Por Manuel Zunino (*)
El objetivo de los candidatos en el debate no es ganar la discusión frente a sus oponentes sino conectar emocionalmente con el público para consolidar su electorado, pero sobre todo para intentar ampliarlo.
¿Estos rituales democráticos producen un efecto en la intención de voto? La evidencia a nivel internacional y estudios realizados en nuestro país por Pulsar-UBA muestran que tienden a reforzar la visión previa de los votantes y generan solo movimientos electorales marginales.
De todas maneras, en el debate 2023 cambió el contexto. Ya no estamos frente a una polarización marcada que ordena las percepciones en un esquema dicotómico como en 2015 o 2019, por lo cual hay mayor margen para movimientos transversales.
¿Qué se espera ver de los candidatos en el segundo debate presidencial?
Además, el resultado de la PASO presentó una paridad entre las fuerzas, y los estudios de opinión indican que estamos ante electores volátiles (o menos consolidados) y aproximadamente un 10% de indecisos. En este escenario cualquier cambio, por mínimo que sea, puede alterar las posiciones de cara a la primera vuelta.
No es sencillo sorprender e imponer nuevas agendas. Lo que se dice en los debates en general ya se dijo durante las semanas o meses previos, aunque la diferencia es que se encuentran cara a cara, frente a una audiencia atenta y de mayor magnitud en comparación con otros eventos de la campaña.
Un estudio realizado durante el último debate del 1 de octubre con la tecnología Percepción Analyzer en Extra TV, permitió seguir segundo a segundo las reacciones positivas o negativas de votantes que fueron seleccionados de manera representativa y manteniendo su anonimato.
Allí se puso en evidencia que el discurso de los candidatos es condición necesaria pero no suficiente para hacer un buen papel. Hay cuatro elementos centrales para causar una reacción positiva en el público y configurar un mensaje que refuerce la imagen que el candidato quiere proyectar de sí mismo.
- El lenguaje corporal. Cómo se lo ve y cómo se lo escucha, su expresión, una gestualidad que contagie, la solidez en su argumentación, el tono y el énfasis que le da a las palabras. Cada vez que de manera fluida un candidato comenzaba a escalar en su tonalidad, crecía la curva positiva de reacciones.
- Palabras clave. Hay ciertas palabras o ideas fuerza que resuenan y movilizan a los votantes generando atención y una pulsión emocional. En el último debate hubo al menos tres que tuvieron un efecto contundente: inflación, FMI y educación pública. Esta última tuvo la particularidad de tener un impacto similar al ser usada por distintos candidatos, lo que indica que la reacción positiva no se explica por una preferencia previa por alguno de ellos. Como reverso dolarización produjo una reacción positiva leve, mientras que unidad y orden no generaron una pulsión significativa.
- El humor y la picardía. Irrupciones como “gatito mimoso del poder económico” hicieron crecer las curvas de la pulsión positiva. Son además los momentos más recordados y con mayor reacción posterior en las redes sociales (territorio donde continúa la disputa una vez que se apagan las cámaras).
- Las propuestas más que los diagnósticos. Se registró una diferencia marcada entre los momentos de diagnóstico y los propositivos. Durante los segundos en que los candidatos contaban cómo está el país las curvas que indicaban la reacción se hallaban estáticas y cuándo planteaban cómo podemos estar mejor comenzaban inmediatamente a subir.
Ganar el debate es la consecuencia directa de lograr una conexión emocional con el electorado, y en ese proceso debe quedar muy en evidencia la diferencia entre hablar y comunicar.
(*) Sociólogo. Director asociado de la Consultora Proyección