Vamos a lo importante: este fin de semana termina el episodio más patético de la democracia argentina. El peor gobierno imaginable sucedió en la Argentina dejando un tendal de personas en la pobreza, una inflación desbocada y una sociedad rota y desesperada.
La sola imagen de Alberto Fernández saliendo de la Casa Rosada solo y hablando en una lastimosa cadena nacional es el punto más bajo al que se puede llegar en la institucionalidad del país.
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A partir de la próximas semanas, veremos en funciones al nuevo gobierno, pero este fin de semana es una buena ocasión para reflexionar acerca de cómo los países pueden entrar en estados tan penosos como para haber puesto en la presidencia a semejante engendro.
Alberto fue una persona nefasta siempre y las cloacas de la política están llenas de tipos así. El problema enorme es que este llegó a presidente.
Alberto Fernández llegó, hace más de 4 años, a la candidatura kirchnerista por un tweet de CFK donde anunciaba, además, que ella lo acompañaría como vice. A partir de entonces, empezamos a escuchar a mediocres que ocupan lugares en medios de comunicación, a intelectuales de pacotilla y a sindicalistas y empresarios amantes de lo ajeno que era una gran jugada estratégica y que Alberto venía a aportar moderación.
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También escuchábamos que CFK había ordenado al peronismo y que eso garantizaría gobernabilidad. Recuerdo mi estupor por esos días, ya que estaba clarísimo que CFK se estaba garantizando el poder al ir de vice.
Por otro lado, Alberto Fernández, fiel ejemplar de político mediocre, había ocupado la jefatura de gabinete en el gobierno de Néstor Kirchner, aquel que había cimentado las bases de la más extraordinaria corrupción que hubo jamás en la Argentina. Cuando Fernández dejó el cargo, mantuvo cierta actualidad mediática porque lo invitaban los medios a los que él había hecho favores cuando estaba en el gobierno. A ese engendro del mal muchos en la Argentina lo calificaban como una genialidad y decían que el país iba a pegar un salto cualitativo respecto del gobierno de Macri.
Dos conclusiones para sacar de esos tiempos: la primera es que quienes desde la más absoluta soledad sosteníamos que esa vuelta del kirchnerismo era un suicidio colectivo teníamos razón; y, la segunda, es que a la Argentina le sobran idiotas, inescrupulosos y analfabetos políticos, y el gran problema es que la mayoría de ellos habitan en la política, los medios, el mundo intelectual, el mundo de la cultura, los sindicatos y el mundo empresarial.
En todos los lugares donde se forma la opinión prevalecen los analfabetos políticos y los inescrupulosos. Esos son los que decían que el “profesor” Fernández venía a salvar la Argentina. Cuando se piensa en lo mal que está pasándolo la gente, nunca hay que eximir de responsabilidad a esa elite nefasta argentina que era la que más contenta estaba con la vuelta del kirchnerismo. Cuando algo tan nefasto ocurre en un país, siempre hay que pensar en los que generaron el desastre y en los posibilitadores de la catástrofe.
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Los que fueron posibilitadores del desastre de Fernández y CFK se volcaron en los últimos tiempos a la defensa de la candidatura de Massa. No hablaron de la calamidad que habían apoyado 4 años antes para sacar a Macri del gobierno. Es más, en la última campaña apoyaron incondicionalmente a Massa porque venía Milei que era “la derecha”. Siempre tienen motivos para apoyar a la mafia peronista.
Massa, como ministro de Economía, tenía la responsabilidad total de la calamidad del gobierno pero, además, representaba un upgrade mafioso con el que una parte grande de la población parecía sentirse cómoda.
Lo que hizo Massa en la campaña es criminal y sólo en un país estructuralmente corrupto no conlleva una pena. Usó la política económica para favorecer su campaña. Es decir, dilapidó dinero, endeudó aún más al país y tomó decisiones que hoy tienen en vilo a provincias que no pueden pagar sueldos.
Los mismos indigentes intelectuales que decían que lo de Alberto y CFK era una genialidad, insistían que había que apoyar a Massa porque venía el cuco de “la derecha”. Estoy seguro de que apoyarían a Bin Laden si estuviera vivo y cantara la marcha peronista. Cómplices de delincuentes.
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En estos días de alegría, porque se van los mafiosos, y de incertidumbre, por las duras medidas que deberá tomar el nuevo gobierno, Massa se reservó un último acto mafioso. Mandó una intimación desde un estudio de abogados de EE.UU. al humorista Nik que lo había criticado. Enviar intimaciones desde EE.UU. es una muestra mafiosa de poder. Es enviar un mensaje que dice: “Vos sos un pichi y yo tengo contactos y dinero, por eso te mando cartas desde Estados Unidos por medio de un estudio jurídico norteamericano”. De semejante gente espantosa se salvó Argentina.
Días atrás, el empresario Marcos Galperín compartió una broma en Twitter en la que se veía a un par de periodistas (Ernesto Tenembaum y María O’Donnell) poniendo una vara muy baja de exigencias al PJ y una altísima de exigencias al resto. Eso es lo que se viene ahora. Tenembaum y O’Donnell son sólo dos periodistas (está muy bien el casting del chiste) de los muchos que habitan en círculos formadores de opinión, que fueron enérgicos críticos del macrismo y mostraron una gran docilidad ante Alberto Fernández. Además, hicieron silencio cómplice ante las atrocidades del gobierno de Fernández durante la pandemia con la cuarentena medieval. Sobre los asesinatos que se cometieron en la pandemia no dijeron nada.
Tampoco dijeron nada acerca de los negocios con las vacunas y el sometimiento a Rusia por una vacuna que ni los rusos usaban. Poco dijeron de la extraordinaria corrupción del gobierno que termina.
Ahora volverá la vara altísima de los que apoyaron a Alberto Fernández contra Macri y a Massa contra Milei. Milei tomará medidas duras con la intención de empezar a remediar el desastre que dejaron tantos años de gentuza como CFK, Alberto Fernández o Massa.
La pesadilla terminó. Ahora empieza la lucha para que no vuelvan nunca más.