Por Facundo Aveiro (*)
En cada discusión salarial, se repite un argumento que ya se ha vuelto un mantra desde las cámaras empresariales: «Queremos mejorar los salarios, pero necesitamos primero crecer económicamente». Esta idea, que asocia el bienestar de los trabajadores exclusivamente al crecimiento económico y al equilibrio fiscal, oculta un trasfondo político. En su esencia, defiende que mayor libertad empresarial y menos regulaciones llevarán automáticamente a un derrame en los salarios. Es el discurso clásico de sectores liberales, que minimizan el rol del sindicalismo y confían en la «bondad empresaria».
Pero, ¿qué dice la historia argentina? ¿Acaso el poder adquisitivo de los trabajadores mejora cuando las empresas tienen mayor margen de maniobra? Y más importante aún, ¿es cierto que los sindicatos son un actor secundario en esta ecuación?
LA FALACIA DE LA LIBERTAD EMPRESARIAL Y LOS SALARIOS ALTOS
Dos periodos recientes permiten observar con claridad qué sucede cuando las empresas cuentan con amplias libertades y las organizaciones sindicales son debilitadas: la última dictadura cívico-militar (1976-1983) y la década del menemismo (1990-1999).
Inflación vs. Salarios: ¿qué dice el último informe del INDEC?
1. La Dictadura (1976-1983): salarios en picada.
Bajo la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz se aplicaron políticas de apertura económica, desregulación y un ataque frontal al sindicalismo. Aunque algunos sectores empresariales lograron expandirse, el salario real de los trabajadores se desplomó.
Cifras claras: según CEPAL, el salario real cayó un 40% durante ese período. El consumo interno, motor clave de la economía argentina, sufrió un golpe severo. La lección fue que mayor libertad empresarial sin regulaciones no benefició a los trabajadores; al contrario, profundizó la desigualdad.
2. El Menemismo (1990-1999): estabilidad nominal, pérdida real
La convertibilidad frenó la inflación, pero las políticas neoliberales desarticularon derechos laborales y flexibilizaron el empleo. Aunque las empresas disfrutaron de mayor estabilidad macroeconómica, los trabajadores no vieron mejoras significativas.
Cifras claras: Entre 1991 y 1999, el salario mínimo perdió un 25% de su capacidad de compra. A esto se sumó un desempleo que alcanzó el 18%, debilitando aún más la capacidad de negociación colectiva. La lección fue que sin un Estado regulador ni sindicatos fuertes, la brecha entre las ganancias empresariales y los salarios se profundizó.
CUANDO EL SINDICALISMO LIDERA LA REDISTRIBUCIÓN
En contraste, revisemos dos periodos donde el sindicalismo tuvo un rol protagónico en la mejora del poder adquisitivo: el primer peronismo (1946-1955) y la recuperación económica post-2001 (2003-2011).
La economía de 2025: las proyecciones y el plan alternativo de Martín Redrado
1. Primer peronismo: la era dorada de los derechos laborales
Entre 1946 y 1949, los salarios reales crecieron un 50% en sectores industriales clave, gracias a políticas redistributivas y al fortalecimiento sindical. Este periodo transformó el trabajo en Argentina, ampliando derechos laborales y priorizando el bienestar de los trabajadores, enfrentando desafíos propios de un modelo en construcción en un contexto internacional complejo.
2. Recuperación post-crisis (2003-2011): un renacer con tensiones
Tras la debacle de 2001, la economía se reactivó con políticas centradas en el empleo y el consumo interno. El sindicalismo recuperó fuerza, logrando aumentos significativos en el poder adquisitivo, aunque con desafíos persistentes.
Cifras clave: Entre 2003 y 2011, el salario real creció un 72%, mientras el desempleo cayó del 20% al 7%. Sin embargo, la informalidad laboral limitó el alcance de estos logros.
EL MITO DE LA «BONDAD EMPRESARIA”
La narrativa liberal que atribuye los aumentos salariales a la generosidad de los empresarios no resiste el análisis histórico. Ni en los 70 ni en los 90, cuando las empresas gozaron de mayores libertades, los salarios crecieron. Por el contrario, los períodos de avance salarial estuvieron marcados por la acción sindical y el protagonismo del estado.
Un Gobierno sin respuestas para las pymes (ni para los trabajadores)
La experiencia argentina no es única. En México, por ejemplo, las políticas de apertura económica durante los años 90 impulsaron sectores exportadores, pero condenaron a millones de trabajadores a salarios de pobreza. El crecimiento sin redistribución no genera bienestar generalizado; solo concentra riqueza en manos de unos pocos.
LOS SINDICATOS COMO GARANTES DEL SALARIO DIGNO
El salario digno no es un regalo ni un accidente. Es una construcción colectiva que exige crecimiento económico, redistribución activa y un sindicalismo fuerte. Sin estos elementos, el poder adquisitivo no solo no se recupera, sino que se degrada.
La historia lo demuestra: sin sindicatos, los trabajadores quedan a merced de un mercado que prioriza ganancias sobre derechos. Reconstruir el salario es más que una cuestión económica; es un acto político que define qué tipo de sociedad queremos construir. Un trabajador con un salario digno no solo consume más, sino que también recupera su dignidad y protagonismo en la economía y la sociedad argentina.
(*) Secretario general del Sindicato del Personal de Industrias Químicas y Petroquímicas