Por Alfredo Casado
La guerra entre Ucrania y Rusia, tras más de mil días de una matanza inconcebible, genera una paradoja respecto a las hipótesis de conflicto nuclear que se estudiaban cincuenta años atrás.
La controvertida autorización del presidente Joe Biden para que Ucrania lance misiles tácticos de largo alcance sobre territorio ruso llevó a Vladimir Putin a modificar sus códigos de operatividad de los proyectiles nucleares que apuntan a su enemigo. De inmediato una ola oscura de preocupación se extendió por el occidente europeo.
Los recuerdos de los tiempos más duros de la Guerra Fría impactaron en los ordenadores, teléfonos y televisores de Berlín, Londres o París.
Siempre se pensó que el teatro europeo de conflicto en la era bipolar se constituiría en la etapa primigenia de una etapa mayor. La polemología, disciplina que estudia las guerras y conflictos, y los grandes centros de análisis estratégicos creían que en un enfrentamiento convencional de hace cinco décadas atrás la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia desbordarían a las fuerzas occidentales de EEUU y la OTAN.
Rusia lanzó por primera vez un misil balístico intercontinental hacia Ucrania
A partir de ese momento la Alianza Atlántica, se estimaba, sería la primera en disparar misiles tácticos nucleares y recibir la respuesta del Este. Todas esas hipótesis quedaron de lado a partir de los cambios políticos que significaron la caída de la Cortina de Hierro y los procesos de la Perestroika en la URSS.
Tras la debacle económica de los primeros años, Moscú trató de sostener su arsenal militar, pero el óxido y la falta de inversión se hicieron sentir.
En este nuevo tiempo, la potencia eslava se modernizó y volvió a producir para estar en competencia con un Occidente que a poco a poco la fue rodeando desde Turquía a Finlandia apuntando con sus misiles y poniendo sus bombarderos a solo unos minutos.
Hace mil días Rusia entró en Ucrania y se desató un conflicto interminable sobre el que Donald Trump, flamante presidente electo de EEUU, dice tener elementos para frenar con un proceso de paz donen el que su relación con Putin será clave. Ucrania tiembla desde la misma noche en que el multimillonario procesado llegó por segunda vez a la presidencia de EEUU. Sabe que recortará pertrechos y dinero fresco.
Ante esa disyuntiva, Kiev se aferra a la pequeña franja que controla en la región del Kurks, dentro de territorio ruso. Para Moscú es una humillación insólita y peligrosa puertas adentro de su interna política. Nunca, desde la salida de los nazis, soldados enemigos pusieron pie en sus tierras.
Zelenski denunció que Rusia “usa a Ucrania como campo de pruebas”
Joe Biden, abatido, ya grande y derrotado, tomo la decisión de autorizar a Zelenski para que dispare con misiles ATACMS de largo alcance. Horas después, los Storn Shadow (ingleses) y los Scalp (franceses) también alcanzaros cielos rusos y alguno cayó sobre instalaciones militares.
De inmediato, Moscú reaccionó y Putin modificó los códigos de operatividad de su armamento nuclear táctico. Peligro: el hongo atómico está más cerca. La posibilidad de la guerra nuclear parece una realidad inminente.
A contramano de la vieja hipótesis de cómo se iniciaría una guerra nuclear en Europa. Es ahora Rusia quien parece tener el dedo caliente puesto en el botón maligno. En Europa Occidental se preparan refugios y se instruye con gacetillas a la población. En Inglaterra hace rato que estudian cómo les pueden afectar las nubes radiactivas. Y, además, Occidente prepara la respuesta atómica. Todo como si fueran espejos.
Ucrania se aferra a su pequeña conquista. Rusia dice que los proyectiles son guiados por satélites norteamericanos y que hay asesores militares de la OTAN que ayudan a que Ucrania los pueda lanzar. Rusia dispara misiles intercontinentales con 6.500 km de alcance sin su carga nuclear. Una lluvia de drones y proyectiles caen sobre las ciudades. El escenario es dantesco y los cielos se iluminan entre la intensidad de los ataques y las defensas antiaéreas.
¿Sabía Trump lo que iba a hacer Biden? ¿El viejo zorro minó el camino de su predecesor? Interrogantes para un momento dramático de la historia moderna.
Demasiadas palabras engoladas, muchas trincheras que parecen de otra guerra, arsenales vacíos y armas que brillan en el silos y rampas, miles y miles de muertos en ciudades y estructuras arrasadas. El mundo parece estar entregado a su destino. Y más, si la mirada se realiza desde los confines que no deciden nada.
Como en aquella película de principios de los ’60 titulada “Tiempo Límite”, que reflejaba la posibilidad concreta de un holocausto atómico. Un ataque de locura, un error, una instrucción mal comprendida, una falla en los sistemas, cualquier cosa puede pasar en un campo de batalla global que, como dijo hace tiempo el Papa Francisco, es el inicio de una Tercera Guerra Mundial.
La conflagración aún no es total. Sin embargo, nunca parecimos estar tan cerca del principio del Día Final.
Como pronosticaba un periodista francés: “Hacemos una crónica periodística para la historia que, quizás, nuestros hijos pequeños o nietos no podrán llegar a leer jamás”.