Por Lalo Zanoni
El emblemático diario The New York Times lleva a la Justicia a los responsables de ChatGPT por uso indebido de derechos de autor. ¿Se puede proteger con derechos la expresión humana? ¿Hasta dónde llegan la ley y la creatividad?
La última semana de 2023, el New York Times se convirtió en el primer medio del mundo en demandar a OpenAI y Microsoft alegando que usaron sin permiso ni pago millones de artículos de su propiedad para entrenar el modelo de lenguaje de ChatGPT. La demanda, que se hizo muy mediática, pone en la mesa el debate sobre la propiedad intelectual, los derechos de autor y las implicancias éticas del uso del contenido que hay en la web (tanto el abierto como el cerrado a suscriptores) para entrenar a las nuevas inteligencias artificiales generativas.
“Los demandados buscan aprovecharse de la enorme inversión que ha hecho el Times en su periodismo” dice la demanda que puede hacer historia y acelerar el curso de la IA generativa o, por el contrario, frenarla y darle un tiro de gracia a ChatGPT. Se la compara con la que recibió Napster a principios de los 2000 por permitir descargar millones de MP3 de música protegida por derechos de autor.
ChatGPT sopla su primera velita: cuál es su impacto en nuestro cerebro
El NYT dice que esos artículos son suyos, lo que es cierto. Y que OpenAI -valorada en 80 mil millones de dólares- tiene que pagar por usarlos. Y que además, OpenAI cobra 20 dólares por usuario por el uso de la versión 4 de ChatGPT.
La empresa de IA respondió que sus modelos de lenguaje necesitan aprender del texto que hay en la web. Que no copian, que no repiten artículos y que solo lo «leen» para usarlo después pero no lo reproduce textual. Y que, al igual que las personas que no violan ningún derecho de autor al escribir un texto sobre algo que hayamos leído anteriormente, la IA hace lo mismo. Que la IA necesita acceder a toda la información disponible online. Y que la IA no podría existir si no se entrena con información y datos. OpenAI enmarca su accionar dentro de lo que se conoce en el derecho como «uso razonable» (“fair use”). El debate es muy interesante.
¿Se puede proteger con derechos la expresión humana? ¿Hasta dónde llega la ley y la creatividad? Por ejemplo, si producimos una obra original (escribimos, pintamos, componemos una canción o filmamos una película), es obvio que estará inspirada, basada y referenciada en otras obras que consumimos antes a lo largo de la vida. Obras protegidas con derechos de autor. Pero no por eso pagamos por el uso que le dimos.
No se puede ni siquiera cuantificar o monetizar. ¿Cuántas películas fueron influenciadas por las obras de Spielberg, Tarantino o Scorsese? ¿Cuántos libros inspiró Borges o los textos de Asimov?
El creador de ChatGPT alertó al Congreso de EEUU sobre los riesgos de la inteligencia artificial
La base de la demanda del NYT tiene tres argumentos: el trabajo del periodista es creativo. Es decir, hay una elaboración con ideas propias, no es solo la enumeración de objetos o hechos. Hay opinión, mirada, ideas. Entonces debe ser protegida legalmente. El uso para entrenar una red neuronal como la de ChatGPT debe ser pagado. El otro argumento es que Microsoft y OpenAI cobran por el servicio. Y el tercer argumento es que ChatGPT lesiona la marca y la reputación (credibilidad, imagen) del NYT si en los resultados de ChatGPT se cita mal al NYT y a sus periodistas (tienen varios ejemplos concretos para demostrarlo, como un artículo publicado en 2012, ganador del Pulitzer, y que ChatGPT reprodujo textual).
El final por ahora está abierto. Lo que ocurra en los tribunales con este caso sentará las bases para la relación a futuro entre la industria de la IA generativa y las empresas creadoras de contenidos.