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Mes ocho: el lento desgaste de Milei
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Mes ocho: el lento desgaste de Milei

Por Manuel Zunino (*)

A lo largo de este año la intensidad de la agenda política estuvo en sus niveles máximos. El presidente dominó el escenario y la opinión pública siguió los acontecimientos entre asombrada y expectante.

Los analistas y dirigentes opositores se preguntan cómo Milei puede tener una imagen positiva alta mientras realiza “el mayor ajuste de la historia de la humanidad” y los oficialistas celebran las cifras presentadas por la mayoría de las encuestas.

Sin embargo, el segundo semestre trajo un panorama gris, sin tantas buenas noticias para el Gobierno: crece la incertidumbre y caen las expectativas económicas. En el último estudio nacional de la consultora Proyección, solo tres de cada diez encuestados cree que en los próximos meses va a mejorar su economía personal.

Por otra parte, hay un lento desgaste de la figura de Milei. Es el tercer mes seguido de caída en la imagen y evaluación de gestión del presidente, que hoy está más cerca del 45% que del 50%. Además, caen tres dimensiones importantes de su imagen: Cumplimiento de promesas (más de 10 puntos en tres meses) Plan de gobierno (7,9) y Credibilidad (3,4).

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Del otro lado de la nueva grieta nunca tuvo apoyos ni intentó tenerlos. Jugó a fondo desde el primer día y se enfocó en su propia base electoral y social. Hoy, en ese núcleo no se rompe la confianza, pero sí se va reduciendo lentamente.

Entre los votantes libertarios del ballotage, aumenta la duda y la incertidumbre; no hay claridad sobre lo que viene. Aceptaron ajustarse, e incluso hay cierto goce en ese esfuerzo. Pero ni puede ser permanente ni están seguros de si va a valer la pena.

Los más optimistas son los que menos están sufriendo el ajuste, los que tienen mayores recursos para surfearlo y consideran que el Gobierno está en un proceso de transición hacia algo mejor: “reacomodando”, “reordenado”, “reconstruyendo”. Para ellos, el ajuste es incluso una inversión.

Pero, para otros votantes libertarios, es una pérdida de libertad y no saben cuánto más pueden aguantar. Esta situación toca de lleno el significante núcleo de la narrativa de Milei: perder libertad significa tener menos tiempo libre para estar con su familia porque deben trabajar más, o dejar de disfrutar consumos de esparcimiento y no poder darse gustos mínimos, como salir a tomar un helado con sus hijos (estos asuntos emergen en los grupos focales que realizamos el último mes).

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La economía doméstica no mejora, y ahí está la clave para este, el anterior o el próximo gobierno. Dos de cada tres argentinos tienen dificultades para llegar a fin de mes, hacen malabares y muchos viven al día. Peor aún, se activó una segunda etapa del ajuste: el endeudamiento. Más de la mitad de los argentinos se endeudó para cubrir gastos corrientes, lo hizo con un familiar, la tarjeta de crédito, el banco o, en el peor de los casos, una financiera.

Aún la imagen de Milei se sostiene en el pasado, por la herencia recibida (y la figura cada vez más deteriorada de Alberto Fernández), y en el futuro, por la ilusión de que la cosa vaya a mejorar.

El voto a Milei no se fundó solo en el descontento con la política tradicional; también logró generar identificación y esperanza. Eso constituye una oportunidad para él si quiere construir un liderazgo perdurable, pero también un riesgo, porque las expectativas con su gobierno son muy altas: terminar con la inflación, reducir impuestos y traer inversiones que generen oportunidades laborales.

En esos ejes se juega su suerte. Ni las excusas ni las culpas de otros sirven para blindarse por mucho tiempo, porque ya empezó el momento de mostrar resultados.

(*) Sociólogo y director asociado de Proyección Consultores

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