Por Silvio Santamarina (*)
Nos guste o no tanto, la idea de la “luna de miel de 100 días” sigue orientándonos a la hora de hacer las primeras valoraciones y pronósticos sobre un nuevo gobierno. En la Argentina, esa aclimatación política coincide con el verano, estación previa al “verdadero” arranque del año. En este marco, entonces, se supone que corresponde suspender los juicios de valor definitivos sobre la administración entrante, y darle a cada medida el beneficio de la duda, hasta que las autoridades se acomoden al mecanismo del poder. Pero eso era antes.
La aceleración demencial del ciclo informativo, que hoy ya no está en manos de los tradicionales medios de prensa, sumada a la emergencia creciente que acecha a la Argentina, le acorta la acostumbrada “luna de miel” de un Presidente a no más de una escapada de fin de semana. La gente ya no tiene paciencia: no solo quiere ver magia, sino que el conejo salga pronto de la galera.
Probablemente, Javier Milei captó esa impaciencia mejor que nadie, y quizá por eso planteó la campaña electoral más adecuada a estos tiempos sin tiempo. Antes de que los candidatos coacheados superprofesionalmente terminaran de pronunciar una frase marketinera en las redes sociales, “el Loco” los interrumpía con su motosierra. Por más abreviados que fueran los argumentos del adversario, sonaban eternos a los oídos de una audiencia ansiosa: mejor “dolarización”, “órganos en venta”, “armas libres”, “bomba al BCRA”… La lógica de Milei es la del instante.
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Ahora que le toca gobernar, y tras ciertos titubeos de organigrama previos a la asunción, el Presidente decidió no correr detrás de la impaciencia ciudadana. Al contrario, la colmó hasta ahogarla con su Mi Ley, o su Ley Mi: todo estaba cifrado en el nombre, nomás.
Contrafóbico por naturaleza, en un par de jornadas hizo detonar lo que quedaba de la República tal como la conocíamos, y ahora es él quien nos espera sonriente a que nos acostumbremos a este aturdimiento cívico. Nos llevará por lo menos todo este verano hacernos a la idea de que Milei -vaya a saber si también la Libertad- avanza. Y no para, al menos por ahora.
Si se tratara de un ajuste, aunque fuera brutal, no sería algo desconocido para los argentinos, especialmente para los que están más expuestos al mote (increíblemente discriminatorio) de “viejos meados”. Pero esto es otra cosa.
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Tampoco alcanza -aunque ayuda a imaginar- la comparación con el menemismo: aquello llevó años hasta que empezó a cuajar en algo novedoso. Esto ya estalló, como el verano, para reciclar la remanida frase de las viejas tapas de revistas y de los zócalos televisivos. Y casi no hizo ruido: es cierto que hubo marchas, protestas, solicitadas, hasta cacerolazos vecinales. Pero eso no es nada frente a la explosión neutrónica que arrojó el libertario. Quedamos sordos, como testigos demasiado cercanos de una detonación masiva.
¿Era esto la política de shock que se le reclamaba a Macri y que él se arrepiente de no haberse animado a lanzar? Tal vez. Por ahora, ni los mercados, ni la “casta”, ni los analistas han logrado digerir el momento, ni siquiera hubo tiempo de masticarlo. Pero este verano ya explotó, hay que pasarlo, y en el camino tratar de descifrar hacia dónde vamos. En eso está Newsweek Argentina, cada vez más cerca de su público. Feliz año: sí o sí.
(*) Editor general de Newsweek Argentina