Por Mario Riorda (*)
Esta campaña electoral estuvo signada por varias cuestiones importantes. La primera es que se trata de campañas monologales, donde prácticamente no hay interacción, donde no hay interpelación mutua, donde no hay debate, donde no hay diálogo, sino que a lo sumo hay intentos de estigmatización estratégica que se dan incluso con situaciones tan exageradas como la exclusión de la vida política del contrario. Varias apelaciones de varias campañas planteaban como eje central la idea de una Argentina sin alguien, sin otro.
Esa otredad, que muchas veces representa la oportunidad de estigmatizar y de humillar, ahora ni siquiera llega a esa instancia, sino que la otredad literalmente es excluida. Por lo tanto, en una Argentina en crisis, que va a necesitar consensos, es bastante difícil de imaginar que esa idea ocurra. La idea del consenso, del acuerdo (al menos para grandes ejes), es imposible de alcanzar con el intento de exclusión del otro, del adversario, del que piensa distinto.
Lo segundo es que es una campaña atravesada por la incertidumbre electoral, de proyecciones que han resultado bastante sorpresivas e incluso misteriosas (a juzgar por algunos resultados previos). Como se vio en el efecto dominó que significó el inicio de las campañas provinciales allá por abril y que todavía incluso en varias provincias no han terminado.
“This is the end”: un cierre triste y anticipado para las campañas electorales
En ese sentido hay una competitividad extrema que quizás Argentina no haya visto nunca, salvo en el año 2003; hay un intento de amenaza del rompimiento del sistema de partidos que se vio en muchísimas provincias con combinaciones absolutamente impensables, pero que también amenaza con suceder particularmente si la oferta de La Libertad Avanza se consolida como una oferta que literalmente venga al escenario electoral a plantear un rompimiento o literalmente un crujimiento del sistema de partidos.
También el domingo se pone en juego si efectivamente habrá una priorización de un voto económico que particularmente implique una dinámica que, en términos electorales, se denomina “desempeño gubernamental” o “voto por desempeño gubernamental”, que es literalmente castigar a los gobiernos que gestionan mal.
Por otra parte, ese voto por “desempeño gubernamental” seguramente competirá con alguna porción de un “voto ideológico”. Esa es una gran duda que va a priorizar, que va a primar en el debate, así como también es una gran duda imaginar el porcentaje de votación o en todo caso el porcentaje de ausentismo electoral que ha sido muy significativo y que fue una de las variables explicativas, no de por qué fallaron las encuestas sino de por qué se dieron en todo caso ciertos resultados en muchos municipios y provincias.
Y por último, otro debate -si es que efectivamente algo del “voto ideológico” estuviese presente- tiene que ver con el rol del Estado y del mercado. El año pasado Argentina, a través de la medición de calidad de vida en pueblos y ciudades de Argentina, había determinado que había un descenso histórico de la percepción del Estado donde de uno u otro modo el mercado se imponía en el imaginario argentino; asimismo, en términos de valores, la libertad le ganaba con comodidad a la solidaridad.
En estos días que se hace pública la nueva medición de calidad de vida en pueblos y ciudades de Argentina, se han restablecido algunas variables donde particularmente el peso del Estado se equipara al del mercado; vuelve a subir en términos históricos, aunque el del mercado queda alto. Pero también se da un cambio en donde la idea de solidaridad se impone a la idea de libertad en términos del gran valor aceptado a nivel nacional, e incluso la solidaridad por encima de la libertad; y estos dos valores, por encima del orden.
Esta idea nos remite quizás a lo que sucedió en España hace muy pocos días, en donde había una expectativa o una “gestión de expectativa” de una derecha que iba a ser avasallante en el resultado, pero que no lo fue. Por lo tanto, este intento de derechización de la Argentina es un gran interrogante a cotejar con los resultados del domingo.
Nadie gana hasta que efectivamente gana, y esto no significa sólo un triunfo electoral, sino también un triunfo de ideas y el triunfo de ideologías que determinan o impulsan esas ideas. Por lo tanto no tengo dudas de afirmar que Argentina va camino a un proceso de una relativa derechización, pero quizás haya que matizar que esa derechización tal vez no sea tan impactante como seguramente se preveía hace un tiempo.
(*) Mario Riorda es politólogo; presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE); y director de la Maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral.