Por Carlos Fara (*)
El electorado argentino no solo decidió que hubiera un cambio en el rumbo del país, sino que también decidió poner a la Argentina en un laboratorio político. El sistema entra en su etapa de mayor fragmentación desde 1983, con un reparto de poder institucional sumamente endemoniado, el cual pondrá a prueba a las mentes más lúcidas de la política.
El domingo pasado Milei solo recibió la presidencia del país, nada más, ni nada menos, pero muy poco más que eso. Su partido es minoría en ambas cámaras, no tiene gobernadores –en un país formalmente federal- y deberá convivir con un gobernador ideológicamente adverso en la estratégica Provincia de Buenos Aires.
Esto ya sería particularmente curioso, pero además este panorama se constituyó a sabiendas de que el nuevo mandatario casi no tiene partido, se desconoce de antemano la mayoría de las figuras que ocuparán cargos relevantes en el Estado, y que no tiene experiencia de gestión política.
Macri se las arregló bastante bien para sortear los obstáculos a la gobernabilidad que se le presentaron durante los cuatro años de su mandato. En ese momento fue el gobierno nacional más débil parlamentariamente de esta etapa democrática, pero tenía a su favor 1) el gobierno bonaerense, 2) un partido propio bien constituido y en alianza con uno de los dos grandes partidos históricos, y 3) una experiencia de gestión exitosa en la capital del país.
¿Qué significan «los seis meses duros» que Milei advirtió que vendrán?
El libertario arranca sin nada de ese hándicap y recibiendo una economía mucho más crítica que la de 2015. Pues entonces, los interrogantes sobre la gobernabilidad estarán a la orden del día, además, porque los gobiernos en Latinoamérica que llegaron débiles parlamentariamente no lograron concluir sus mandatos (recientemente, Castillo en Perú o Lasso en Ecuador). La pregunta que muchos se hacen no es solo cómo hará el team Milei para sobrellevar estas dificultades, sino además por qué la sociedad entrega semejante cuadro complejo. Ya se sabe que las dos grandes crisis económicas que se vivieron desde 1983 necesitaron de férreos liderazgos, acuerdos para constituir mayorías y la política ordenada.
Está claro que la mayoría no solo quería un cambio que trajese solución a la crisis económica, sino que además zamarreara al establishment político.
Por eso, por primera vez desde 1945 al menos, tendremos un presidente elegido por el voto popular que es un absoluto outsider del sistema. O sea que Milei tendrá un doble mandato: salir de la crisis y refrescar la política. Son dos objetivos demasiado ambiciosos para cualquier líder, mucho más para una experiencia novedosa, desde todo punto de vista.
¿Podrá? Lo primero que debe tener en cuenta es que gobernar es administrar expectativas. En ese sentido, el próximo Jefe de Estado debería evitar crear falsas ilusiones como “el segundo semestre” o “los brotes verdes”, sin saber cuán duro será el camino a transitar. Al respecto quizá se le fue la mano cuando promete volver a ser potencia dentro de 35 años, ya que “en el largo plazo estamos todos muertos” (diría su odiado Keynes).
Listadas las debilidades de las que parte, hay un aspecto central que es el favor de la opinión pública, ya que con encuestas de aprobación a favor será mucho más difícil que los tiburones huelan sangre y empiecen a levantar apuestas a favor del “helicóptero”.
Para tener una mayoría social “que le haga el aguante” –además de tomar medidas certeras- deberá transmitir que el rumbo es el adecuado y así sostener la expectativa en el tiempo. Milei usa mucho el ejemplo de Moisés, y en este caso le viene al dedillo, ya que el pueblo –figurativamente- deberá atravesar un largo desierto antes de llegar a la tierra prometida. Nunca mejor le calzará la famosa frase de su admirado Carlos Menem: “Estamos mal, pero vamos bien”. O sea: si “la gente” cree que la dirección correcta, aceptará pagar los costos con paciencia.
Es cierto que la sociedad de las redes sociales muta a una velocidad impensada en 1989, cuando Menem fue presidente, lo cual acorta muchísimo los tiempos de tolerancia. Sin embargo, cada día da una nueva oportunidad. Si se tomaran los primeros 8 meses del gobierno de Macri, las perspectivas parecían aciagas, pero luego, con cierta habilidad logró conseguir el crédito más buscado: ganar la elección legislativa de medio término (la cual deberíamos repensar si tiene sentido en una próxima reforma constitucional).
“Milei es uno de los presidentes argentinos más votados, pero tiene muchos desafíos por delante”
Los primeros tiempos serán terribles por varias razones, pero sobre todo por dos: 1) la inexperiencia lo va a hacer cometer ciertos errores, a partir de los cuales la nueva oposición pondrá el grito en el cielo, y 2) porque si quiere tener éxito al final del camino deberá tomar medidas muy desagradables.
El punto es que el líder y su equipo no pierdan la calma en la montaña rusa. O como le aconsejó Omar Torrijos a Felipe González ante de llegar a presidente de gobierno (citado en el genial libro “Un tal González”, de Sergio del Molino): “Felipe, si te afliges, te aflojan”.
(*) Consultor político, titular de Carlos Fara & Asociados y presidente de la IAPC