopista Riccheri. “Argentina, con lo bueno y con lo malo, te amo”, fue su frase final.