Por Raúl Lacaze (*)
Es muy frecuente encontrar en las conversaciones de planeamiento, típicas de esta etapa del año, el intercambio sobre si se aborda o se acelera, si estuviese en curso, el proyecto de transformación digital en la organización.
En estos diálogos también es habitual que surja una pregunta: ¿Contamos con la cultura para encarar el proyecto de transformación digital o debemos emprender, previamente, un proyecto de transformación cultural que lo valide y facilite?
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Cuando se presenta esta situación como un dilema, suelo aludir a un concepto de origen biológico: la simbiosis de tipo mutualista que sostiene que los dos simbiontes se benefician recíprocamente. En mi opinión, este es el caso entre la transformación cultural y la transformación digital. Es un proceso simbiótico, donde uno ha de hacer mejor al otro y viceversa.
También, procuro enfatizar el hecho de que la transformación es un escenario continuo. Por lo tanto, consciente o inconscientemente, nos encontramos en un entorno de cambio que requiere de nuestra mayor capacidad de resiliencia.
Un indicador alentador de la cultura habilitadora para la transformación digital es la toma de consciencia –darse cuenta– que necesitamos impulsar ese proceso; pero es clave, además, reconocer que la transformación digital no implica digitalizar los procesos existentes, sino hackear el modelo de gestión para que la iniciativa sea una oportunidad de explorar el cómo operamos impulsados por un propósito compartido.
La transformación digital es parte del camino; un medio; un habilitador de la propuesta de valor de la organización basada en la cultura como motor.
La cultura se refleja en los comportamientos que son consecuencia de nuestra mentalidad. Cuando abordamos un proyecto de transformación cultural, deberíamos partir de un compromiso visible con el propósito que dispara ese movimiento. El equipo de liderazgo de la organización debe ser ejemplo del cambio que desea ver. Por lo tanto, su convicción y compromiso con el proyecto requiere ser explícito, con hitos en el plan de acción que sustenten el despliegue de la iniciativa en la organización.
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Otro aspecto que emerge con intensidad a la hora de alistarse para un proyecto de transformación digital es la presunción de que debemos ser todos entendidos en el manejo de distintas tecnologías. He experimentado, y no pocas veces, la dificultad de algunas personas con un perfil “techie” para conectar con otros en las organizaciones.
Obviamente, la afinidad con la tecnología es un factor que puede facilitar el proceso, pero lo realmente clave es contar con fluidez digital, una capacidad que muestran personas de mente abierta y avidez de aprendizaje que promueven entornos donde quienes cuentan con el conocimiento, la creatividad y la proactividad para implementar la digitalización, sienten que avanzan en terreno fértil.
Entonces, ¿dilema o simbiosis?
La característica de un dilema es que debemos elegir entre dos opciones igualmente buenas o malas. Abordar cultura y digitalización como un camino de transformación simbiótico, nos permite estar atentos a las acciones de sensibilización que necesitamos desplegar para que las personas se involucren y sientan el ganar/ganar del desafío.
(*) Partner en Backer & Partners, Master en Sociología y Coach especializado en Recursos Humanos y Transformación Cultural y Digital.