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Paloma, halcón, liebre y escorpión
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Paloma, halcón, liebre y escorpión

Lo políticamente correcto sería decir “qué barbaridad”; es agresivo contestar “te rompo la cara” como devolución en un conflicto. Porque es así: está mal y merece un pedido de disculpas. Pero no es el fondo de la cuestión. Es el síntoma.

El fondo de la cuestión es el mismo por el cual, increíblemente, desde el radicalismo se critica más a sus aliados que al kirchnerismo y cómo varios dirigentes políticos amenazan con candidaturas públicamente para obtener espacios en medio de durísimas negociaciones internas, de las que el gran público y los periodistas saben poco y no saben todo.

En las estrategias hay acusaciones crudas de políticos profesionales y de novatos. Facundo Manes aún no aparece casi, después de decir que Macri y Cristina son lo mismo. Y, hace poco, Elisa Carrió le dijo narcotraficante a Cristian Ritondo. En las últimas horas también Lilita puso en la mesa la posibilidad de ser candidata presidencial con un mensaje velado sobre la honestidad y la capacidad en las listas. Lo dijo en medio del conflicto entre Patricia Bullrich y Felipe Miguel, pero es claro que apunta a cuestiones que van más allá. ¿Quiénes son los deshonestos? ¿Quiénes son los incapaces? Sabemos que hay sectores que tiemblan ante el rayo fulminante de una declaración de la líder de la Coalición Cívica.

Pero volviendo al intercambio con verba pugilística entre la presidenta del PRO y un hombre clave del jefe de Gobierno. El cortocircuito no es un hecho aislado. Ellos mismos reconocen el punto de ignición durante el tenso cruce con el kirchnerismo por la custodia de la vicepresidenta antes del atentado (en ese momento Patricia Bullrich criticó a Horacio Rodriguez Larreta por quitar las vallas como pedía el oficialismo). Algunos por lo bajo decían en ese momento: “Si dejaban las vallas el atentado no ocurría”. Y también se escuchaba alivio ante el desastre que hubiera sido que la custodia estuviera en el momento del ataque en manos de la Ciudad y no de la Policía Federal, como pidió la propia Cristina.

Ahí se evidenció por primera vez una diferencia con capacidad de producir esquirlas importantes entre Larreta y Bullrich. Claramente, Patricia mostró que ella como líder haría otra cosa, y para Horacio eso fue actuar a traición cuando debió haberle dado apoyo. La cuestión siguió por otros andariveles, pero lo que empezó a quedar claro es la competencia cada vez más feroz entre dos contendientes que ofrecen un liderazgo totalmente distinto, en una oposición que ve muy cercana la posibilidad de volver al poder por la crisis y el desbande en el Gobierno, donde casi a viva voz se preparan para perder.

Todo esto adelanta los tiempos y hace recrudecer los choques. Sin la crisis terminal del Gobierno, que está tan complicado que en vez de pensar en candidatos -porque no tiene-, piensa en eliminar elecciones, probablemente la oposición seguiría en modo zen. Fíjense hasta qué punto hay sensibilidad extrema que la antesala del pendenciero “te rompo la cara”, que el bueno de Miguel comentó en los canales que las amenazas piqueteras se produjeron a sólo horas del conflicto por la foto de Patricia Bullrich con Jorge Macri.

Apenas el sábado pasado, Martin Lousteau sugirió que podía ser candidato a presidente y a las horas tenía el apoyo presencial de Rodríguez Larreta a sus pretensiones por la Ciudad de Buenos Aires. Horas antes se había difundido una foto del radical con la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, alentando comentarios sobre una posible formula cruzada. Luego, la presencia de Rodríguez Larreta en el acto radical con sendas fotos con Gerardo Morales abrió las cartas de una eventual corriente más centrista o dialoguista en el espacio opositor, que obviamente se opone a las posiciones más duras que representa el propio Macri y Bullrich misma.

Las fotos en llamas cruzaban lado a lado entre el campamento de las palomas y el de los halcones. Y a la foto de Patricia Bullrich apoyando a Jorge Macri para la sucesión porteña se le agregó el filoso comentario diciendo que el PRO no puede perder la Ciudad. Subió el voltaje de tal manera en Uspallata que hubo acusaciones de traición por lo bajo al primo del ex presidente, que tuvo que salir a decir que no entiende cuál sería la traición si son de la misma fuerza.

