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Los requisitos de un futuro próspero para la Argentina
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Los requisitos de un futuro próspero para la Argentina

Por Facundo Manes (*)

La Argentina está frente a oportunidades excepcionales, pero debemos ser conscientes de que no existe una salvación mágica. Hay que aprender del pasado y no repetir la historia para evitar frustraciones.

 

No es necesario dar cifras: los lectores informados y los especialistas las conocen. Quisiera simplemente fijar una idea y reflexionar sobre ella: una vez más la Argentina está ante oportunidades excepcionales. La cuestión es cómo las interpretaremos, y si seremos lúcidos para no dejarnos engañar por las apariencias.

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Para ello, debemos evitar encandilarnos con los logros de corto plazo, como nos ocurre desde fines del siglo XIX, cuando con la explosión de productividad de la Pampa Húmeda creímos que estaban fijadas las bases de una economía prospera para el siguiente siglo. Luego comprobamos que esa excepcional ventaja comparativa era un gigante con pies de barro. Como decimos en las neurociencias, no tener miopía de futuro.

Las alternativas climáticas y de los precios del comercio internacional nos demostraron que dependíamos de factores inmanejables que convertían nuestra riqueza en algo contingente. Un motor que podía hacernos avanzar trechos, con rendimientos a veces extraordinarios, para volver al poco tiempo al estancamiento.

La historia volvió a repetirse a principios de este siglo, con el boom del precio de las materias primas. La avalancha de dólares que nos trajo llevó a interpretar al gobierno de turno que habíamos revertido el ciclo de ilusiones y fracasos; ahora sí entraríamos en el progreso ininterrumpido. Sabemos ahora que eso fue un grave error, cuyas consecuencias estamos padeciendo hoy.

Si no aprendemos la lección, volveremos a cometer el mismo desatino. El mundo, una vez más, nos ha otorgado una chance: demanda alimentos y energía. La demanda de alimentos ha sido recurrente y sobre ella desarrollamos una agroindustria productiva y eficiente. Una economía que, sin embargo, no alcanza a cubrir las necesidades del país.

(Foto: NA)

A esa demanda tradicional se suma ahora la de gas, petróleo, litio y cobre, entre otros. En todos los discursos sobre el futuro de la Argentina mencionamos a Vaca Muerta como una suerte de fuente de riqueza que asegurará un futuro venturoso. Soñamos, una vez más, con una mágica salvación. Creo que si no reflexionamos caeremos en una nueva trampa. Y una costosa decepción.

Viene a cuenta para recordar esto el mito de El Dorado: una zona imaginaria que los conquistadores buscaron afanosamente y sin éxito, siguiendo un relato improbable acerca de un hombre áureo que se sumergía en una laguna y la convertía en riqueza. Una historia de codicia y fantasía. Como cuando creíamos que la próxima cosecha nos iba a salvar porque éramos el granero del mundo.

No convirtamos a Vaca Muerta en una nueva quimera. Nada nos rescatará si no somos capaces de construir proyectos duraderos. Para eso debemos modernizar y hacer eficientes los procesos productivos, equilibrar nuestra macroeconomía, ahorrar, atraer inversiones, asegurar reglas de juego perdurables y respetarlas a rajatabla.

Y por, sobre todo, debemos ponernos de acuerdo en una idea de país. En una hoja de ruta. Es necesario que la dirigencia de nuestro país fije un rumbo a mediano y largo plazo y se atengan a él, más allá de diferencias políticas o intereses materiales divergentes.

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Así lo han hecho los países que alcanzaron el desarrollo. Quiero que los emulemos. Esta es mi propuesta de fondo: el desarrollo integral basado en proyecto a largo plazo. Eso se logra con políticas de Estado perdurables, sin refundaciones cada vez que cambiamos de gobierno. Y sin codicias cortoplacistas.

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Dentro de una década las ventajas de hoy tendrán beneficios decrecientes. Sepamos aprovecharlas, pero sepamos también que si no cambiamos nuestra mentalidad nos ocurrirá como en el pasado. Habremos confundido cómo se alcanza la riqueza y volveremos a la frustración.

Seamos consistentes para crecer. Esta es mi apuesta. Para cumplirla di el paso a la política y conmigo mucha gente. Queremos otra Argentina. Un país de progreso genuino. Una nación que debe recuperar la esperanza sin falsas promesas o espejismos.

(*) Médico neurólogo, neurocientífico y diputado nacional por la UCR.

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