El triunfo de Javier Milei tiene estupefacto al establishment argentino. Solo basta con mirar la prensa para encontrar esa mezcla de desconcierto y enojo. El apoyo decidido de Macri y Bullrich sumó más enojo a los que han vivido siempre del Estado y ven que muchos privilegios peligran.
Por supuesto quienes destacan en la furia (y que más gracia hace leerlos) son los kirchneristas que andan enarbolando discursos de “defensa de la democracia” cuando han sido ellos quienes, justamente, más han ensuciado la democracia y pisoteado las instituciones. Hablan con un tono de malevos en decadencia haciendo declaraciones del estilo “no lo vemos a permitir” cuando se plantean algunos temas que no les gustan.
Nada hay más antidemocrático de ver que los grupos que defienden privilegios intentando ponerse en rol de gendarmes de la voluntad popular. Milei, les guste o no, ganó las elecciones.
Ese hecho implica que todos los que andan lloriqueando deben internalizar que, justamente, por haber ganado tiene la legitimidad democrática de la que ellos carecen. Ya empezaron a juzgar con dureza a un gobierno que aún no asumió y hablan de empezar la resistencia. En otras palabras, odian la democracia.
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Milei confirmó, en su primera semana como presidente electo, que está pensando en un ajuste del Estado muy grande que incluye la privatización de varias empresas públicas. Ese debería ser el corazón de su presidencia.
El elefantiásico Estado argentino está hecho a imagen y semejanza del peronismo. Es un Estado que sirve a los políticos y a las corporaciones y deja a la deriva a los ciudadanos que son esquilmados impositivamente.
Mantener a ese Estado con un déficit brutal permanente obliga a endeudarse y a emitir dinero. Esa emisión condena a la gente a vivir con una inflación que le demuele sus ingresos. El kirchnerismo agrandó el Estado hasta el infinito y llevó la pobreza también hasta el infinito. En consecuencia, la gente votó mayoritariamente para cambiar este estado patético de la Argentina. El verso del Estado presente ya no lo cree nadie.
Un Estado que hace más rico a políticos, sindicalistas y empresarios corruptos y deja en la pobreza a muchos sectores de la población que reciben servicios malísimos en los temas claves como la salud, la educación o la seguridad.
Revertir ese robo debe ser la prioridad de cualquiera que quiera defender a los ciudadanos.
El fracaso del peronismo es conceptual. Fracasó su concepción del mundo. Un país miserable es el resultado del monopolio que tuvo el peronismo en la político y en la impregnación que hicieron en la sociedad argentina de ideas que llevaron al fracaso al país. No se trata de matar al peronismo porque ya está muerto. Sólo quedarán dirigentes desesperados por mantener el sistema fracasado.
El gran problema es que para subsistir necesitan que Milei fracase. De hecho, ya empezaron a mostrar sus armas desestabilizadoras porque mantienen poder en algunos lugares. Tienen diputados y senadores. Además, tienen copadas áreas completas del Estado, se han metido en la Justicia, han repartido dinero a mucha gente, tienen medios de comunicación comprados con dinero de la corrupción, tienen sindicatos, etc.
Cuentan también con la izquierda argentina que oficia de personal doméstico del PJ, como cuando fueron la fuerza de choque contra el gobierno de Macri.
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Cuentan, también, con muchos comunicadores que la van de neutrales, pero que esconden detrás del “discurso progre” un gran síndrome de Estocolmo con el peronismo. Son los que durante la campaña del balotaje hablaban del miedo a Milei. Por el miedo a Milei apoyaban a la fuerza política que asesinó a Nisman, a la de los bolsos en el convento, a la de los hoteles vacíos de la familia Kirchner construidos para lavar dinero de la corrupción.
Le tienen miedo a Milei que nunca gobernó y llamaban a votar a la fuerza política que dejó a los argentinos sin vacunas y que destrozó la economía de mucha gente en la cuarentena medieval.
Son los que normalizan los viajes y los yates en Marbella. Los que le tienen miedo a un presidente que dice que hay que aliarse con occidente y llamaban a votar a los que fueron socios de Venezuela, Irán y Rusia. Esos comunicadores progres son los que van a amplificar hasta el infinito las operaciones de los K como hicieron con el caso Maldonado durante el gobierno de Macri. Van a ser funcionales a cada intento de desestabilización de la mafia kirchnerista.
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El kirchnerismo deja un país donde seis de cada diez niños son pobres. Hay que recordarles eso todo el tiempo. Un país sin dinero. Una bomba a punto de estallar. Es imprescindible que todo el arco que representa cerca del 60 por ciento de votos de gente que no votó al kirchnerismo tenga en cuenta que hay que defender al futuro gobierno que estará sometido a una crisis enorme y tendrá adelante a una legión de desestabilizadores. Se trata de defender la institucionalidad contra la mafia.
Nunca más hay que dejarse psicopatear por los mercaderes del fracaso. Son los que sobreactúan su indignación en gobiernos no peronistas y después se muestran comprensivos con todas las atrocidades que suceden cuando gobierna el peronismo. Hay que aprender de la historia.