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«Maduros» vs. «Adolescentes»: la grieta que puede potenciar o condenar el home office
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«Maduros» vs. «Adolescentes»: la grieta que puede potenciar o condenar el home office

Por Maximiliano Blanc (*)

Si la pandemia nos dejó una enseñanza, es que se puede trabajar perfectamente desde nuestras casas. ¿Por qué, entonces, con el correr del tiempo, las empresas empezaron a pedirles a sus colaboradores que vuelvan a las oficinas?

Es fácil, como primera respuesta, apuntar a lo arcaico del liderazgo de algunas compañías, donde el jefe siente que la persona está trabajando solo si la ve sentada en su escritorio. Pero seríamos ingenuos si creemos que las grandes empresas mundiales se construyen sólo con líderes de ese tipo.

Si nos ponemos a pensar, se nos ocurrirán múltiples motivos como las oficinas ociosas, los vínculos entre las personas y las dificultades para la construcción de la cultura de la empresa a la distancia, entre otros. Probablemente son factores que inciden en las decisiones que se toman respecto del formato de presencialidad.

Sin embargo, hay otro tema que en muchos casos también se evalúa, aunque en general no se menciona: la razón porque aumentamos la presencialidad tiene que ver con el desempeño y la productividad de la gente.

En plena pandemia, una persona que trabajaba en su casa lo hacía desde las primeras horas de la mañana hasta el atardecer, con cortes para almorzar. Pero la lista de tentaciones era muy acotada, ya que prácticamente no podía salir de su casa. Su desafío radicaba en que nadie lo molestara, para no perder concentración y poder hacer todo lo que debía.

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Una vez levantado el confinamiento, la gente pudo empezar a salir, y con ello se incrementaron las tentaciones y las posibilidades que, además de mejorar la calidad de vida de las personas, permitían hacer cosas que eran impensadas antes de la pandemia.

Así es que hoy un trabajador que está en su casa, dependiendo del tipo de tareas que cumpla, puede salir de compras, aprovechar el mediodía para hacer ejercicio, cocinar de manera más sana y alimentarse mejor, ir a buscar a sus hijos al colegio, realizar algún trámite y desarrollar una vida que estando en la oficina sería imposible. Y aquí aparece el gran desafío de los trabajadores: ser un colaborador maduro o un colaborador adolescente.

El colaborador maduro sabe manejar sus horarios, tiene en claro cuáles son sus tareas y al final del día, sin importar si salió o no de su casa, cumple con todas sus responsabilidades. De este modo, respeta sus acuerdos, entrega las cosas a tiempo y disfruta de esa libertad que le otorga el trabajo remoto.

Pero no todos son trabajadores maduros. Hay una parte de ellos que, por el contrario, son colaboradores adolescentes. ¿Por qué adolescentes? Porque siempre están buscando el límite. Están haciendo home office, de repente un día sacan a pasear a su perro en el horario de trabajo y ven que cuando vuelven, nadie les dijo nada. Esa sensación de libertad los empuja, al próximo día de home office, a sacar al perro y de paso ir al supermercado. Luego de sentir la confianza de que nadie les dice nada, suman a su salida un trámite personal, y así siguen añadiendo tareas que les quitan horas de trabajo, resultando ser que al final del día, el horario de trabajo efectivo se vio sensiblemente disminuido por las reiteradas interrupciones.

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Esto sería subsanable en el caso de un trabajador maduro, que responsablemente ocuparía tiempo del resto del día para completar sus tareas. Pero el trabajador adolescente, en cambio, termina su día fastidioso, sintiendo que no tiene demasiadas responsabilidades y que no puede cumplir con sus tareas, con lo cual deja la finalización de su trabajo para el día siguiente.

Tal vez este relato suena un tanto exagerado, pero lo cierto es que en muchas oportunidades los trabajadores no pueden o no saben manejar la libertad que brinda el trabajo remoto, y cuando la productividad se pone en juego, las empresas no dudan en resolver estos temas de manera rápida y simple: volviendo a la oficina.

El desafío que tienen las empresas, como tenemos la gran mayoría de los padres, es educar a los adolescentes. No tienen que dar por sentado que la gente sabe administrar su tiempo, ni tampoco que la gente sabe gestionar su libertad. Por lo tanto, deben capacitar y formar a sus trabajadores, para potenciar a los que son maduros y transformar y encauzar a los que son adolescentes.

Las compañías dan por sentado que sus equipos saben trabajar en formato remoto, pero no se dan cuenta de que, en la mayoría de los casos, solo tienen 5 años de experiencia en este formato de trabajo y, como en cualquier cambio radical, no es fácil aggiornarse.

El trabajo híbrido, sin duda, es el mejor modelo de trabajo. Luego se ecualizará, dependiendo de la empresa, si es mejor más o menos cantidad de días presenciales o virtuales. Pero, en cualquier caso, para que ese modelo sea efectivo y duradero, es imprescindible capacitar a la gente.

(*) Socio y CEO de BW Comunicación Interna

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