Da risa cómo los peronistas se quieren despegar del caso Insaurralde. Lo aíslan y le piden renuncias como si fuera un caso aislado. Insaurralde no es un caso excepcional, señores.
En el peronismo, las conductas como esta son la regla, nunca la excepción. Nombremos algunas: los hoteles de la familia Kirchner para lavar dinero, los negocios con las vacunas en plena pandemia, los bolsos repletos en el convento y las compras con sobreprecios desde el Estado (como Malena Galmarini de Massa que acaba de comprar unos vehículos a precios exorbitantes con dinero público). Podría hacer una lista infinita de casos similares y otra lista interminable de peronistas que viven como millonarios mientras administran lugares pobrísimos.
De las trampas de Massa al yate de Insaurralde: es hora de acabar electoralmente con el kirchnerismo
La vida de corrupción y lujos es algo que debe ser investigado, sobre todo en aquellos que han hecho dinero a expensas de la política. Pero hay algo que a muchos nos subleva y se trata de cómo ciertos políticos humillan con sus actitudes a los ciudadanos. Las personas que sufren porque no les alcanza el dinero para mantener a sus familias, los que temen por el futuro de sus hijos, los jubilados que no tienen para comer, entre muchos otros, son permanentemente humillados por funcionarios que viven como reyes y que, además, quieren que todos sepan que viven como reyes.
En esa exhibición burda y grosera de la riqueza que hacen los políticos, sindicalistas y empresarios amigos de los peronistas subyace un sentimiento profundo de superioridad y de desprecio.
Para los ciudadanos hay dádivas para que voten al peronismo y para los dirigentes hay barcos, coches impresionantes, relojes de luxe y mujeres de la noche. Es, lisa y llanamente, una relación amo-esclavo. El amo puede vivir a todo lujo y el esclavo, si se porta bien, puede tener una ración extra de comida. Esas son las humillaciones mafiosas.
La putrefacta Argentina peronista y la esperanza de un país con justicia y oportunidades
Hace poco, manifesté públicamente que había que humillar electoralmente al peronismo. A lo dicho, el periodista Ernesto Tenembaum se refirió a mí, despectivamente, diciendo que eso era una demostración más de mi escala de valores y que en Juntos por el Cambio había peronistas.
Tenembaun representa un pensamiento mediocre que mucha gente tiene en la Argentina y que, en su permanente intento de igualar a los buenos con los mafiosos, soslaya algunos temas importantes. En primer lugar, siempre se respeta a los que se van de los populismos corruptos y se incorporan a fuerzas políticas normales. Es una señal de evolución. Eso pasa siempre en el mundo. Si hay gente que deja el peronismo y se incorpora a una fuerza democrática y republicana las puertas deben estar abiertas. Personas como Pichetto son prueba de eso.
Lo que no entienden los Tenembaum de la vida es que querer “humillar electoralmente” al peronismo es algo que, dicho en momento electoral, funciona como una reacción democrática frente a la permanente humillación que los peronistas infringen a los ciudadanos.
Yo siempre digo que lo mejor para la Argentina es que la fuerza que representa Massa salga tercera en las elecciones y que es imprescindible que el peronismo quede en la irrelevancia. Esa es la idea de humillación que tenemos los demócratas. Gente como el limitado de Ernesto no se da cuenta que las respuestas enérgicas y democráticas frente a las humillaciones permanentes del PJ son lo único que puede sacar a la Argentina de esta decadencia tremenda.
Terminar para siempre con el kirchnerismo debe ser la prioridad de todos los argentinos de bien
Ellos pretenden que todos los que fuimos perseguidos y humillados por el peronismo permanezcamos en estado temeroso y de sumisión permanente para que no nos agredan más. Los sistemas de poder, corrupción y sometimiento que el peronismo instaló no pueden permanecer tantos años sin un sistema de complicidades de gente que iguala a los populistas con los demócratas.
Recuerdo haber pensado eso en la elección presidencial pasada, cuando había gente que decía que votaba a Alberto Fernández porque “sólo los peronistas pueden brindar gobernabilidad”, luego de que el inenarrable de Fernández fuera nominado por CFK en las redes sociales, con el único fin de acceder al gobierno para garantizarse impunidad en sus causas por corrupción. Esa gente que piensa como Tenembaum tiene dos características: se hacen los progres y emparejan a los que han hecho gobiernos democráticos con las organizaciones mafiosas.
Los que nos rebelamos contra eso, seremos por siempre vilipendiados por los cómplices de la mafia. Lo único que hace la tolerancia infinita, frente a los que roban, manipulan la justicia y degradan el sistema, es favorecer a quienes ejercen poderes mafiosos.
Las imágenes patéticas de Insaurralde en el barco existen porque hubo un sistema grande de formadores de opinión que miró para el otro lado frente a barbaridades del mismo (o peor) tenor y que, además, protegió a los mafiosos.
El kirchnerismo ejerce un poder mafioso y necesita de la delincuencia que genera y defiende
A esos que estaban enojados con Macri y que votaron a Fernández, después de las barbaridades que habían hecho los K, deben recordar que el voto no es inocuo. Este presente patético es el resultado de aquella elección. Los Insaurralde de este mundo (que son muchísimos) son el resultado de ese voto.
Ser equidistantes entre el poder mafioso y los demócratas es un error grave. Estas elecciones tienen muchas aristas, pero el objetivo principal debe ser que el peronismo salga tercero.
Reitero: hay que humillar electoralmente al peronismo para defender a los humillados por la corrupción peronista. En términos shakesperianos, estas elecciones se tratan, nada más y nada menos, de la lucha entre el bien y el mal.