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¡Poné orden, Milei! Algunas razones para seguir bancando al presidente
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¡Poné orden, Milei! Algunas razones para seguir bancando al presidente

Por Carlos Souto (*)

La Argentina es un quilombo. Lo primero que se nota es un cambio, y eso es bueno porque veníamos acelerando hacia el precipicio. Claro, de pronto nos agarró un tipo que nos hace saltar en las dunas, peor que en el Dakar, pero nos la bancamos, está bien. Aguante Milei. Antes que una muerte lenta y dolorosa, uno prefiere un montón de cosas.

Esta vez no podemos fallar. Esta es la vez de cambiar. Milei es un instrumento público; lo elegimos nosotros. Tiene una forma de pensar que en muchos casos coincide con la de los argentinos que tienen los huevos llenos de que los peronistas lo empobrezcan y embrutezcan a cambio de nada, apoyados en un voto que ellos mismos construyeron con décadas de deseducación y pauperización del tejido social, que en argentino quiere decir “comerse a la clase media”.

Mucha gente analiza muy sesudamente: ¿por qué tenemos los argentinos a Milei? Y es la pregunta la que está equivocada. La pregunta correcta es: ¿para qué lo elegimos a Milei?

Para qué lo enfrentamos casi sin compañía legislativa a la Roma Imperial de los sindicalistas, de los empresarios que corrompían al poder y de un peronismo bonaerense histórico, con muchos apellidos ya, pero definitivamente liquidado por sus sepultureros (me refiero al matrimonio Kirchner y la banda criminal que armaron al mejor estilo venezolano). Lo único que les queda es una provincia zombie, con destino asegurado de bancarrota y cambio.

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Creyeron que las milicias de La Cámpora y las Hinchadas Unidas Argentinas junto con las bandas criminales de los sindicatos, alcanzarían para sofocar revueltas que nunca sucedieron en realidad. Los peronistas se emborracharon de guita y de impunidad, de cinismo y maldad, y se terminaron matando entre ellos, gracias a Dios y la Virgen.

Cómo nos vamos a arrepentir de haber votado a Milei cuando hoy vemos cómo tiembla la estructura sindical peronista, ciertamente vieja y anquilosada, pero aún poderosa y dispuesta a recurrir a cualquier herramienta antidemocrática como hizo Moyano con De la Rúa, es decir, dispuestos a voltear a otro gobierno, si pudieran.

Cómo no nos vamos a emocionar cuando vemos que el orden público se valora y respeta, algo que hace tanto que no veíamos; que nos liberan las calles de vagos que no nos dejan laburar y se consiguen a base de merca, fernet y choripanes. ¡Por favor! Y ni hablar de que, por fin, vamos a votar con boleta única y reduciremos la trampa y el fraude electoral.

Carlos Souto

No podemos dejarla pasar, es una oportunidad de cambio, y ya vimos los argentinos cuánto cuesta cambiar. De nuestros abuelos a nuestros hijos el país se hizo mierda, digamos todo. Y al frente estábamos nada menos que nosotros mismos, la sociedad civil.

Pero claro que Argentina se levantará, porque tiene con qué, y más ahora que la educación recupera por ley la dignidad perdida por las bestias humanas que dejaron a nuestros chicos sin clases cada vez que se les ocurrió. Y ya entendimos que el paso siguiente es mejorar el nivel de la clase política. Y también en parte gracias a Javier, que puso cosas como la Lemoine a hablar pavadas en el Congreso.

En 2025 hay que renovar las cámaras para mejor, que quienes legislen sepan leer y escribir, que sepan discernir y explicarnos de manera clara cómo ven ellos personalmente cada uno de los problemas que sufrimos y que nos cuenten qué hacen para arreglarlos y cuánto cuesta.

Pero no nos pidan que nos enojemos con un tipo que bajó la inflación de inmediato. ¡La inflación! Ese cáncer crónico argentino que siempre nos tuvo con la soga al cuello, hasta que un verdugo con la cara de Massa se propuso dejar un campo tan yerto como minado económicamente hablando. Cómo nos vamos a enojar con un señor que nos evitó definitivamente a Massa.

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Cada vez que me muestran una factura por servicios básicos prestados sin el afano abiertamente desglosado, sonrío inconscientemente; no lo puedo evitar.

Cuando me entero de que cierran el Inadi, que no servía más que para perseguir gente; cuándo veo que cierran el Ministerio de la Mujer, creado exclusivamente para robar y emplear militantes fanáticos; cuando eso pasa soy un poco más feliz.

Parece un sueño, pero estos tipos pararon de emitir guita, pararon la máquina descontrolada del kirchnerismo de Massa que nos hizo rozar la paradoja venezolana de que los billetes sirvieran para empapelar paredes.

Esta gente lucha para que nos saquemos de encima la aerolínea kirchnerista que armó como una telaraña el régimen durante décadas. Es una aerolínea militante con pilotos militantes, otro invento argentino como el del relator militante, aquel que durante el Futbol Para Todos le mandaba saluditos e indirectas al presidente o a su familia durante las incidencias del partido.

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Cómo no lo vamos a aplaudir hasta que las palmas se nos pongan rojas cuando vemos que se atacan los intereses básicos de la gangrena corporativa que nos hundía en la miseria desde hace más o menos 70 años.

Pero claro, una vez que nos hemos quitado la soga del cuello y ya nos frotamos la garganta un poco para activar la circulación, y aspiramos por la boca tranquilizando el corazón, la mente se calma. Y mientras sufrimos, pensamos, como buenos argentinos en todo lo que está mal ahora, y nos preocupa de repente el mañana, porque ya nos olvidamos del ayer. Por eso tenemos el país que tenemos, entre otras maravillas: por lo rápido que olvidamos.

Es verdad, lo de Lijo es una vergüenza, que el trato directo y personal del presidente con el periodismo es un desastre, que su estrategia legislativa deja mucho que desear, que el cepo no se levanta, pero pensemos que algún precio siempre hay que pagar.

Yo prefiero que siga pateando tachos de basura kirchneristas, aunque sea rodeado únicamente de perros y de su hermana. Y aunque sea ella la jefa de esa banda tipo Naranja Mecánica de la que se rodea, que sí juega sucio pero no sé si tanto como los kirchneristas en sus momentos más bondadosos.

(*) Carlos Souto es un reconocido consultor político surgido en la Argentina. De origen español, es considerado uno de los principales referentes de la comunicación política en Latinoamérica, y se ha consolidado en la última década también en el mercado de Oriente Próximo.

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