Es todo muy claro. La disputa es por la Ciudad y la disputa es por la Nación. Y Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta representan dos estilos totalmente distintos y encolumnan distintas alas de la misma coalición, que no puede disimular la tensión ideológica entre dos formas de ver la Argentina que viene.

Es anecdótico quién dejó trascender el video, quién operó a quién, y si la ex ministra de seguridad mostró modos agresivos, cosa que de hecho está mal aunque ella explique que también fue violencia que Miguel le dijera “funcional al kirchnerismo” en TV y luego vaya a saludarla como si nada, con toda hipocresía.

Lo que está en juego es qué facción logra la candidatura presidencial, si es la de centroizquierda o la de centroderecha, y el tema es absolutamente gravitante, porque determinará las medidas que se tomen de cara a la grave realidad del país. Y no son ellos los que lo definirán: lo definirá la gente. Y el “cómo será esa interna” también está en un terreno de incertidumbre exacerbando todas las tensiones. Si hay o no hay PASO, si hay internas organizadas por la coalición y si son abiertas o para afiliados. Nada se sabe. Encima tampoco se sabe si Mauricio Macri será candidato o si bendecirá a alguno de los dos. El exmandatario ya dejó trascender que jugará pero que no le gusta el populismo light, y ya sabemos cómo saltaron los parientes radicales.

En este contexto hay una realidad que muestran las encuestas: Larreta y Bullrich, Bullrich y Larreta, están cabeza a cabeza, absolutamente parejos. Hay encuestas donde ella está mejor y encuestas donde él está mejor. Las huestes de la Ciudad insisten en que ella no cuenta con los fondos que requiere una campaña, y las huestes de ella insisten en que él no llega a la gente. ¿Qué pesará más al final de esta historia? La plata o la química. ¿Quién puede saber en una Argentina donde Néstor Kirchner fue presidente con 22% de los votos y bien le pudo haber tocado a los que habían dicho que no un rato antes a la oferta de Duhalde? Otra que los mecanismos del azar.

Probablemente nada de esto estaría pasando si el Gobierno nacional no estuviera en dispersión y seguramente festejan la temprana guerra de poder en la oposición. Festejan y hasta quizás en un punto envidian, porque hoy el peronismo no tiene candidatos que midan, sino más bien un tren fantasma con el top five de imagen negativa. Y es esto lo que debe cuidar la oposición: perder la percepción de que pueden garantizar certidumbre, gobernabilidad y ofrecer un plan.

Los argentinos están mirando todo. Y no lo miran sólo por el tono de una discusión. Seguro habrá quienes dicen no al intercambio violento y otros que prefieren la dureza. Los argentinos mientras miran el duelo de estilos, hacen la ecuación de cómo salir de este laberinto de miseria, de quién garantiza la vía para intentar dejar atrás la decadencia y el atraso, de cuánto coraje hace falta, de quién puede tener la mejor gestión, de a quién le creen más. Y están profundamente enojados. No es una bronquita pasajera. Y la pelea de los que quieren el poder, la van a resolver los argentinos, cuando con el voto tengan ellos de vuelta el poder que delegan.

La principal coalición opositora no debe perder vista dos cosas. Una, entender qué reclama de verdad el ciudadano de a pie; y dos, no olvidar que hay una tercera fuerza que puede esquilmarle votos en sus errores y que ya tiene el liderazgo definido en Javier Milei, que en las últimas horas, adelantó que no daría quorum para tratar la eliminación de las PASO y así complica al Gobierno. Las PASO ordenan, sin duda, pero el voto manda.

Hoy la foto del poder futuro en Argentina se ofrece para la oposición, pero las siluetas como en los álbumes de figuritas son una incógnita. El país pendula entre opciones de centroizquierda y centroderecha. En la calle se decidirá si shock o gradualismo. Y eso cambia totalmente los gerentes. ¿Mandarán los aparatos o el carisma? ¿El coraje o la gestión? ¿Encontrará el peronismo una hendija con su habitual viveza táctica? ¿Y Cristina Kirchner que siempre juega, cómo jugará? Nada está seguro y por eso todo este alboroto.

Podríamos decirles a los muchachos de la oposición que sonrían ante la cámara, se hagan arrumacos y se den besos en una foto de familia. Sería lo políticamente correcto. Pero la realidad es tan poco políticamente correcta y tan desastrosa, que lo mejor es pedirles que digan qué pasa, qué tienen para ofrecer, en una palabra, que le hablen de frente a la gente, esa gente, que por cierto, después de tantas decepciones, distingue muy bien paloma de halcón y liebre de escorpión.

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