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Los costos de destruir la industria nacional
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Los costos de destruir la industria nacional

Por Raúl Hutin (*)

“El año que viene pondré la motosierra a funcionar a full”, afirmó el Presidente de la Nación en respuesta a los legítimos reclamos del sector industrial. Estas demandas, todas válidas y urgentes, incluyen la falta de controles básicos sobre las importaciones (sanitarios, de seguridad, antidumping, normas de calidad, etiquetado, marcas falsas, entre otros) y las tarifas desreguladas de servicios como gas, electricidad y agua, cuyos precios no reflejan los costos reales, sino una transferencia de ingresos desde los sectores más vulnerables hacia las generadoras, transportadoras y distribuidoras.

Estos problemas son apenas síntomas de una enfermedad más grave: el neoliberalismo o anarco-capitalismo, según se prefiera llamarlo. Este modelo económico opera como un juego perverso de pinzas: por un lado, un peso cada vez más apreciado sin respaldo en la productividad; por el otro, una apertura indiscriminada de importaciones, favorecida por la quita del impuesto país y la falta de controles aduaneros, en un contexto global donde las economías se tornan proteccionistas. Todos quieren vender, pero nadie quiere comprar.

Un Gobierno sin respuestas para las pymes (ni para los trabajadores)

Como país, debemos decidir si queremos seguir el camino de Nigeria, exportadora de materias primas sin valor agregado y sin distribución equitativa del ingreso; o el de Noruega, que utiliza sus recursos para desarrollar una infraestructura industrial que garantice empleo, producción y calidad de vida para su población. La historia muestra que ningún país con más de 40 millones de habitantes ha logrado ofrecer condiciones de vida dignas sin una estructura industrial sólida.

UN DIAGNÓSTICO ALARMANTE

En el primer año de la presidencia de Javier Milei, la deuda externa creció en U$S 91.879 millones, mientras que el poder adquisitivo de los trabajadores cayó un 11%. Los jubilados enfrentan una crisis humanitaria al quedar desprovistos de atención médica, medicamentos y contención. Las tarifas energéticas absorben el 25% de los ingresos familiares, convirtiendo a gran parte de la población en «pobres energéticos».

Además, la mitad de los hogares con niños o adolescentes dejó de comprar carne y leche. El consumo de carne pasó de 77 kg por persona al año a 47 kg, y el de leche descendió de 220 litros a 156 litros. Este colapso del poder adquisitivo también se refleja en los supermercados, que acumulan diez meses consecutivos de caída en ventas.

Mientras tanto, una pequeña minoría celebra beneficios exorbitantes gracias a la especulación financiera. Por ejemplo, el Grupo Galicia reportó ganancias de U$S 245 millones, mientras la mayoría de la población observa impotente desde afuera, sin esperanza de que esta dinámica se revierta.

EL DESAFÍO DE RECONSTRUIR

Es imperativo reconstruir nuestras relaciones internacionales sobre la base de la reciprocidad, fortalecer el Mercosur, la ALADI y el bloque latinoamericano, en lugar de profundizar acuerdos asimétricos de libre comercio con Europa o Estados Unidos. La recuperación del empleo y la producción nacional, castigados al punto de que ya han cerrado 16.000 fábricas y 250.000 trabajadores han quedado en la calle, depende de estas alianzas estratégicas.

Un pasito para acá, otro para allá, y las pymes en el medio

Las pymes argentinas no necesitan medidas simbólicas como el «Régimen de Incentivo para la Inversión PyME» (RIGI PYME), sino condiciones reales de competitividad: impuestos razonables, financiamiento accesible, costos logísticos manejables y tarifas justas. Solo en un mercado interno fuerte y dinámico podemos prosperar.

Aunque hoy el neoliberalismo parece haber ganado la batalla cultural, la experiencia histórica demuestra que ningún gobierno con más del 50% de pobreza ha logrado mantenerse en el poder. Los derechos conquistados son innegociables, y los empresarios pymes, junto con los trabajadores, están dispuestos no solo a defender las empresas y los puestos de trabajo, sino a resistir un modelo económico que condena al país al empobrecimiento y la desesperanza.

CONCLUSIÓN

El desafío es claro: revertir las políticas que destruyen la industria nacional y construir un modelo de desarrollo basado en el trabajo, la producción y la justicia social.

La experiencia y la lucha de los argentinos nos recuerdan que un futuro mejor es posible, pero solo si defendemos lo que nos pertenece.

(*) Secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales (CEEN) – Empresario Pyme

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