Por Christian Trotta (*)
Estamos acostumbrados a ver todo desde una óptica porteña y centralista. Incluso la historia. El 25 de Mayo de 1810 indefectiblemente tuvo su epicentro en Buenos Aires, pero prontamente las ideas de la Revolución se desparramaron por todo el actual territorio argentino. Algunas actuales provincias acataron las órdenes del primer gobierno al mando de Cornelio Saavedra; pero otras, como Córdoba, no.
Pensar la historia desde el interior hacia Buenos Aires, incluso aquellos episodios que se sucedieron en las tierras bonaerenses, es algo que nos debemos desde la historiografía argentina. En las últimas décadas, los historiadores regionales han construido valiosos trabajos intentando contar el punto de vista local sobre los sucesos de nuestra historia. Pero la realidad es que pocos pudieron logran la trascendencia que sus trabajos merecen.
Ver la historia de nuestro país con una mirada local, desde nuestros pueblos, lejos de Buenos Aires, con los pensamientos y las vicisitudes de cada uno de los rincones más profundos de nuestra patria, es algo que todavía tiene mucho camino por recorrer.
Repasemos, a modo de ejemplo, el caso de un protagonista argentino clave en la Revolución de Mayo, olvidado por la historiografía centralista, pero que podría tener vínculos con lo más profundo de nuestro ser nacional y nuestra iconografía argentina.
Todos sabemos que el apellido Maradona está tatuado en el gen argentino. Todos sabemos quién fue Diego Armando. Desde nuestro humilde punto de vista -totalmente maradoniano- es muy difícil referirse a él de manera imparcial, pero hubo otro Maradona (¿Quizás su antepasado? Ya veremos) que resultó crucial en aquellos años de nuestra independencia.
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Pensemos en la actual provincia de San Juan, un territorio que supo pertenecer a la Capitanía de Chile y que luego pasó a formar parte del Virreinato del Río de la Plata. Allí, en este San Juan Colonial vivió un jesuita (orden religiosa creada por San Ignacio de Loyola y San Francisco Xavier a la que pertenece el actual Papa Francisco) que se llamaba José Ignacio Fernández Maradona. Y “Alcoyana-Alcoyana”, diría un famoso conductor televisivo: el apellido mágico aparece en nuestra historia desde los tiempos revolucionarios.
Maradona, que hasta Sarmiento nombra a su apellido en su libro “Recuerdos de provincia” como parte de una de las familias más acomodadas del vecindario sanjuanino, es quién termina apoyando la Revolución de Mayo y sosteniendo el mandato de Cornelio Saavedra.
Ya Ricardo Caillet-Bois, en “Historia de la Nación Argentina”, dirigida por Ricardo Levene, lo cita de la siguiente manera: “El 9 (de Julio) reunidos nuevamente el Cabildo con la más sana y principal parte del vecindario, reverendos padres prelados y cuerpos políticos y militares, se eligió el diputado, recayendo la designación en la persona del regidor alférez real, José Ignacio Fernández Maradona (obtuvo 33 votos)…” .
El jesuita Maradona, elegido diputado, y temiendo que Córdoba atente contra su persona, mueve al Cabildo a lanzar una proclama solicitando voluntarios para escoltar al reciente diputado, en el traslado hacia la capital. Vale recordar que Córdoba, con el exvirrey Liniers a la cabeza, se opuso a la Primera Junta y lanzó una contrarrevolución que fue rápidamente sofocada y concluyó con el fusilamiento del “héroe de la Reconquista”.
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Y más tarde, en 1813, viendo que el avance realista era una realidad, se enfrentó a Saturnino Sarassa (que era teniente gobernador de San Juan) porque le habían comentado que apoyaba a los realistas. Además, ocupó varios cargos en el Cabildo y fue uno de los que sostuvo el apoyo al Ejército de los Andes, incluso donando parte de sus propios bienes, según algunas crónicas.
Como señalaba, Maradona apoyó la Revolución de Mayo, se enfrentó contra la contrarrevolucionaria Córdoba, combatió el avance realista, apoyó al Ejército de los Andes (de San Martín) y, ya en 1820, terminó siendo Gobernador de esa provincia.
Maradona, un apellido signado en el ADN nacional y protagonista de algunas de nuestras gestas mejor recordadas. Pero, ¿hay un lazo entre ellos? ¿Tienen algo que ver el jesuita Maradona y “el Diez”?
Un estudio del experto en genealogía y heráldica Guillermo Kemel Collado Madcur asegura que sí, que la familia Maradona era una de las más acomodadas de San Juan y que un esclavo de esta familia también apellidado Maradona (era común que los esclavos llevaran el apellido de sus propietarios) es antepasado directo de los Maradona que de algún modo llegaron a Corrientes, donde nació Don Diego, padre de Diego Armando. Pero admito mi desconocimiento sobre los pormenores de ese vínculo.
Muchas cosas importantes de nuestra historia tuvieron su germen en el interior, lejos de Buenos Aires, y no se habla de ellas. El sanjuanino Maradona fue un hombre importante de nuestra gesta revolucionaria (también centralista), y tal vez nunca lo hubiéramos conocido de no ser por otro Maradona que triunfó en Buenos Aires unos 200 años después. Mirar desde el interior puede ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos.
(*) Profesor de Historia y autor del podcast historiográfico y educativo “Demoliendo fuentes”